
EL CAMINO DE REGRESO A LA VIDA. PARTE I 713b53
Descripción de EL CAMINO DE REGRESO A LA VIDA. PARTE I 2q3248
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Buenos días, es hora de levantarse y de realizarle un chequeo.
Dice una difusa mujer que se dirige hacia un extremo de este espacio desconocido donde estoy.
Parece que el tratamiento le ha sentado muy bien.
Me informan que usted durmió toda la noche.
Voy a abrir aquí las ventanas para ventilar un poco.
Buenos días, señorita...
Marina, me puede llamar Marina.
Mi tono interrogante no es sólo porque no sé con quién estoy hablando, sino que además no sé dónde estoy.
Sólo recuerdo que anoche, huyendo del Coloso de la Tormenta, fui atropellado por un camión y morí.
Despertar ahora en este lugar aquí, no sé, me hace cuestionarme sobre lo que pasó, cómo es que pude pasar de la muerte a la vida, y sobre todo, ¿para qué?, ¿para qué regresar a la vida? Por otro lado, la brutal incandescencia de esta lámpara que cuelga sobre mí, las potentes ráfagas de luz que entran por las ventanas recién abiertas y este mareo despertino me ponen bastante confuso.
Ella se acerca a mí, arrastrando una mesilla con un pequeño maletín de tapa dura en el cual unas válvulas, una perilla de hule naranja, unos cables y otras cosas parecen conformar un viejo tensiómetro.
Me osculta con un estetoscopio y me pone el aparato para medir mi tensión.
Seguidamente me pregunta, ¿Usted se llama…? Yo quedo completamente en blanco unos segundos, divagando entre las propuestas borrosas de mi mente y una información que parece bastante concreta, pero extraña a asumir.
Ella, al ver mi confusión, me dice, Francisco López, usted se llama Francisco López y tiene 44 años.
Esa precisamente era la respuesta que no quería oír, porque es la que no logro entender ni aceptar.
Todo es en este momento tan confuso que mi mirada se enrarece y se me frunza el ceño.
Vamos a ver por aquí, 12 sobre 80, su tensión está perfecta, tiene buen color, nada de fiebre y la desorientación es normal debido al tratamiento, no se preocupe.
Francisco ya verá como todo irá tomando su lugar, yo voy a estar por aquí para ayudarle.
Mientras que la enfermera recoge sus bártulos, yo hago un escaneo de reconocimiento del lugar donde estoy, obviamente en un hospital, ¿pero de qué tipo? Porque todo a mi alrededor parece fuera de época, me hallo incluso reposando sobre un camastro con barandillas metálicas de color gris, un poco descascarado, menos descolorido que las mesillas ubicadas a mis lados, impolutas, pero bastante anticuadas, la que está a mi derecha sostiene una bandeja con un vaso de agua y unas pastillas en una copita de papel.
Sobre la otra se encuentra el maletín en el que la enfermera está guardando el extraño tensiómetro, detrás de ella está tendida gracias a un armazón de metal, una cortina blanca que me separa de la contigua cama vacía, y frente a mí, contra la pared, pintada media gris claro y medio azul celeste, aparece un armario de latón, un poco mustio, pero en pie, y a su lado, una enorme calefacción, un lavamanos y un espejo.
Inmediatamente veo la puerta con una ventanilla que me separa del resto de las dependencias, y el interruptor, que hace escasos minutos la enfermera utilizó para iluminar esta exigua habitación. En los pocos metros que le restan al cuartucho, habitan otros armarios con cristales que guardan botellas etiquetadas y otros insumos médicos, también algunos archivadores.
Sin más, como si me estuviera leyendo el pensamiento, la enfermera me dice.
Usted está en la enfermería, tuvimos que traerlo por aquí, ordenes del Dr. Lombarda.
En la enfermería, sí, ya lo veo, pero ¿de qué hospital y quién es ese Dr. Lombarda? En la enfermería del sanatorio de La Barranca, oficialmente, el hospital del Santo Ángel y el Dr. Lombarda es el jefe responsable de esta unidad de cuidados psiquiátricos, él es quien decide su tratamiento. Al escuchar que estoy en un hospital psiquiátrico, me saltan todas las alarmas, no solamente he regresado a la vida, sino que parece que estoy loco ahora. Enseguida, decido que es mejor no mostrar lo exaltado que estoy para así no alarmar al personal y entonces mi situación empeore en este lugar. Así que decido seguirle la corriente como si nada pasase y le digo.
Comentarios de EL CAMINO DE REGRESO A LA VIDA. PARTE I x6b3d