La perra - Socorro Venegas 4ui1i

Todos tenemos un padre y una madre, todos salimos de algún lugar, pero es de la figura, del espectro, del reflejo de ese padre y madre o quienes ejercieron los roles que más nos cuesta despegarnos a lo largo de la vida, para bien o para mal. Hola, ¿cómo están? Bienvenidos a Audiolibros por qué leer. Mi nombre es Cecilia Bona, los acompaño cada semana con lecturas de ficción y de no ficción también, en alguna oportunidad, para que tengan literatura para escuchar, para leer de otra manera. Hoy voy con el cuento La perra, de la escritora mexicana Socorro Venegas.

A Socorro la conocí, más allá de que después pude verla personalmente, pero la conocí a través de su literatura, con el libro La noche será negra y blanca, una novela que acá en la Argentina editó la parte maldita, Editorial Independiente, y buscando cuentos, textos para leer de autores latinoamericanos, en particular para esta edición quería una autora latinoamericana, encontré que se realiza a instancias del Instituto Cervantes, un festival que se llama Benengeli, lo van a encontrar como la Semana Internacional de las Letras en Español, se hace todos los años y en la edición de 2023, Socorro Venegas fue una de las invitadas.

Les cuento todo esto porque más allá de que es el origen de donde encontré el cuento La perra, en la página del Instituto Cervantes, que van a encontrar googleando Benengeli, van a encontrarse con una cantidad de autores de habla hispana impresionante, que pueden llegar a ser incluso puertas de entrada a distintas literaturas hispanoamericanas de países latinoamericanos y también de la península ibérica, es un festival súper completo, se realiza en un montón de ciudades, dura una semana, bueno chequen por ahí y volviendo al cuento de hoy, no les voy a adelantar mucho, sí que es bastante sentido, que es bastante fuerte, que toca la temática de la paternidad desde el punto de vista de una niña, de una hija y al mismo tiempo cuando esa hija era niña, tiene algunas escenas que por ahí son bastante emotivas, fuertes, se los advierto, me gusta avisarles siempre porque depende cómo estén de ánimo, a veces estos cuentos son bastante movilizantes. Ahora sí, basta de preámbulos, vamos a la lectura.

Pero fue precisamente ese gesto con el que quería hacerse invisible lo que me llevó a inclinarme y buscarle el rostro. Parecía raro, pero no supe de inmediato por qué.

Se había arrancado las pestañas, todas. Tengo ocho años, despierto sobresaltada en una cama que no es mía, mientras escucho una melodía que me estremece. Es la voz de Ramón Ayala, el famoso cantante de música norteña, favorito de mi padre. Me tallo los ojos y voy recordando. El acordeón abre y cierra sus notas en el aire. Vine con papá a la casa de mi tío Juan, una fiesta no sé de qué. La canción es la historia de un hombre alcohólico abandonado por su mujer.

Su hijo pequeño pide limosna en la calle para que él siga bebiendo, pero una gélida noche no ha logrado ganar una sola moneda. El hombre lo golpea y lo manda de nuevo a mendigar. A la mañana siguiente, continúa la canción, esto es lo que ve en la calle. Ahí estaba mi hijo tirado, había muerto de hambre y de frío. El padre encuentra en la mano del niño dos monedas cuyo destino era alimentar su vicio.

Al quedarse dormido no escuchó que el chico llamaba a la puerta.

Tengo ocho años, no sé llorar como otras niñas. A ellas no les cuesta ningún esfuerzo. Yo me trago las lágrimas, ríos de ellas, sin hacer ruido. Tiemblo, como si el frío de esa noche cantada se metiera en mi cuerpo. Mamá me hizo acompañar a papá para que no la engañe, así que me