Sobre Jesucristo 1c4zp

Vamos a comentar las últimas palabras del debate anterior: el que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí y el Evangelio, la salvará. En el camino con Jesús, ¿quién guía a quién?

Este domingo escuchamos el segundo canto del siervo, en el segundo Isaías que comienza en el capítulo 40. Expresa el sufrimiento al que se somete el siervo por obediencia. En el comienzo está la clave: el Señor me abrió el oído, pero no me resistí. El Señor me curó la sordera y pude escucharle....

La meditación insiste en un tema continuo, permanente: la compasión con el pobre, con el enfermo, con el fracasado. Compasión es participar, a fondo, en el padecimiento de otro. Somos afectados, cambiados, alterados, por el sufrimiento que vemos en alguien. Frente a esto, cabe el egoísmo, no querer ver.

Comenzamos con Isaías y una llamada al valor, a la esperanza. Una llamada de ánimo: ¡No temáis! Él va a curarnos. Los mudos hablarán, los ciegos verán. Por otro lado, una metáfora de naturaleza, trasladando toda la riqueza del Niño a una Judea desértica. Todo será bueno.

Obras son amores, y no buenas razones, es la idea sobre la que hablamos en este podcast. La salvación es la persona de Jesús, cuando nos hacemos concorpóreos con Cristo cuando comulgamos su cuerpo y su sangre. La fe nos abre esa puerta, nos abre los ojos a Jesús. Y, desde la fe, comenzamos el camino cristiano. En distintos domingos hemos enseñado que las normas sociales son necesarias, útiles cuando no quieren sustituir el corazón...

El título con el que podríamos resumir la línea más repetida en este domingo XXII del Tiempo Ordinario podría ser un refrán que luego comentaremos: Obras son amores y no buenas razones. Continuamos repasando las lecturas con un comentario para, después, dar un sentido más amplio al domingo en el siguiente podcast.

El evangelio de Juan hace un adelanto de la doctrina eucarística. Juan saca todo el jugo a aquel acontecimiento de los panes visto retrospectivamente. Adelanta que el que no sigue a Jesús de corazón y corporalmente no llega al final. Adelanta la doctrina eucarística y la crisis del discipulado que ocurrió con la muerte. La eucaristía es el fruto del sacrificio, de la entrega del cuerpo del Señor.

El domingo XXI del Tiempo Ordinario da comienzo, en la liturgia de la palabra, con una lectura de Josué. Moisés ha muerto mirando la tierra prometida. Le sucede su ayudante, su discípulo Josué, que tiene que renovar la Alianza. Hace un discurso recordando que la tierra que está al otro lado del río Jordán es la tierra prometida.

Si en ella, la Virgen, se da esa ultimidad, si está vinculada a Jesucristo por un sí pleno y total, absoluto y libre, María es inseparable de Jesús, de aquel que viene del mañana. ¿Cómo no estará María con él? ¿Va a abandonar Jesús el cuerpo de María? La Iglesia, acogiendo la tradición, declaró dogmáticamente que María subió al cielo.

Este domingo se subordina a la celebración de La Asunción de la Virgen María a los cielos. Elevada al cielo, es resucitada en cuerpo y alma por su hijo y con su hijo. La primera lectura que se nos ofrece es del capítulo segundo del Apocalipsis.... el final, cuando se abre en el cielo el santuario de Dios, con el arca....

Seguimos meditando sobre el camino y el pan para referirnos a la eucaristía, donde finaliza el capítulo sexto de san Juan. En primer lugar, la vida es un camino, es peregrinación. El hombre, por naturaleza, es peregrino, deja la comodidad y se introduce en una experiencia de búsqueda. Siempre buscamos.

El Domingo XIX de este Tiempo Ordinario continua profundizando en el misterio del pan. No solo del pan eucarístico. Cogiendo algunos matices más podemos hablar del pan del camino, pan y camino, camino y pan. Es ahí donde apunta la primera lectura y desde donde se puede leer el resto.

Oh, Dios, tú eres mi Dios. A ti te alabo. mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti como tierra reseca, agostada, sin agua. Vamos a hablar del deseo de Dios, de la motivación de nuestras acciones. El deseo es algo exclusivamente humano. Es fruto de nuestras necesidades, pero sobre todo, expresa lo que deseamos ser.

Este domingo se abre con una lectura del Éxodo. Es la lectura sobre «las murmuraciones» (cap. 16) que aparecían en el camino al desierto cuando había dificultades. Hacían la vida imposible a Moisés y ofendían a Dios. Ahora se mueren de hambre y empiezan a recordar cómo comían en Egipto.

Por error, continuamos hablando sobre el tema de las lecturas que se deberían leer en el domingo XVII del Tiempo Ordinario. Pero este año, al caer la solemnidad de Santiago, apóstol, en domingo, lo celebraremos, por lo que no escucharemos estas lecturas.

Hay un error en este audio puesto que este domingo, 25 de julio, celebramos Santiago, apóstol, patrono de España. Por tanto, las lecturas que se meditan en estos audios no corresponden con las que escucharemos en este domingo. Son las que corresponderían con el domingo XVII del Tiempo Ordinario, que no leeremos este domingo.

Hablamos de los pastores y os invitamos a pedir al Señor pastores y a pedir, también, por los pastores. Echemos un vistazo a nuestro mundo, que avanza y progresa en muchas cosas. Cuántas enfermedades son curadas, cuánto se facilita el trabajo, cuánto hemos avanzado.

Hablamos en un domingo que podemos titular «del pastoreo». En la primera lectura, de Jeremías, escuchamos una dura crítica a los pastores. Ay de vosotros. El término pastor, en Israel, tiene un significado mucho más amplio que entre nosotros. El término pastor también se aplica a los que dirigen al pueblo, sobre todo al rey y, también, a los sacerdotes.

La meditación de hoy continúa con el tema de las lecturas y gira en torno a esta frase: Ahora, hoy, es Cristo quien envía. Ya no es el envío del Dios Altísimo, ahora quien envía es el Hijo, Jesús, que nos manda a la misión. Es el himno de Efesios que podemos orar estos días.

Este domingo XV del Tiempo Ordinario nos ofrece un cambio, quizá no pretendido. Continúa con el tema de la profecía presentando a Amós, el profeta del Sur que profetiza en el Norte. Pero después, rompe con el tema profético para cantarnos el himno del Hijo, no el del profeta...