Cómo el ego sabotea tu relación de pareja 4h6244

Muy buenas, bienvenido, bienvenida a un nuevo episodio especial para Fang. Espero que este ratito se convierta en un momento cercano, porque yo lo he creado con mucho cariño para ti, que formas parte de esta comunidad tan especial y que haces posible este espacio con tu apoyo y con tu escucha.

Hoy vamos a hablar de una de las dinámicas más comunes y también más dolorosas que suceden en las relaciones de pareja. Me refiero a la oscilación entre el amor y el odio, y lo vamos a hacer inspirándonos en las enseñanzas de Edgar Toll a través de su obra El poder de la hora, famosísima obra que seguramente habrás leído. Toll propone una mirada radicalmente distinta a las relaciones.

En lugar de centrarse en técnicas externas o en dinámicas más superficiales, nos invita a entenderlas desde la raíz, o sea, desde la dinámica del ego. Ya sabes que este autor es expertísimo en trabajar con el ego. Es una maravilla. Esta propuesta de hoy tiene especial importancia en un tiempo donde muchas miradas sobre la pareja, como te decía, se centran en expectativas externas, en normas, en técnicas... mucho más que en el crecimiento interior de los de la pareja.

Vamos a recordar que el ego es esa estructura mental que, al buscar seguridad, validación y control, proyecta sus heridas no sanadas en la pareja.

Y sí, puede sorprendernos mucho esta perspectiva, pero te aseguro que te va a dar una claridad muy poderosa. Nos va a permitir ver más allá de cosas como el amor lo puede todo o soluciones como abrir la relación para que dure más. Frente a todo esto, Tol nos propone, como te decía, una mirada hacia adentro.

Nos cuenta que muchas relaciones amorosas, tarde o temprano, se transforman en relaciones de amor-odio. El amor puede volverse en un instante hostilidad, distancia, incluso en una ausencia total de afecto. Y esta dinámica se suele considerar normal y la reforzamos continuamente, inconscientemente. Hostilamos entre placer y dolor y nos quedamos atrapados en un ciclo de intensidad donde los momentos de euforia y conexión se alternan con discusiones, con silencios, con distancias emocionales... y terminamos creyendo que esto es lo normal en una relación. A falta de conciencia, confundimos esto con amor hasta que la relación colapsa.

Y quizás pueda parecernos muy interesante eliminar lo negativo y pensamos que con esto bastaría, pero lo cierto es que lo positivo ya contiene en sí la semilla del conflicto. Ambos polos son parte de la misma disfunción y eso no es amor verdadero. El amor verdadero es el que no tiene opuestos y nace más allá de la mente. Cuando el otro deja de llenar nuestro vacío, cuando no nos calma, cuando no responde como antes, tenemos sentimientos de rabia, de rechazo, de dolor... y entonces nos preguntamos ¿cómo puede cambiar tan rápido lo que sentimos? Bueno, la respuesta está en la conciencia.

Está en aprender a observar nuestras emociones sin culpar al otro. Está en ver que el ego siempre busca lo suyo, incluso en el amor.

Pero no te olvides, hay otra forma de amar que es desde el ser, desde la presencia. Es un amor sin opuestos porque no depende del otro, sino de nuestra capacidad de estar presentes.