Nº 152-VIAJEROS ROMÁNTICOS - “RONDA EN LA RUTA ROMÁNTICA DEL BAJO GENAL” - Anatole Demidoff (IX) 521725

Una ciudad, ronda, dos territorios en uno, la serranía rondeña y el campo de Gibraltar, unos personajes, arrieros, contrabandistas, guerrilleros, bandoleros, serranos y un programa en coperronda, viajeros románticos, con Faustino Peralta, cronista oficial de la ciudad de ronda. Buenas tardes y bienvenidos de nuevo a nuestro programa viajeros románticos aquí en coperronda, encantado de estar una semana más con todos ustedes. Ronda en la ruta romántica del Bajo Genal. Anatol Demidov, novena parte, fecha del viaje 1847.

En el episodio anterior Demidov recoge en su relato las conversaciones que mantienen Fariñas, Espinel y Reynoso. En el libro de Juan María Rivera Valenzuela, diálogos de memorias eruditas de la ciudad de ronda, sobre una inscripción romana que apareció insertada en una de las puertas de las murallas rondeñas, que indicaba con precisión qué lustre y qué honor disfrutaba la ciudad vieja de Arunda, que corrobora su denominación romana de la actual ronda. A la que Fariñas, uno de los famosos interlocutores rondeños de dichas conversaciones, se refiere a continuación.

Aquí la tienes. Esta piedra y su inscripción, fragmentos de un pedestal sin duda, que dejan en claro que la ciudad estaba gobernada por Decuriones y que era un municipio, una ciudad municipal. Este último punto aparece al tener la facultad de levantar estatuas, un privilegio reservado para este orden de ciudades. También se confirma formalmente el nombre de Arunda, un nombre que tuvo que ser alterado sólo en los tiempos de los morros.

Aquellos tenían la costumbre de pronunciar la consonante R fuertemente, como si se trataba de dos R's. Pronto se elimina la A. En cuanto a la U latina, los antiguos españoles, así como los morros, casi siempre la han reemplazado por la letra O. Así ha ocurrido también con Pollo, Melodías, Torres, etc. El bosque sagrado, Lucus, del que estamos hablando aquí, ha sido llamado el bosque de los Augustos, el bosque de los Césares. Era una arboleda al lado de un templo, según la costumbre de Roma.

El lugar más tarde se llamó Prado de los Potros, la Pradera de los Potros, y sirvió como pasto comunal. Ciertamente la estatua tan claramente indicada en nuestra inscripción fue descubierta en este mismo lugar en el año 1580, ocho años después de la piedra misma. Era una preciosa figura de mármol de una sola pieza, a excepción de la cabeza, que era una pieza separada. Todo estaba intacto. Don Juan Rivera, que la vio, pudo constatar triunfalmente que la figura vestía el traje municipal, es decir, la túnica con rayas angostas.