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Vida del duque de Alba
Capítulo 8: Dolores que matan

Capítulo 8: Dolores que matan 2k662f

25/4/2025 · 06:53
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Vida del duque de Alba

Descripción de Capítulo 8: Dolores que matan 5i5wc

«Hay dolores que matan, le grité dolorido», canta el Maestro Sabina en esa maravilla de canción titulada Pero qué hermosas eran dentro de esa obra de arte en forma de disco que es 19 días y 500 noches. 672j1b

Lee el podcast de Capítulo 8: Dolores que matan

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Para Hernos Matao, un podcast de Víctor Fernández Correas para Galeán y Cía.

Capítulo 8. Dolores que matan.

¡Dolores que matan! Canta el maestro Sabina Conferón, que ya sé que le emitó más no lo siguiente, en esa maravilla de canción titulada Pero qué hermosas eran, dentro de esa obra de arte en forma de disco que es 19 días y 500 horas.

Detrás de un túnel, Fernando Alberto Toledo y Pimentel acompañó a su señor por tierras italianas para que todo Cristo Conferón lo vidoreara después de dar caña al turco chico José José Barbarroja.

Recepciones, paquetes, celebraciones por aquí y allá.

Días de alegría que ya en tierras italianas tornaron en tristeza sin fin para el duque de Alba, pues su hermano Bernardino enfermó en Sicilia de un mal que se lo llevó por delante en un santuario.

El único hermano varón en definitiva con el que había jugado en la niñez y con el que había entrado en la adolescencia con ese gesto de a ver que no se incomoda.

Dolor. Mucho dolor.

Quien mejor lo supo poner en negro sobre blanco fue Carles de la Vega, que describió el momento que vivía su último amigo de esta manera, con unos versos que voy a reclamar.

Así desfallecido en tu sentido, como fuera de ti, por la ribera de Trepanán, con llanto y con gemido, el caro hermano que buscas, que sólo era la mitad de tu alma, el cual muriendo, no quedará ya tu alma notera.

Y tal.

Es decir, ¿por qué? Porque la vida sigue el cual.

Que canta Julio Iglesias.

Allí Fernando Álvarez de Toledo se reencontró con Fabián, es por ser caso de su tío carnal Ibirre de Nápoles de Toledo, y también allí, junto al emperador, visitaron al papa Pablo III en Roma en abril de 1536.

En esa visita Carlos V realizó un discurso por entero de español para sola de sus acompañantes y escarnio del embajador francés.

Que no entendamos, oigan, y esas cosas, diría el embajador, a lo que Carlos V le respondía aquello de más y lo aprendes.

O sea, más y aprendes el español.

En ese discurso el emperador afirmó desear la paz y nada más que la paz.

Pero el francés, en este caso su rey Francisco I, no estaba por la labor y se la volvió a liar.

Por lo que Carlos V determinó allá por el mes de mayo de ese mismo año darle los dos carrillos a ser posible en una expedición que atravesó los Alpes para entrar en la provincia.

¿Cómo anduvo? Siglos atrás, pero a revés.

En palabras del Marqués del Vasto que Henry Cameron recoge en su biografía del Duque de Alba, y cito textualmente, el emperador nunca ha reunido en el campo de batalla un ejército tan grande y bien equipado para luchar contra otra potencia cristiana.

Por resumir, ese ejército estaba compuesto por 2.000 españoles y 15.000 lasquenetes, todos ellos al mando de António de Leiva, que por cierto cerraría sesión en esta campaña, y el propio Carlos V.

El objetivo era turismo.

Vale, vale, demasiado turismo.

Por lo que la cosa se quedó en la provincia.

Y aún así no se pudo conseguir porque Carlos V y su ejército tuvieron que retirarse de Italia, pero le bastó al emperador para soltar las sas de ¡Eh, que cuando quiera vuelvo y te doy sopas cuando quiera que lo sepan! Decía el comienzo de este capítulo tanto más que el que decía haber José Luis morido en la segunda de Torrente.

¿Os acordáis de aquí? ¡De dolor! ¡De mucho dolor! Pues en uno de los episodios de esa cometida imperial, quizás el más absurdo de todos, perdió la vida el poeta, el soldado, casi el alma gemela del Duque de Alba, que no era otro que Garcías de la Vega, y lo hizo en el asalto a una torre llamada Lemoyne.

Insisto, el asunto absurdo, lo siente.

Pues en esa torre se habían refugiado unos campesinos al igual que cuenta ser William Maltby en su biografía del Duque.

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