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La vida te enseña, la vida te entretiene, y la vida te dice hasta la siguiente. Así, parafraseando esa despedida del Libro Gordo de Petete arrancamos esta nueva entrega de la vida de don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel. 1539. Tocaba viajar para aprender, y a lo bestia. ¿A dónde? A Gante en compañía del emperador para arreglar unos asuntillos pendientes con sus paisanos previo paso por París porque así se lo había pedido Francisco. 5x6k24
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Para hernos matao. Un podcast de Víctor Fernández Correas. Para Galeán y Cía.
Capítulo doce. Aprende colega. La vida te enseña, la vida te entretiene, y la vida te dice hasta la siguiente. Así, parafraseando esa despedida del libro gordo de ptt, arrancamos esta nueva entrega de La vida de Don Fernando Álvarez de Toledo y Pimenta.
1540. Tocaba viajar para aprender. Y a lo bestia. ¿A dónde? A Gante. En compañía del emperador para arreglar unos asuntillos pendientes con sus paisanos. Previo paso por París, porque así se lo había pedido Francis. ¿Francisco? ¿París? ¿Has escuchado bien? ¿Te estás preguntando? Pero si se las tuvieron tiesas poco antes y las volverían a tener poco después. La cosa fue tal que así. Al emperador se le habían liado floja a sus paisanos en Gante, ciudad de la que nació por recordarlo, por lo que decidió subir para allá y dejar las cosas claras él mismo en persona.
Aquel viaje suponía tomar un barco y con el invierno y la lontananza no apetecía. Le daba cosica batirse en duelo con el mar y recorrer el Atlántico y Sumer como cantajos solisperales. Enterado el francés del asunto le dijo, cruza por acá, descansa unos días en París y luego ya si eso, tira todo de eso para arriba. Claro que las promesas de Francisco, como para hacerse caso, pensó el emperador, que todavía tenía muy presente cómo acabó lo del tratado para su liberación tras la pensión completa del francés en Madrid.
Pero claro, si no aceptaba, a saber cómo se lo tomaría el otro. O sea, como para tener más días de fiesta. ¿Qué dijo Carlos V? Que sea lo que Dios quiera y ya está. Fue un viaje de esos que recordaría toda la vida con el duque de Alba como testigo de excepción. Que si el recibimiento por aquí, que si el asajo por allá, que si viva el emperador, etcétera. Y para rematar el asunto, siete días de fiesta.
Siete sin interrupción alguna en París. Palabras textuales. Todo el tiempo cazando y monteando y las noches danzando y bailando hasta que era hora de acostar. Que son palabras que recoge Manuel Fernández Álvarez en su biografía El duque de Hierro al respecto de esos días de fiesta. ¿Qué pensaba el duque de los fastos preparados por el francés para acasajar al emperador? Volvemos a Manuel Fernández Álvarez.
Cabe imaginarse el asombro que al duque como al resto de los españoles, guiados en unas costumbres más austeras, tuvo que producir la deslumbrante y desenfadada corte parisina. ¿Has visto el turismo es un gran invento? La película de Pedro Lazaga. ¿Te acuerdas de las caras de Paco Martínez Soria y de José Luis López Vázquez en Hotel de la Costa del Sol? Pues lo mismo, pero en el siglo XVI. Eso sí, que el duque ya era alguien para el emperador lo demuestran estas palabras que recoge Henry Kemen en su biografía El gran duque de Alba. Y cito textualmente.
En uno de los banquetes que les ofreció el rey francés, a la mesa principal se sentaron los de las familias reales, dos cardenales, el duque de Guisa y tan solo un español, Alba. El emperador se permitió decir ante un noble francés que el duque de Alba tenía las facultades necesarias para convertirse en un buen general. Ha empezado bien, dijo Carlos, y le ascenderé de acuerdo a sus méritos, en los cuales debosito grandes esperanzas. Total, que después de tanto agasajo, Carlos V se plantó en Bruselas en diciembre de 1540 y en febrero se acercó a Zagante con una compañía formada por unos 5.000 lancenetes alemanes.
Lo que siguió a continuación fue el terror en su máxima expresión. Ejecuciones de todo tipo, cabecillas de la rebelión, todo algo.
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