
Un ciudadano ejemplar (pt. III) | Samuel Escobar 57476a
Descripción de Un ciudadano ejemplar (pt. III) | Samuel Escobar 2i1cl
En esta segunda parte, observamos el llamado de Cristo a tener hambre y sed de justicia, no como una opción superficial, sino como una necesidad espiritual tan vital como el alimento físico. La justicia, entendida en sus dimensiones moral y social, refleja el carácter santo de Dios. Vivir conforme a esa justicia debe ser el anhelo profundo de los hijos de Dios. Asimismo, la misericordia no se reduce a una compasión emotiva; la misericordia a la que estamos llamados es activa, restauradora y comprometida con la verdad. En medio del caos y la incertidumbre del mundo, los hijos de Dios somos llamados a encarnar con fidelidad el carácter de Cristo. 1e7025
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Bueno, hoy vamos a poner esa tercera parte de lo que viene compartiendo durante este último mes y medio.
Ustedes saben que arrancamos con una serie basándonos precisamente en la palabra pastoral de este año de Experiencial.
Uno de los puntos que dimos al inicio de esa palabra nos habla acerca de vivir las diferencias y ustedes, aquellos que han estado en el grupo pastoral, han podido profundizar un poquito más en eso, entre las diferencias de ese Evangelio de Poder, cuáles son esas características de ese Evangelio de Poder y la diferencia y características de ese Evangelio de Palabras.
La Biblia nos habla mucho acerca de lo que viene a ser ese Evangelio de Palabras y datos en los que hay distinciones muy claras de lo que representa vivir en ese Evangelio de Palabras y lo que representa y lo que implica vivir en ese Evangelio de Poder.
No queremos ser una iglesia que viva palabras, sino que viva un poder del Espíritu Santo.
Esa es nuestra meta, ese es nuestro deseo.
El tema está en cómo poder llegar a vivir eso.
Y en la Palabra de Dios, la Biblia claramente nos habla, en un momento dado, cuando Jesús, aquí en el Sermón del Monte, esa joya literaria, gran, valorada por, no solamente aquellos que son creyentes, sino también por gente no creyente, gente atea, que dice, guau, el Sermón de las Bienaventuranzas, el Sermón del Monte, junto con las Bienaventuranzas, es algo increíble, es un modelo de vida, son distintas, es ética pura de cómo vivir.
Ustedes saben perfectamente que yo hablé de esto en la parte 1, si usted ha llegado hoy y se perdió la parte 2 y la parte 1, yo le invito a que pueda ver en el canal de YouTube, donde tenemos todas las predicaciones, pueda ver la parte 1 y la parte 2 para no perderte demasiado y poder enganchar el hilo, porque es ahí donde, en la primera parte, precisamente, ese primer culto, por aquí decirlo, fue donde yo, de alguna forma, puse las bases y por qué hablamos de esto.
Pablo, el apóstol Pablo, hablaba a la iglesia de Corinto y, precisamente, les decía, les hablaba acerca de la importancia de vivir aquello que creemos, es decir, lo que hacía era vincular la doctrina con la conducta, de nada sirve la doctrina si luego no hay una conducta que respalde aquello que estamos enseñando.
Entonces, eso es importante porque es una carencia que, generalmente, hemos tenido y una de las cosas que el cristianismo tiene es que, precisamente, muchos decimos ser hijos de Dios, muchos decimos ser cristianos, seguidores de Jesús, pero no actuamos como tales.
Entonces, ahí se genera una incongruencia y es entonces donde empezamos a vivir en ese evangelio de palabras y, por ello, de alguna forma, durante estas semanas o mes y medio hemos hablado acerca de ese evangelio de poder que, finalmente, es lo que encontramos en la palabra.
Voy a leer el texto clave que arrancaba y ponía como fundamento este ciudadano ejemplar, esta predicación, Un ciudadano ejemplar, parte 3, y dice «Solamente os ruego que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que sea que vaya a veros o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu y que combatís unánimos por la fe del evangelio».
Ahí, anteriormente, las bienaventuranzas habíamos visto, habíamos hablado de los pobres en espíritu, habíamos hablado de los que lloran, habíamos hablado de los mansos, de los que tienen hambre y sed de justicia y habíamos visto los misericordiosos.
Ahora bien, hoy vamos a ver los tres últimos.
En primer lugar, cuando la Biblia nos habla acerca de bienaventurados, en el versículo 8, bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a quién, a Dios.
Automáticamente, cuando yo leí este versículo, vino a mi mente un recuerdo de mi niñez y que posiblemente muchos de los que hemos nacido en la Iglesia recordemos cuando nuestros profesores de escuela dominical nos explicaban acerca de que cuando decimos mentiras, decimos palabrotas, desobedecemos a los papás, etc., el corazón se pone de qué color, negro, el corazón se pone de color negro y, sin embargo, cuando actuamos bien, nos decimos palabrotas, nos comportamos, etc., el corazón se pone de color, ahí los cules dicen rojo y los del Madrid dicen blanco.
Entonces tenemos ahí una dicotomía de qué color se pone.
Blanco, bueno, vamos a decir, en realidad el color del corazón original va a ser siempre de color rojo.
Y tiene inclusivo un poquito de azul.
Tiene inclusivo un poquito de azul.
El corazón nunca, por más que se limpie, se va a poner blanco, jamás.
Así que, bueno, he ahí el corazón rojo.
Amén, amén, amén, claro que sí, amén.
Bueno.
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