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Encuentros en la Palabra - Podcast Católico
Jueves 22 mayo - Juan 15, 9-11 - "Permaneced en mi amor para que vuestra alegría llegue a plenitud"

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22/5/2025 · 06:50
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Encuentros en la Palabra - Podcast Católico

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Permanezcamos en el amor de Cristo, combatiendo la tristeza con la alegría que brota de su presencia y de la certeza de su victoria sobre el mal. 2m4p4z

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Permaneced en mi amor, para que vuestra alegría llegue a plenitud.

Del Evangelio según San Juan.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos.

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.

Permaneced en mi amor.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor.

Lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.

Permaneced en mi amor para que vuestra alegría llegue a plenitud.

Termina el Evangelio de hoy.

Termina Jesús diciendo en este pasaje del Evangelio según San Juan que acabamos de escuchar.

Decía Chesterton que un cristiano triste es un triste cristiano.

Y es que la tristeza es como un veneno.

La tristeza es una especie de parálisis que me lleva a no tener esperanza, a no tener ilusión.

Es un vicio, sin duda, porque al final es un abatimiento del alma, una aflicción constante que impide al ser humano alegrarse de su existencia.

Y frente a la tristeza está el don de la alegría, y dice Jesús, permaneced en mí para que vuestra alegría llegue a plenitud.

Es verdad que algunos de los padres de la iglesia nos recordaron una distinción importante.

Decían ellos que hay una tristeza que podríamos llamar tristeza amiga, que es propia de la vida cristiana, que es como la del hijo pródigo de la parábola, que cuando toca a fondo siente una tristeza que le lleva a cambiar.

Pues esta tristeza amiga es como una gracia, es la tristeza que provoca lamentarse por los propios pecados y llorar por haber ofendido a Dios.

Pero esta tristeza es como pasajera, porque con la gracia de Dios, esa tristeza, al acercarnos a la misericordia de Dios, se transforma en alegría.

Y esta tristeza no debe rechazarse y forma parte del camino de conversión.

Pero hay otra tristeza, que como ya hemos dicho antes, es como una enfermedad del alma, es un vicio, no una virtud, que sume a la persona en un estado de abatimiento.

Y es este segundo tipo de tristeza el que hay que combatir con decisión y con todas las fuerzas, porque procede del demonio.

Y la alegría es lo contrario de la tristeza.

Y Jesús dice, permanece en mi amor para que tu alegría llegue a plenitud, porque donde está Cristo hay esperanza, porque sabemos que Dios está, que Dios va a intervenir, que la última palabra de la historia la dirá Él, que no será muerte, sino vida.

Entonces la alegría sucede en nosotros, con Cristo.

La alegría que brota al estar cerca de Cristo no se refiere, por supuesto, a la carcajada del chiste, no es el de que contento estoy porque todo me está saliendo muy bien, sino que es algo mucho más profundo, es la alegría serena del que disfruta de la belleza de Dios, de las criaturas, de todo lo creado por Dios.

La última razón de nuestra alegría es la resurrección al final, y es que todo lo bello, todo lo bueno, todo lo verdadero, pues no nos lo vamos a perder.

O sea, es nuestro, porque nos lo da Cristo y unidos a Él lo conseguimos, y lo vamos a disfrutar eternamente, cada instante, y que disfrutaremos eternamente, pero ya aquí también.

Esa belleza y ese gozo que hemos vivido aquí, pues gozaremos de él en la eternidad, porque nuestros nombres están inscritos en el libro de la vida.

Esa alegría que brota al estar cerca de Cristo y de saber con Él que nada bueno se perderá, nada verdadero se olvidará, nada bello dejará de ser disfrutado.

Claro que tenemos que tener alegría.

Tenemos que combatir a la tristeza como esa enemiga que quiere como horadar, o sea, agujerear, que quiere romper los cimientos de nuestra vida.

No nos olvidemos nunca que un minuto de tristeza consentida es tan grave como un minuto, pues no sé, de impureza o de ira.

Es que pido perdón al Señor, pues porque he cometido este pecado de impureza, o de ira, o de no sé qué, no sé cuánto.

Pero no le pides perdón al Señor por la tristeza, pues que sepas que un minuto de tristeza consentida es tan grave, tan pecado grave como un minuto de otros pecados.

Es verdad que otra cosa son las enfermedades.

Evidentemente hay personas que, por desgracia, pues pueden tener momentos de depresión, de angustia, pero eso es una cosa médica.

Yo hablo de la tristeza consentida en nuestro corazón.

Pues pidámosle al Señor permanecer cerca de Él para que la alegría anide en nuestra alma y llegue a plenitud.

Y examinemos también qué cosas me quitan la alegría y pidamos al Espíritu Santo que no las consintamos, para que no dañen nuestra esperanza.

Pues hoy se lo vamos a pedir a Santa Rita.

Hoy celebramos a Santa Rita, una santa italiana que nació en el año 1381, que se destacó por su ejemplo de paciencia, de amor, de perseverancia, especialmente en la vida familiar, con su marido Pablo, con quien se había casado obligada por sus padres, aunque quería ser religiosa.

Subtítulos por la comunidad de Amara.org

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