
Descripción de Mundos paralelos. Capítulo final 1p1752
Joey recibe una buena noticia. Las dos flotas se enfrentan al fin. _____________________________________________ Hola! Ayúdame uniéndote a Ivoox desde los siguientes enlaces: * Anual https://www.ivoox.vip/?-code=c7cb5289b6e940372f0f816d1de4fe6e * Mensual https://www.ivoox.vip/?-code=9af38537eef891dabb408d0e292f3c38 *Plus https://www.ivoox.vip/plus?-code=208ff5ca551218eda9d25aad9113bc8c 4h2y13
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Hoy presentamos, Mundos Paralelos. Capítulo final.
Joyce se levantó con la sensación de haber pasado una noche de pesadilla en la que se
mezclaban las escenas de sexo con Judith y Amber con las de violencia con Ione y sus
amigos del equipo de fútbol. Se lavó la cara con agua bien fría y más despejado
miró por la ventana de la habitación. La eterna borrasca parecía haberles dado tregua,
al menos por ese día y un sol espléndido lucía en el horizonte matinal. Aún era demasiado
pronto para hablar con las chicas así que se apresuró a continuar con el relato de
para poder tener algo que leerles más tarde. El desconocido se acercó a la barra y pidió
una cerveza. Bebió durante unos minutos en silencio hasta que la puerta se volvió a abrir
y entró un joven. Baraka notó algo raro en el chico inmediatamente, aunque aún tardó unos segundos
en darse cuenta de que era lo que no le cuadraba. La forma de moverse del joven, aunque pretendía
ser desenvuelta, tenía una especie de amanelamiento que, junto con el sombrero calado y la mirada
baja, le indicó que aquella persona era una mujer. La joven se reunió con el desconocido y se mantuvo
en silencio mientras el hombre interrogaba al posadero. Después de un diálogo y un par de
monedas, el posadero dijo algo mientras le señalaba a ella. Baraka se mantuvo bebiendo con aire
despreocupado, cogiendo la jarra de cerveza con la mano izquierda mientras desenfundaba su daga con
la derecha, manteniéndola escondida sobre el muslo, lista para ser utilizada. El desconocido no
se apresuró a acercarse y Baraka pudo echarle un buen vistazo. Era alto y, a pesar de que intentaba
disimularlo con relativo éxito, sus hombros anchos y sus robustos le revelaron que
aquel hombre era un guerrero curtido. Sin embargo, fue su cara lo que más le impresionó, la mandíbula
cuadrada, el pelo largo y negro y esos ojos claros inquisitivos pusieron a la mujer en alerta.
Ese era un hombre con el que no se debía jugar. Los dos desconocidos bebieron sus cervezas
tranquilamente esperando a que la gente volviese a llenar de nuevo la taberna. Solo cuando hubo
suficiente gente para que su presencia pasase más desapercibida se acercaron con un par de cervezas.
El hombre se sentó con naturalidad frente a ella y le alargó una de las cervezas que
llevaba en su mano. «Gracias, ¿a qué debo este honor?» dijo Baraka levantando la jarra y echando
un trago. «Hola, me llamo Berkin y este es mi hijo Lou. Encantada, yo soy Baraka, ¿qué es lo
que queréis de mí?» preguntó la capitana sin rodeos mientras aferraba su daga. «Verás, mi hijo
y yo buscamos una nave que nos lleve a Gandir y el tabernero nos ha dicho que quizás seas tú la
persona que estamos buscando. El Tormenta no es un barco de pasajeros», respondió Baraka lacónica.
«Lo sé, pero ya he echado un vistazo al puerto y no hay muchos barcos en el muelle y el tuyo
parece rápido». «Lo parece y lo es, con viento favorable puede doblar la velocidad de un galera»,
dijo ella con orgullo. Como persona que se movía perfectamente en el filo de la navaja,
Baraka siempre procuraba estar informada, así que cuando entró el agente del gobernador por
la puerta le reconoció inmediatamente. Al principio no se fijó demasiado, solo le echaba
una mirada de vez en cuando para tenerlo controlado. El hombre deambuló por el local con una jarra en
la mano hasta apoyarse en una columna para simular interés por una partida de dados y así poder echar
un vistazo al local. Todo era normal hasta que su mirada se fijó en los dos desconocidos que
tenía Baraka frente a ella. El hombre fijó la mirada en ellos y se movió ligeramente a la
derecha para poder tener mejor perspectiva de ellos. Dos minutos después, cuando pareció estar
seguro, salió apresuradamente del local. «Tenemos dinero», dijo el hombre interrumpiendo
los pensamientos de la capitana. «Podemos pagarte lo que quieras». «Lo siento, pero yo solo soy una
humilde comerciante y no llevo pasajeros, será mejor que esperes por otro barco que os pueda
llevar». «Por favor», dijo el joven cuya voz no hizo más que confirmarle a Baraka que era una
mujer. «Lo siento, pero mi decisión es firme, no puedo llevaros», dijo Baraka aferrando con fuerza
la daga, «no soy la persona adecuada». El hombre asintió y no insistió más,
pero tampoco se levantó de la mesa sino que continuó charlando despreocupadamente con ella.
Le preguntó por la frecuencia con la que llegaban los barcos al puerto y por los
funcionarios a los que era mejor evitar.
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