Nº 148-VIAJEROS ROMÁNTICOS - “RONDA EN LA RUTA ROMÁNTICA DEL BAJO GENAL” - Anatole Demidoff (V) 551c6q

Una ciudad, ronda, dos territorios en uno, la serranía rondeña y el campo de Gibraltar, unos personajes, arrieros, contrabandistas, guerrilleros, bandoleros serranos y un programa en coperronda, viajeros románticos, con Faustino Peralta, cronista oficial de la ciudad de ronda. Buenas tardes y bienvenidos de nuevo a nuestro programa viajeros románticos, aquí en coperronda, encantado de estar una semana más con todos ustedes. Ronda en la ruta romántica del Bajo Genal, Anatol de Midov, quinta parte, fecha del viaje 1847 y seguimos con este extraordinario viajero ruso en su visita ronda.

En esta ocasión se decide bajar hasta el Tajo y lo hace en burro, de esos que realizaban el servicio para bajar el grano a los molinos de la ladera occidental, para después subir la molienda convertida en harina. Después visitamos el Tajo, es decir, que descendimos, no sin cansancia, hacia las escarpaduras donde el río se precipita hacia el fondo del valle. Un sitio pleno de grandeza, de agraciada frescura, de lugares pintorescos y peligrosos.

No falta nada en esta caminata para convertirla en conmovedora excursión para turistas. Continuamos desde el puente hasta el río por rampas estrechas y rápidas y subimos y bajamos incesantemente montados en unos pacíficos burros que están al servicio de numerosos molinos suspendidos al borde de las cataratas.

En las tomas de agua de estos molinos encontramos toda la ingeniosa industria morisca. Es maravilloso ver escalonados a alturas tan considerables y distantes estos canales diseminados como las venas que salen de una gran arteria por donde transcurre el preciado líquido. El motor gratuito de la previsión de los maestros africanos de España no había destinado sin duda para los sucesores cristianos. Después de este descenso interminable y para volver a la ciudad por el único lado donde es accesible, es decir, por el lado de la ciudadela y las murallas de la ciudad vieja, tuvimos que subir algunas laderas de piedra áridas pero menos abruptas.

Tan pronto como dejamos el tajo toda la vegetación se detiene. Cabe señalar que a pesar de la duración de la caminata, las dificultades del camino y a menudo la increíble pequeñez de los senderos, no hemos dejado de estar acompañados por una escolta incansable y inoportuna formada por un centenar de pícaros, raza ociosa, vagabunda, curiosa y molesta que pululan por las calles. Varias veces nos vimos obligados a despedir a los más pesados y algunos ayudantes de la municipalidad que se habían convertido en nuestros guardaespaldas e incluso imponernos con cierta energía. Pero en cada vuelta de la roca encontrábamos con una emboscada a una nueva horda agrupada.