Rasgos de un cristiano auténtico | Juan Varela 2r5b2m

Sí, es un placer, una bendición estar aquí, gracias por la invitación.

Nos sentimos muy honrados.

Y ayer fue un día hermoso, en primer lugar, para nosotros.

Cuando uno comparte, recibe un de aquellos que lo escuchan, y ustedes son muy buena tierra, y eso se percibe, y nos encanta.

Nos encanta porque nos anima eso, a seguir adelante.

Ayer mencionábamos que vivimos en la época de la posverdad.

Podemos poner la presentación ya.

Vivimos en la época, lo que se da en llamar la posverdad.

Es decir, hemos superado la verdad como concepto absoluto, y entonces cada uno tiene su propia verdad.

Vivimos en lo que se da en llamar, bueno, fíjate que hace como 25 años, se hablaba de la época de la increencia.

Era una época donde nadie creía en nada que no fuera empíricamente demostrable.

Desde hace 10 años, más o menos, con lo que se da en llamar la llegada de la modernidad líquida, y lo que mencionábamos ayer, de la cultura gaseosa y toda esta locura que nos viene encima, hablábamos, o se hablaba, de la época de la pancreencia.

No ya de la increencia, sino de la pancreencia, del griego pan, todo.

Es decir, la creencia en cualquier cosa menos en el cristianismo oficial.

Eso es la cultura judio-cristiana, eso es lo que hay que rebatir y lo que hay que extinguir.

De manera que vivimos en la época de la pancreencia.

Hace unos añitos estábamos con María del Mar en Cuba, y paseábamos por la Habana, y de pronto nos paramos en una placita, y había una señora inmensa, era negra grandota, con unos labios de esos caribeños, y tenía un puro habano, como de medio metro, ahí en la boca, ¿no? Y una mesa con huesos, ceniza, bueno, era una santera.

Y le digo a María del Mar, qué interesante esta señora, vamos a preguntarle a ver en qué cree.

Total, que me acerco a la buena señora y le digo, buenos días, sin soltar el puro, y ella me dice, buenos días, mi amor.

Y le pregunto, bueno, señora, ¿usted en qué cree? Y me dice, mi amor, su respuesta, ahora te la digo, constituye el espíritu de esta época.

Me dice, mi amor, yo creo en lo que tú quieras.

Y de eso va la sociedad que nos contempla, de la creencia en cualquier tipo de cosa, menos en la cultura judio-cristiana, que es lo que hay que combatir.

Por eso, hoy en día, la verdad se encuentra tan diluida, que es difícil discernir cuando uno vive algo auténtico.

Vivimos en la época de las fachadas, en la época donde una cosa parece que es, pero luego resulta que no es.

Hay tantas copias, tantas emulaciones de la verdad con mayúscula, que a veces nos resulta difícil y complicado distinguir, de pronto, cuando uno es un cristiano auténtico.

Bueno, cuando estábamos aquí en Barcelona estudiando con María del Mar, hace treinta y pico de años, cuando nos casamos en el año 94, compramos, vivíamos en Casteldefels, ¿verdad? Casteldefels en el 94. Estaban de moda los móviles, acababan de salir hace poquitos años atrás, era la última novedad, y de pronto vamos con María del Mar a una tienda y compramos un móvil.

Mira, los que se acuerden, eran unos ladrillotes tremendos, con un antenota, aquello, y entonces fuimos a comprar uno, y era de la marca, además, Panasonic.

Dijimos, bueno, calidad, porque costaba bastante barato.

Total, que compramos aquel móvil, el primer día bien, el segundo, al tercer día, aquello comenzó a tener interferencias.

Y claro, decidimos llevarlo a la tienda para que nos lo cambiaran.

Entonces, buscamos el embalaje original, y cuando yo me voy a fijar en el embalaje original, me doy cuenta de que el famoso móvil no era Panasonic, era Panasoanic.

Era una pésima, pésima copia de un buen original.

¿Cómo distinguimos cuando uno es un cristiano auténtico en medio de tantas falsas copias, en medio de tantas verdades? Ah, ¿será que uno es un cristiano auténtico? Pregunto, cuando de pronto asiste al culto dominical, a la reunión de oración, al estudio biblio.