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Ecos de Asia
Tailandia contra los estafadores, China contra los horarios europeos. ¿Quién manda en Asia?

Tailandia contra los estafadores, China contra los horarios europeos. ¿Quién manda en Asia? 711zh

9/5/2025 · 10:01
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Ecos de Asia

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¿Quién manda en Asia? En este episodio de Ecos de Asia analizamos cómo dos fuerzas externas están redibujando el mapa del poder asiático: el crimen organizado que desborda las fronteras de Tailandia y las regulaciones europeas que obligan a China a reformar su cultura laboral. Mientras Tailandia libra una guerra imposible contra mafias digitales transnacionales, Beijing suaviza su brutal modelo de trabajo para no perder el al mercado europeo. Dos historias distintas, una misma conclusión: la modernización en Asia muchas veces no es una elección, sino una imposición. Hablamos de geopolítica, crimen digital, reformas laborales, China, Tailandia, Myanmar, Camboya, Unión Europea y la presión de Occidente. Un episodio que revela cómo se reconfigura Asia… desde fuera. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/2491431 1q5w46

Lee el podcast de Tailandia contra los estafadores, China contra los horarios europeos. ¿Quién manda en Asia?

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

En el sudeste asiático, cuando se corta la electricidad, no siempre es por falta de pago.

A veces es una estrategia de guerra.

En febrero de 2025, Tailandia ordenó desconectar la luz, el gas y el internet en zonas enteras de la frontera con Myanmar.

El objetivo no era una ofensiva militar, ni un castigo político.

Era algo más oscuro y desesperado.

Cortar el suministro a complejos donde operaban redes de estafa transnacional, manejadas en su mayoría por mafias chinas y ejércitos étnicos.

La lógica era simple.

Sin electricidad, no hay llamadas falsas, ni correos fraudulentos, ni operaciones ilegales.

Pero también sin electricidad, 7500 hogares quedaron a oscuras.

Escuelas cerradas.

Hospitales sin oxígeno.

Miles de civiles atrapados en medio de una guerra silenciosa.

Esta es la nueva geopolítica asiática.

Una donde los estados no luchan solo contra otros estados, sino contra redes sin rostro, sin bandera y con tentáculos globales.

Una donde las reformas laborales o los apagones selectivos no son políticas internas, sino respuestas a presiones externas.

Hoy, en Ecos de Asia, exploramos cómo el crimen organizado y la Unión Europea están obligando a países como Tailandia y China a redibujarse a la fuerza.

Un rediseño sin planos ni garantías.

Tailandia está perdiendo.

Aunque intente negarlo, desde que la primera ministra Paitongtan Shinawatra asumió el poder, declaró como prioridad absoluta el combate contra el crimen transnacional.

En especial, contra los llamados compound scams.

Enclaves operados por redes criminales que engañan, esclavizan y explotan tanto a trabajadores como a víctimas.

Rescataron a miles de personas, lanzaron operaciones en la frontera, emitieron órdenes de arresto contra figuras de peso como el coronel So Chi Tu de la Armada Karen.

Incluso cortaron servicios básicos a regiones enteras.

Pero los resultados son, en el mejor de los casos, marginales.

Porque la lógica del crimen se adapta más rápido que la lógica del Estado.

Y porque cuando se oprime una zona, la red se mueve.

De Myanmar a Camboya, de Camboya a Laos, de Laos de nuevo a la periferia tailandesa.

En Phuapet, Camboya, más de 200 personas fueron rescatadas.

La mitad, tailandeses.

En otras palabras, mientras el Frente Oeste Myanmar sirve como plataforma para estafar al resto del mundo, el Frente Este Camboya es una herida abierta que sangra hacia adentro.

Pero la lucha tiene un costo político.

Porque en un país envejecido como Tailandia, que depende de la migración de Myanmar para sostener su economía informal, cortar relaciones o generar tensiones con el vecino es como quemar un puente que uno mismo necesita cruzar.

¿Y qué hace China en todo esto? Apoya. Supervisa. Exige. A cambio de favores.

El viceministro de Seguridad Pública Liu Zhongji viajó a Tailandia a comienzos de año.

Entró, operó y se disculpó luego por haber sobrepasado los límites diplomáticos.

Pero el mensaje ya estaba enviado.

Quien lidera la guerra contra el fraude en el sudeste asiático también la puede manipular.

China exige cooperación.

Estados Unidos mira con recelo.

Y Tailandia, mientras tanto, baila en la cuerda floja.

Deportando a detenidos uigures a Beijing con las consecuentes sanciones estadounidenses, mientras intenta no perder el favor de ningún bloque.

La paradoja es brutal.

El crimen se mueve con libertad.

El Estado, con miedo.

A miles de kilómetros de allí, otra batalla igual de silenciosa, igual de sistémica,

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