
PODEMOS RECORDARLO TODO POR USTED un relato de Philip K. Dick w3u5a
Descripción de PODEMOS RECORDARLO TODO POR USTED un relato de Philip K. Dick z3m5u
"Podemos recordarlo todo por usted" publicado en 1966 por Philip K. Dick, es un relato de Ciencia Ficción en el que el autor es capaz de explorar y transformar a un personaje aparentemente común, intrascendente y aburrido de su propia vida en el protagonista de una aventura en la que la realidad pasa de la fantasía o realidad falsa implantada en su cerebro, a la verdadera realidad sin que podamos advertir cual es la verdadera y cual es la falsa. El protagonista, Douglas Quail es un hombre común que vive una vida monótona como oficinista en un futuro distópico. Está obsesionado con la idea de viajar a Marte, un sueño que parece inalcanzable debido a su situación económica y social. En lugar de un viaje real, Quail decide acudir a Rekal Incorporated, una empresa que ofrece implantar recuerdos falsos tan vívidos que parecen reales. Quail solicita un recuerdo de ser un agente secreto que viaja a Marte, completo con detalles emocionantes y heroicos. Sin embargo, durante el procedimiento, los técnicos de Rekal descubren algo inesperado: Quail ya tiene recuerdos reprimidos de haber sido un agente secreto en Marte. Estos recuerdos no son ficticios, sino reales, y han sido borrados o suprimidos por una organización poderosa, posiblemente el gobierno o una entidad interplanetaria. Mientras intentan manejar esta revelación, Quail comienza a recuperar fragmentos de su pasado, lo que lo pone en peligro, ya que su verdadera identidad como agente amenaza a quienes lo controlan... Lo interesante de este relato es, sobre todo, la capacidad del autor para pasar de una realidad a otra sin solución de continuidad, por lo que al lector le resultará estimulante, como ejercicio intelectual, comprobar si es capaz de saber qué identidad es la verdadera: puede que todo sea el recuerdo implantado, puede que haya parte de recuerdos implantados y parte de realidad, puede que todo sean recuerdos implantados, incluido el mediocre Quail oficinista. A partir de aquí, cada uno puede especular sobre la propia identidad, si uno realmente es quien cree ser o si, en realidad, es un producto más... Y ahora...¡Que comience la función! 3e3t2t
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Podemos recordarlo todo por usted. Un relato de Philip K. Dick. Despertó y deseó estar en Marte. Pensó en los valles. ¿Qué se sentiría al caminar por ellos? Creciendo incesantemente, el sueño fue en aumento a medida que recuperaba sus sentidos. El sueño y el ansia. Casi llegaba a sentir la abrumadura presencia del otro mundo, que solamente habían visto los agentes del gobierno y los altos funcionarios. Y un empleado como él. No, no era probable. ¿Te levantas o no? Preguntó su esposa a Kirsten.
Con tono soñoliento y con su nota habitual de mal humor. Si estás ya levantado, oprime el botón del café caliente en el maldito horno. Está bien. Respondió Douglas Quayle. Descalzo, se dirigió desde el dormitorio a la cocina. Allí, tras haber hecho presión obedientemente sobre el botón del café caliente, tomó asiento ante la mesa, extrajo un bote pequeño, de color amarillo, de buen Diane Swift. Inhaló profundamente y la mezcla Bu Nash le produjo picor en la nariz y al mismo tiempo le quemó el paladar.
Pero continuó inhalando. El producto le despertó y permitió que sus sueños, sus nocturnos deseos, sus ansias esporádicas, se condensaran en algo parecido a la racionalidad. Iré, se dijo a sí mismo. Antes de morir, veré Marte. Por supuesto era imposible y, aun soñando, esto lo sabía muy bien. Pero la luz del día, el ruido habitual que hacía su esposa al cepillarse el cabello ante el espejo del tocador, todas las cosas conspiraron repentinamente para recordarle lo que él era.
Un miserable empleado asalariado, se dijo con amargura. Kirsten le recordaba tal circunstancia por lo menos una vez al día, y él no la culpaba por ello. Era una labor de esposa lograr que el marido asentara los pies firmemente sobre la tierra. En la tierra, pensó, y se echó a reír. La frase le hacía gracia. ¿En qué estás pensando?, preguntó la esposa, cuando entró en la cocina arrastrando por el suelo un pico de su larga bata de color rosa. Apuesto que estás soñando de nuevo.
Estarás en las nubes como siempre. Tienes la cabeza llena de pájaros.
Sí, respondió él, mirando por la ventana de la cocina hacia los taxis aéreos y demás artilugios volantes, así como a la gente que se apresuraba para acudir a su trabajo. Al cabo de un rato, también él estaría entre todas aquellas personas, como siempre. Apuesto a que tus sueños tienen algo que ver con alguna mujer, dijo Kristen, sonrojándose. No, contestó, con un dios, con el dios de la guerra.
Tiene maravillosos cráteres y en sus profundidades crece toda clase de vida vegetal. ¡Escucha!, dijo Kristen, agachándose a su lado y hablando calurosamente, a la vez que abandonaba por unos instantes el tono normal y áspero de su voz. El fondo del océano, nuestro océano, es infinitamente más bello. Lo sabes bien, todo el mundo lo sabe.
Alquila para el equipo de branquias artificiales. Pide una semana de permiso en el trabajo y podremos sumergirnos y vivir en uno de esos maravillosos lugares de recreo acuáticos que están abiertos todo el año y además... La mujer se detuvo y añadió, tras una breve pausa, no me escuchas, deberías hacerlo.
Eso es mucho mejor que tu obsesión por Marte. Ni siquiera me escuchas. Cielo santo, estás condenado, Duke. ¿Qué va a ser de ti? Me voy a trabajar, dijo él, poniéndose en pie y olvidándose del desayuno. Eso es lo que va a ser de mí. La esposa lo miró con expresión dubitativa y dijo, cada día estás peor, más y más fantástico. ¿A dónde te va a llevar todo esto? A Marte, contestó, abriendo la puerta del armario para coger una camisa limpia. Tras haber descendido del taxi, Douglas Quayle caminó lentamente a través de tres abarrotadas calzadas especiales para peatones, dirigiéndose hacia aquel umbral moderno y alegre.
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