#269 Mujeres y hombres y viceversa 6f6c5p

¡Muy buenas a todos! Soy Rubén Espinosa y esto es Hijos de la Resistencia, el podcast. Un programa en el que ahondamos en este tipo de deportes y en el que abrimos las puertas a que deportistas, entrenadores e investigadores nos aporten todo lo que saben para que entrenemos más y mejor. ¡Muy buenas a todos! Bienvenidos, bienvenidas al mejor momento de la semana, bienvenidos al podcast de Hijos de la Resistencia. He debatido mucho conmigo mismo sobre qué enfoque debía darle a esta historia y a la temática que traigo hoy porque era algo que yo sin ninguna duda quería tratar y quería contar en este programa, pero que obviamente podría llegar a ser un tema fácilmente manipulable y fácilmente politizable para las mentes más perversas que a día de hoy pues están ahí.

Entonces he de decir que he tenido ciertas dudas acerca de qué enfoque darle al contenido que te traigo hoy y finalmente me he decidido por hacerlo de una manera honesta, de una manera desinteresada y de una manera absolutamente divulgativa, científica y como vas a poder comprobar hoy te diría que incluso amena, amable y divertida. Toda intención que tenga cualquier persona de hacer del contenido de este episodio un discurso ideológico o un discurso político que sepa que va a obtener por mi parte desde ya mi más absoluto rechazo porque es un aspecto en el que ni quiero ni voy a entrar. Dicho esto vamos a disfrutar porque independientemente de la idea preconcebida que tengas en tu cabeza sobre lo que son los hombres, las mujeres y viceversa, en este episodio vamos a aprender mucho y vamos a disfrutar. ¡Vamos allá! El 10 de julio de 1961 nació en Vigo nuestra protagonista de hoy o una de nuestras protagonistas María José Martínez Patiño.

En aquel momento María José era una niña que desde muy jovencita demostró a sus padres y a sus entrenadores un talento innato para el atletismo. Todo lo que fuera correr y todo lo que fuera saltar se le daba prodigiosamente bien y como no podía ser de otra manera pues a medida que fue especializándose llegó a ser realmente buena en las carreras de vallas, en el paso de vallas. Fíjate que a los 17 años María se convirtió en la primera mujer española en recibir una beca para entrenar en la famosa residencia Blume de Madrid junto al centro de alto rendimiento y en 1983 pues María ya había dejado una huella en la historia del atletismo español. En el campeonato mundial de atletismo de Helsinki María logró su mejor marca internacional en los 100 metros vallas. Ojo al dato, 13,78 segundos.

Te propongo el reto de que intentes correr 100 metros normales sin vallas a ver en cuánto paras el crono. Es una auténtica barbaridad para una chica en aquella época en la que obviamente pues había menos personas o menos representación femenina en el deporte de alto nivel. La verdad es que todo apuntaba a una trayectoria prometedora en el atletismo de élite hasta que ocurrió algo. Cuando ella tenía apenas 24 años en 1985 María cometió un error, si es que podemos llamarlo así, que desencadenó una serie de acontecimientos que la marcarían para siempre. Fue en los Juegos Mundiales Universitarios de Kobe en Japón. Al llegar a la competición María se dio cuenta de que se había dejado el certificado médico habitual que todos los atletas necesitan presentar y se lo había dejado en España y se dio cuenta antes de competir cuando ya había llegado a Kobe, a Japón.

Como no lo llevaba encima pues tuvo que hacerse uno allí mismo y con todo ello pues tuvo que hacer una de las pruebas que se hacían en aquel momento para lo que llamaban la prueba rutinaria de verificación de sexo que es o era en aquel momento el raspado bucal. Te raspaban con un palillo en la boca, te cogían saliva y analizaban tu ADN y tu genética.

Hasta entonces estas pruebas eran un procedimiento habitual en el deporte femenino pues porque había que verificar que las mujeres eran hombres no hacía falta verificar que los hombres lo eran. Los problemas para María pues llegaron esa misma noche cuando el médico del equipo español la llamó y le comunicó