
Descripción de El Velo Obscuro del Templo 2q3k17
Viernes Santo. Jesús muere en la cruz… y en el templo, el gran velo se rasga de arriba abajo. Pero este relato no es como los demás. En esta historia ficticia, el desgarramiento no solo representa el a la presencia divina, sino también la apertura de una prisión ancestral. Un oscuro secreto ha estado encerrado por siglos detrás de ese velo… hasta ahora. “El Velo Obscuro del Templo” es una historia especial de Semana Santa escrita para estremecer tus creencias y hacerte dudar de lo que ocurrió en ese instante sagrado. Escucha el nuevo episodio de El Narrador de Historias, un podcast de leyendas, relatos ficticios y experiencias reales enviadas por los oyentes. Disponible en: Spotify, Amazon Music, Apple Podcast, Castbox, iVoox e IHeart Radio. ¿Tienes una historia que contarnos? Escríbela a: [email protected] Yo… soy el narrador de historias. Buenas noches. 25s20
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¡Bienvenido a El Navador de Historias! Cuando el Hijo del Hombre exhaló su último aliento en la cruz, la tierra tembló.
No como tiembla en una tormenta, sino como si algo de una flella se hubiera despertado.
En lo alto de la Golgota, los soldados cayeron de rodillas, las piedras se partieron y en el corazón de Jerusalén, en el mismo templo, una columna del techo se desprendió con violencia y cayó pesadamente sobre el velo que separaba lo sagrado de lo profano.
Ese velo no solo dividía al Hombre de Dios, también ocultaba algo más, un secreto que nunca debió salir a la luz.
Asarias, un joven levita del templo, fue testigo de todo.
Él estaba ahí, de pie, mirando cómo esa tela antigua, gruesa como el muro de una casa, se rasgaba desde arriba hasta el suelo, dejando al descubierto algo que no estaba en ninguna profecía.
Ahí, en lo más profundo del Santa Santorum, donde una vez reposó el arca, yacía una abertura en el suelo, una grieta negra como la noche misma, de donde se elevaba un vapor espeso y frío, y de este abismo algo emergió.
No tenía ojos, pero lo vio, no tenía boca, pero susurraba.
Asarias intentó correr, pero cada paso lo alejaba menos de esa cosa, como si el templo mismo se cerrara sobre él, como si hubiera sido elegido desde antes de nacer.
Esa noche, no volvió a su casa. Sus hermanos lo buscaron, su padre oró, pero solo encontraron su manto tendido frente al altar, y junto a él, marcas de garras talladas en la piedra.
Nadie más quiso entrar al lugar, y semanas después, los romanos destruyeron el templo.
Pero no fue por rebelión, como cuentan los libros, fue por miedo. Los soldados decían haber visto sombras que se arrastraban por los corredores, escuchaban rezos en lenguas que nadie conocía, y algunos despertaban con los ojos completamente negros.
Se dice que aquello que el velo contenía aún camina por este mundo, en lugares sagrados profanados, en iglesias donde ya no se reza, en los rincones oscuros del alma de los hombres.
Porque el velo no solo separaba a los santos, era a la última cual, que ahora conoces esta historia, deberías preguntarte, ¿cuántas puertas más han caído sin que nos demos cuenta? Yo soy, el narrador de historias. Buenas noches.
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