El Tomo Negro de One Piece 4y6w3c

El narrador de historias.

Debo compartir con ustedes.

Hace algunos meses asistí a una convención de manga y anime.

Ya saben, esas enormes reuniones donde el aire huele a entusiasmo, sudor y videos instantáneos.

Cosplayers caminando con orgullo, puestos repletos de figuras de colección.

Y claro, miles de fanáticos buscando un tomo, una edición rara o simplemente un lugar entre los suyos.

Entre todo este caos, mientras caminaba cerca de los baños portátiles.

Porque sí, ahí suelen estar los puestos más escondidos.

Noté algo extraño, un joven con aspecto otaku, tradicional, lentes gruesos, camiseta descolorida.

De algún anime de temporada y una machila inflada por el peso de su mundo.

Pero lo que me llamó más mi atención no fue su apariencia, sino su expresión.

Vacía, como si estuviera sacando algo desde adentro.

Como si estuviera seco, como si llevara días sin alma.

Me acerqué, más por instinto que por otra cosa.

Y cuando le pregunté si se sentía bien, me tomó del brazo con una fuerza desesperada y me dijo.

Lo encontré, lo encontré en Jinbocho, y no debía abrirlo.

Apenas podía sostenerse, lo ayudé.

Se sentó detrás de una cortina improvisada, entre cajas vacías y restos de cartón.

Y ahí, entre respiraciones entrecortadas y un sudor frío que no le correspondía al clima, comenzó a hablarme.

Dijo que había viajado a Japón, que ese era su sueño, desde que tenía memoria.

Quería recorrer Akihabara, comprar figuras exclusivas, perderse entre estanterías infinitas de mangas olvidados.

Y fue en uno de esos paseos donde lo encontró, Jinbocho.

Un distrito viejo, famoso por sus librerías de segunda mano, callejones donde los libros parecen respirar polvo y los anaqueles crujen como huesos cuando los tocas.

Ahí, en una tienda sin nombre, en un rincón tan estrecho que apenas cabía de lado, descubrió el Tobion.

No tenía número, no tenía título, solo una portada negra, totalmente negra, excepto por una calavera de líneas finas, con un sombrero de paja mal dibujado, y unos ojos huecos que parecían mirarte.

Pensó que era una edición especial que iba a ser publicada, quizás un homenaje de algún fan, el encargado de la tienda ni siquiera recordaba haberlo puesto ahí, le costó solo 100 yenes, menos de un dólar.

Esa noche, en su hostal lo abrió, y fue ahí donde todo comenzó a morir.

La historia era diferente, parecía One Piece, pero no lo era.

Luffy aparecía así, pero su rostro estaba cubierto por sombras, no reía, no gritaba en su sueño.

Solo hablaba con alguien, una figura entre las olas negras, de ojos sin forma y dientes como coral estillado.

Hacía un trato, a cambio de fama eterna, y una tripulación que jamás lo abandonaría, él entregaría almas.

Cada lector sería un tributo, cada página, una mordida al alma del que la leía.

Las viñetas mostraban escenas incómodas, Sanji cocinando carne humana, Zoro cortando niños por horror, Nami llorando frente a una tumba donde su nombre ya estaba grabado, y Luffy, Luffy sonriendo con la boca abierta.