
Teoría de la Simulación. Cap.2- La atracción por las pantallas 1s1148
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En este capítulo 2 llamado "La atracción por las pantallas se presenta una teoría intrigante: nuestra profunda fascinación por las pantallas no es simplemente una consecuencia de la tecnología moderna, sino que podría ser un reflejo estructural de la interfaz de una simulación en la que podríamos estar inmersos. Se argumenta que nuestra atracción visceral hacia ellas, incluso en bebés, sugiere una inclinación natural a buscar puntos de a capas más profundas de un sistema. Se propone que las pantallas actúan como metáforas funcionales de una interfaz de control, similar a las opciones en un videojuego. Esta inclinación podría ser una especie de "instinto técnico" o búsqueda de una conexión con el origen de nuestra realidad. Lee el artículo completo en nuestro perfil de medium https://medium.com/drusopsicologos 6ql6i
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Vamos a sumergirnos hoy en un análisis bastante particular.
Viene de Druso Psicólogos, de un capítulo llamado La atracción por las pantallas.
Sí, de su teoría de la simulación.
Exacto.
Y lanza una idea, bueno, potente.
Y si esta conexión casi magnética que tenemos con las pantallas no fuera solo cosa de la tecnología moderna.
Efectivamente.
Lo que sugiere el texto es que esa atracción podría ser como un eco, digamos, de la propia estructura de nuestra realidad.
Quizá una interfaz, ¿no? Claro.
Y esto, pues, conecta con ideas como la hipótesis de la simulación que propuso Nick Bostrom hace ya años.
Vamos a ver cómo el texto argumenta esta conexión entre, bueno, nuestro enganche a lo visual y esa teoría tan, tan especulativa.
Justo.
Vamos a desgranar un poco los argumentos que da el texto tocando neurociencia, filosofía, para entender por qué sugiere que podríamos estar casi diseñados para mirar pantallas.
La verdad es que da que pensar sobre nuestra relación con la tecnología.
Totalmente.
A ver, el punto de partida es innegable.
Pantallas por todas partes y una atracción casi visceral hacia ellas.
Sí, es verdad.
El texto destaca algo que, fíjate, llama la atención.
Incluso los bebés casi recién nacidos fijan la atención en ellas.
Es que eso es muy llamativo.
No es solo que haya muchas, es la intensidad de esa conexión.
Y ahí, bueno, ahí entra la hipótesis central del material que estamos analizando.
Sugiere que las pantallas funcionan como, a ver cómo lo dice, metáforas funcionales.
Metáforas funcionales, ¿qué quiere decir con eso? Pues que no serían la interfaz en sí.
O sea, no es que la pantalla del móvil sea la interfaz de la simulación.
Claro, vale.
Sino que su funcionamiento, su forma de interactuar con ellas, nos recordaría inconscientemente a cómo funcionaría una posible interfaz de control de la realidad.
Como si buscáramos puntos de sin darnos cuenta.
Entiendo.
Como una especie de resonancia, ¿no? Con una estructura que no vemos, pero que intuimos a través de la tecnología.
Eso es lo que plantea el texto, sí.
Y busca apoyo en la neurociencia.
A ver, nuestro cerebro, ya sabemos, está muy volcado en lo visual.
Tenemos una corteza visual enorme.
Exacto.
Y las neuronas espejo, por ejemplo, que nos ayudan a entender y replicar acciones que vemos, eso podría explicar por qué nos atrapan tanto las acciones en pantalla.
Tiene sentido.
Y la fuente interpreta la preferencia de los bebés, esa que mencionabas, por los contrastes, el movimiento, la luz de las pantallas, no solo como algo evolutivo, adaptativo.
Que también lo será, imagino.
Claro, pero sugiere que podría haber también una conexión estructural más directa.
Como si en ese estado mental menos condicionado de un bebé, esa conexión fuera más obvia.
Es curioso cómo el texto va más allá de la adaptación.
Sugiere que nuestra propia tecnología, interfaces gráficas, realidad virtual aumentada, no sería solo progreso.
¿Sino qué? Sino una especie de instinto técnico.
Como un intento, quizá inconsciente, de recrear o de reconectar con esa interfaz original de la supuesta simulación.
Vaya.
El texto lo describe casi como una búsqueda de retorno al origen.
Tiene un aire casi espiritual, ¿no? Sí, sí, totalmente.
Y esa idea, pues, se encaja con la filosofía.
El texto menciona a Jean Baudillard.
Ah, claro.
La hiperrealidad.
Exacto.
Su concepto de hiperrealidad.
Un estado donde los simulacros, las copias, sustituyen a la realidad.
Los signos ya no apuntan a nada real fuera de la simulación.
O sea que, según esta visión que presenta el texto.
Nuestra obsesión por las pantallas sería una señal más de que ya vivimos en una capa simulada.
Las pantallas nos mostrarían, pues, otras simulaciones dentro de la gran ficción.
Es vertiginoso.
Y se menciona la paradoja de que justo ahora estamos desarrollando la tecnología VR inmersiva y avanzada, que podría crear esas simulaciones en las que, según esta teoría, quizá ya vivimos.
Es como un círculo.
Nos movemos en una realidad sin origen, como decía Baudillard, según el texto.
Exacto.
Y el texto, al final, no da respuestas cerradas, ¿verdad? Más bien deja preguntas.
Sí, deja preguntas bastante inquietantes flotando.
Como, ¿podría haber pantallas privilegiadas? O sea, ¿interfaces que sí conecten de verdad con el sistema base? Interesante.
¿O por qué ciertos estados, como la infancia o ese trance digital del que habla el texto, esa absorción total frente a la pantalla, parecen facilitar una conexión más profunda? Y la pregunta casi de ciencia ficción.
¿Podríamos hackear la simulación si entendiéramos la interfaz? Bueno, entonces, recapitulando un poco las ideas clave de este análisis del texto de Drusostikólogos, la propuesta central es que nuestra atracción tan fuerte por las pantallas podría ser algo más, más profundo que la tecnología o la adicción.
Sí, podría ser un reflejo estructural, una especie de eco, como decíamos, de la imagen.
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