
Descripción de La revuelta de las Alpujarras q3oz
Un conflicto civil sucedido en España y que involucró a dos imperios, dos religiones distintas y múltiples intereses que paralizarían Europa y terminarían en la gran batalla de Lepanto. o4p3e
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La conquista del Reino de Granada por las tropas castellanas, auxiliadas por las de Aragón y algunos mercenarios, unido a un tratado aperturista con los nuevos súbditos de credo islámico, parecía prometer un futuro halagüeño para la religión en Castilla.
Muy pronto se vería que, azuzados por gente como Cisneros o Torquemada, la cosa no iba a resultar tan sencilla. La idea primigenia era cristianizar a los islámicos a medida que convivieran con los cristianos, creyendo que la fe cristiana les resultaría tan encantadora que no podrían resistirse a la conversión. Pero el proceso, que se producía de hecho, no iba a la velocidad que los altos gilifaltes de la iglesia querían. El arzobispo de Granada Pedro Guerrero, un rouco varela de su época, promovió un sínodo para cambiar la política de asimilación por la represión.
Escribieron un parlamento al rey Felipe II, estos prohombres que predicaban tratar al prójimo como a sí mismo, sería que en el fondo gustaban de ser humillados y vejados. Decía que enviaron unas recomendaciones al rey, sugiriéndole prohibir todos los elementos distintivos de los somoriscos, como la lengua, los vestidos, los baños, ceremonias de culto, los ritos que lo acompañaban, las zambras, etc. En realidad estas medidas ya estaban vigentes desde los tiempos de su padre, pero estaban suspendidas.
Carlos I hizo un puchidemón del libro. Dijo que sea todo, lo aprobó, pero lo declaró en suspensión a cambio de 80.000 ducados. Además, los obispos pidieron al rey que se extremaran las medidas de control, proponiendo que en los lugares de los moriscos se asentaran al menos una docena de familias de cristianos viejos, que sus casas fueran visitadas regularmente los viernes, sábados y días festivos, para asegurarse que no seguían los preceptos coránicos, que se vigilara estrechamente a los moriscos notables para que diesen ejemplo y que a los hijos de estos, tal como está registrado, vuestra majestad los mandase llevar y criar en Castilla a la vieja, a costa de sus padres, para que cobrasen las costumbres y cristiandad de allá y olvidasen las de acá hasta que fuesen hombres.
Eso llevó la tensión a cotas extremas. Por otra parte, la Europa de aquella época tenía dos imperios enfrentados entre sí. El Imperio Español, esto es Castilla, Aragón, Nápoles, América, Flandes y los apoyos del Sacro Imperio Romano o Germánico y los Estados Pontificios. Y en el otro estaba el Gran Imperio Otomano.
Como sucediera siglos después entre Estados Unidos y la Unión Soviética, ambos imperios pretendían aumentar su influencia a costa del otro, usando terceros como actores de facto, y así evitar una conflagración directa. Por la época cuyos ecos vamos a rescatar hoy, el gran sultán depositó sus ojos sobre la plaza castellana de Túnez. Bien sabía que no podría tomarla si el rey Felipe enviaba a sus tropas de élite, los famosos tercios, y incluso el resultado de aquello era muy incierto como para arriesgarse.
Entonces decidieron apoyar a sus corregionarios de Granada, a los que engañaron para mantener entretenido a Felipe, mientras ellos sometían la plaza que realmente les interesaba y la fortificaban. La atención de Europa se volvió entonces a las Alpujarras, donde se libró una verdadera guerra civil que acabó en una carnicería incluso excesiva para los estándares de entonces.
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