La grandeza de Alejandro Magno 2o4t53

A lo largo de la historia ha habido individuos únicos que han modelado el mundo de acuerdo a su voluntad. Han marcado hitos fundamentales cuyos ecos modelaron y modelan nuestro día a día, desde Julio César a Praxiteles, desde Gengis Khan a Napoleón. Con todo, el paradigma máximo de estos logros es una persona que veinticuatro siglos después de su muerte aún sigue siendo una de las más grandes figuras de la historia. Estoy hablando de Alejandro Magno.

Tras la muerte de Filipo II, Alejandro ascendió al poder con rapidez para evitar que alguna de las otras esposas del fallecido pudieran reclamar el trono para sus vástagos. Ese control con cierta sangre fue aprovechado por los griegos para sublevarse sobre la hegemonía macedónica. No se habían aún recuperado de las derrotas ante Filipo de la Guerra del Peloponeso y aún así tenían todavía ganas de mandanga.

Estas ciudades sublevadas no creían que Alejandro, un muchacho joven, tuviera una gran capacidad de reacción que les pusiera en peligro. Sin embargo, este movilizó a sus tropas a velocidad récord y marchó rápidamente a Grecia. El paso más lógico para llegar se abría en un paso a los pies del Monte Osa, llamado Paso del Temple.

Sin embargo, al igual que en las Termópilas, apostar allí un contingente no muy numeroso servía para que fuera muy difícil su , y así lo hicieron los ciudadanos de Tesalia. Alejandro era consciente que no podría atravesar el paso y que una batalla directa contra los tesalios le haría perder muchos efectivos. Era su gran prueba de fuego.

Todo el mundo helénico miraba hacia él. ¿Cómo superar a los tesalios sin tener bajas? ¿Cómo demostrar a los griegos la grandeza de su persona con el fin de atraerlos a su amistad y no a la guerra? Frecuentemente esta situación habría llevado a una retirada o una batalla sangrienta, pero Alejandro Magno no llegó a ser quien fue por su cara bonita.

Se marchó a las minas de la región, reclutando a 500 esclavos a los que ofreció la libertad a cambio de una pequeña tarea. Voluntarios no le faltaron. Les ordenó tallar una escalera en la montaña en tiempo récord y lo suficientemente ancha para el paso del ejército, y debían hacerlo para Masinri sin que llamara la atención de los tesalios. Las fuentes nos indican que la escalera tallada habría llevado un mes como poco hacerla, un mes trabajando las 24 horas. Aquellos 500 esclavos la hicieron en tan solo siete días, sin que los tesalios se coscaran de nada.

Una vez realizada, Alejandro lideró a 3.000 soldados en un avance nocturno a lo largo del monte Osa, que los llevó directamente a la retaguardia de los tesalios. Al amanecer, el paso del templo estaba dominado por soldados macedonios en ambos extremos y los tesalios se veían impotentes para huir de la trampa. Su general no tuvo más salida que rendir el lugar y permitir que Alejandro continuara su camino sin una sola baja en su ejército. Los griegos aprendieron ese día que Alejandro no era un rival para mensupreciarle. El resto es historia. Nos oímos en una semana, y hasta entonces, sed felices.