La dama de hierro #audesc 312a2t

Fundación Orange te ofrece la accesibilidad de esta película, distribuida por WandaVision, Pathé, Film4 and UK Film Council presentan, con la participación de Canal Plus y Cine Plus, y en asociación con Goldcrest Film Production, La Dama de Hierro. La historia de Margaret Thatcher combina recuerdos reales de su pasado junto con momentos reales y también imaginados en el presente.

Narrada desde la actualidad, la señora Thatcher tiene más de 80 años y padece demencias en il, lo cual le hace creer que su marido Dennis está todavía vivo y junto a ella en muchos momentos de la película. Se trata de una imagen fantasmal que sólo ella cree ver.

Está interpretada a lo largo de la película por dos actrices, Alexandra Roach en sus años de juventud y Meryl Streep durante su carrera política hasta su vejez en la actualidad.

Londres, en el presente, en el interior de un supermercado. Margaret octogenaria camina con lentitud hacia el mostrador. Lleva una botella de leche en la mano. Un ejecutivo, hablando por su móvil, se le cuela en la caja. Llega hasta el mostrador. Se fija en el titular de un periódico.

Atentado, explosión en un hotel. El dependiente. Una cuarenta y nueve, por favor. Margaret saca su monedero. Cuánto es la leche? Cuarenta y nueve beniques. Le entrega el dinero y espera las vueltas. Muchas gracias. Tras ella hay un joven negro esperando para pagar. Una libra, por favor.

Margaret camina por la calle cojeando levemente y algo encorvada por la edad. Viste con una gabardina marrón y un pañuelo cubriéndole el cabello. Lleva una bolsa de la compra con la leche en su interior y parece algo desorientada. Cruza una calle. Ya en casa. Hierve un par de huevos y se sienta a desayunar.

Sentado frente a ella está su marido Dennis, interpretado por el actor Jim Broadbent. De su misma edad, con el cabello blanco y gafas. Dennis unta un trozo de mantequilla en pan. Te pasas con la mantequilla, te pasas. Me gusta mucho. Margaret bebe un sorbo de té. La leche está por las nubes. Medio litro, cuarenta y nueve beniques. Madre mía, vamos a tener que ahorrar.

Supongo que podemos vender el coche. O aceptar a algún huésped. Alguien sube por las escaleras. Cuidado, está al acecho. Comete el huevo. Entra su asistenta. Está aquí, válgame Dios. Sí, aquí estamos. Margaret está desayunando sola. Frente a ella hay una silla vacía. Su asistenta sale de la cocina. En el pasillo, un policía junto a su hija Carol, de unos cuarenta y cinco años. ¿Cómo ha ocurrido? ¿Cómo ha podido salir a la calle? Es importantísimo. ¿Quiere hacer el favor de dejárselo claro al que venga después? Voy a tener que llamar a la comisaría para informar. ¿Podría haberle pasado algo? Lo comprendo. María, está empezando a ciar los beneficios.

Margaret ha escuchado la conversación. Se dirige hacia su dormitorio y abre el armario de los trajes de su difunto marido. Entra la asistenta. ¿Qué día tan bonito? Ah, ya ha empezado. Carol llegará pronto. Voy a por bolsas.

¿Hay algo que quiera darle a Mark? Subiré una maleta, por si acaso. Margaret cepilla uno de los trajes. La asistenta se marcha. Vuelve a aparecer la alucinación de Dennis. No, no, no, no. Al gris. ¿Estás segura? Dennis sujeta el traje mientras Margaret lo cepilla.

Qué bien te sienta el gris. Lo que tú digas. ¿Dónde hay patrón? Dennis se dirige al cuarto de baño. Entra la asistenta y coge el periódico.

No dejes que se lleve mi periódico. No, déjelo, que aún no lo he ojeado, querida. Perdón. La asistenta lo deja. Esa es mi chica.