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Encuentros en la Palabra - Podcast Católico
Jueves 29 marzo- Juan 16, 16-20 - "Vuestra tristeza se convertirá en alegría"

Jueves 29 marzo- Juan 16, 16-20 - "Vuestra tristeza se convertirá en alegría" 1p5m41

29/5/2025 · 08:35
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Encuentros en la Palabra - Podcast Católico

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Luchemos contra la tristeza que nos aleja de Dios y unamos nuestro sufrimiento al de Cristo, para que Él transforme nuestro dolor en alegría y nos fortalezca en la esperanza. i6v30

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Vuestra tristeza se convertirá en alegría". Del Evangelio según San Juan, en aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos, «Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver». Comentaron entonces algunos discípulos, ¿qué significa eso de «dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver» y eso de «me voy al Padre»? Y se preguntaban, ¿qué significa ese «poco»? No entendemos lo que se dice.

Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo, ¿estáis discutiendo de eso que os he dicho? «Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver». En verdad, en verdad os digo, vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre. «Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría». «Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría», dice Jesús hoy a sus discípulos. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio de este jueves.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que la tristeza es un sentimiento de abatimiento y aflicción a menudo asociado con la pérdida de un bien, la amenaza de un mal o la pérdida de la esperanza. Y es verdad que hay momentos en los que uno se siente triste. Los discípulos ahora estaban, en este Evangelio que escuchamos, estaban tristes porque Jesús les decía que se marchaban. Pero también es verdad que esa tristeza, si la vivimos de la mano de Cristo, se puede transformar en alegría, como hizo hoy el Señor. Porque claro que la vida está llena de contrastes. Tenemos etapas buenas, otras malas, momentos de luz, otros de oscuridad.

O sea, nadie puede decir que todo en su vida ha sido perfecto. Nadie en sus cabales puede decirlo. Pero tampoco nadie en sus cabales puede decir, siendo sincero, que todo ha sido un desastre. Es verdad que cuando llegan las rebajas de la vida y atravesamos un dolor, pues imagínate una enfermedad, la pérdida de un ser querido, preocupaciones que nos abruman. Si somos capaces de poner todo eso en manos de Cristo, o sea, de unir nuestro sufrimiento al Suyo, descubriremos que Él tiene el poder de transformar ese dolor, esa tristeza, en alegría. Ahora bien, es importante que distingamos dolor y tristeza.

O sea, el dolor, cuando se ofrece, adquiere un sentido redentor. La tristeza, si dejamos que se instale en nuestro corazón, nos destruirá porque nublará todo lo nuestro, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Y no podemos pactar con la tristeza, o sea, no podemos dejar que se instale, que se instale en nuestro corazón, que haga como su casa la tristeza.

Porque es un pecado y no podemos pactar nunca con el pecado. Seguro que recuerdas cuando en catequesis nos enseñaron que los pecados capitales son siete. Imagina, si no te acuerdas, pues te recordarás ahora que te lo estoy recordando, pero que son siete los pecados capitales. Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Que son los pecados capitales, son como el principio de otros pecados.

Pero resulta, yo me entreno hace mucho tiempo, que en los catecismos antiguos eran ocho los pecados capitales. Y estos eran soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza y tristeza. Fue el papa San Gregorio Magno en el siglo séptimo quien decidió unir la tristeza a la pereza, como si fueran lo mismo, y desde entonces el pecado de la tristeza quedó fuera de la lista de los pecados capitales.

Está bien, por supuesto, pero creo que fue una pérdida este cambio de San Gregorio Magno. Espero que no me lo tengan en cuenta y cuando nos veamos, si Dios lo quiere un día en el cielo con San Gregorio Magno, pues que él me pueda decir, oye, pues mira, lo he quitado por esto y me pareció un poco mal que lo dijese ese día. No, seguro que no.

Yo creo que fue una pérdida que se quitase la tristeza como uno de los pecados capitales, porque la tristeza, cuando se deja enraizar y crecer en el alma, se convierte en un verdadero pecado, origen de otros pecados. Claro, que esa tristeza como pecado no se refiera al sufrimiento del alma que algunas personas tienen en momentos concretos de su vida, ni tampoco a esas ráfagas de tristeza que cruzan de vez en cuando por nuestro corazón.

Esas son parte de la vida. El pecado es el de la permisión libre de esa tristeza profunda y prolongada que paraliza, que se instala en el corazón, que lleva a uno a dejar de confiar en el poder de Dios. Esa tristeza que te incita a juzgar todo con amargura.

Esa tristeza crónica que nos aleja de la fe, del amor, de la esperanza. Nosotros como cristianos, igual que luchamos contra la soberbia, la envidia o la ira, también deberíamos luchar contra esa formación.

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