
24 horas en la vida de una mujer (6) S. Zweig 6h3h2
Descripción de 24 horas en la vida de una mujer (6) S. Zweig 716f62
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Luego inquieto otra vez volvió la cabeza y recorrió con la mirada todo el tapete verde así como el hocico el pateador del sabueso en busca de una pista para arrojar de súbito y con un movimiento brusco todo el montón de monedas en uno de los cuadros de inmediato volvió a aquel has hecho y aquel estado de sobreexcitación de nuevo bien sus labios aquel temblor brusco eléctrico de nuevo se le encogieron las manos y su rostro de adolescente se transformó bajo la angustiosa espera hasta que de pronto exclusivamente la tensión se deshizo en desencanto la faz febrilmente excitada se puso marchita lívida y envejecida los ojos se apagaron cual consumidos por el fuego y todo en el espacio de un segundo en cuanto la bolita fue a caer dentro de un número que no era el aguardado había perdido unos segundos permaneció inmóvil con una mirada de estupidez como si no hubiese comprendido mas en seguida al oír el primer grito del croupier que sonó como un chasquido sus dedos se adelantaron otra vez con unas monedas pero ya había perdido la seguridad primero coloco las monedas en un cuadro luego pensándolo mejor en otro y casi cuando la bolita había empezado a rodar obedeciendo a una repentina inspiración arrojó rápidamente con trémula mano dos billetes más en el cuadro estas bruscas oscilaciones entre las pérdidas y las ganancias se prolongaron una hora entera poco más o menos en todo aquel tiempo no aparte ni un instante mi mirada del rostro de expresión siempre variable al que afluían todas las pasiones mis ojos expertos no perdieron nunca de vista aquellas mágicas manos cada uno de cuyos músculos expresaba plásticamente toda la escala ascendente y descendente de los sentimientos humanos nunca en el teatro había contemplado yo con tanto interés el rostro de un actor como miraba entonces aquel sobre el cual como la luz y las sombras de un paisaje en constante de st chile se reflejaban todos los colores y sentimientos nunca en una sala de juego habíase desvelado mi atención como ante el loco frenesí de aquel desconocido si alguien me hubiera observado en aquellos instantes habría tomado mi inmovilidad de acero por un caso de hipnosis realmente algo de eso tenía mi estado de completo aislamiento en fin me era imposible separar la mirada de aquella serie de gestos y todo lo demás todo cuanto ocurría en la sala con las luces las risas las personas las miradas flotaba alrededor mío como una humareda amarilla informe de la cual surgía el rostro aquel que era cual una llama entre llamas no sentía nada no me percataba de nada no notaba que la gente se agolpaba en torno mío ni veía otras manos que como tentáculos se alargaban de pronto para lanzar o coger el dinero no veía tampoco la bolita saltarina ni escuchaba la voz de los crupiers y sin embargo cual en un sueño subyugada por el espectáculo percatarme de todo cuanto ocurría allí a través de aquellas manos tan sobremanera excitadas para saber si la bolita caía en el rojo en el negro sí rodaba o se detenía no necesitaba mirar la ruleta pérdida o ganancia esperanza o desilusión una tras otra estas fases pasaban fulminantes a través de los nervios y gestos de aquel rostro surcado por el ondea incesante de la pasión pero vino después el momento peligroso momento que hacía rato estaba temiendo sordamente que se había cernido sobre mis nervios como una tempestad y que de pronto los hizo estallar naturalmente la bolita con su suave ruido peculiar había comenzado a rodar nuevamente volvía a palpitar aquel segundo en que doscientos labios content en el aliento hasta que la voz del croupier anunciaba cero mientras su raqueta recogía ágilmente de todas partes las sonoras monedas y los arrugados billetes en aquel instante las dos manos encogidas esbozaron un movimiento singular de espanto se abalanzaron dispuestas a hacer presa en algo inexistente y volvieron a abatirse exangües sobre la mesa cediendo tan solo a su peso de gravedad diríase que muertas por la fatiga mas luego de pronto volvieron a animarse se retiraron febrilmente de la mesa para dirigirse hacia su propio cuerpo y a manera de gatos salvajes treparon por el tronco deslizándose por arriba por debajo hacia la derecha hacia la izquierda palpando nerviosamente todos los bolsillos por si encerraban alguna olvidada m o haneda de oro empero siempre se retiraban sin resultado y siempre cada vez más enardecidas repetían la insensata y vana búsqueda en tanto que volviendo a funcionar la ruleta proseguían los otros su juego sonaban las monedas movíase las sillas y escuchabas en el salón el murmullo de mil ruidos distintos poseída por el horror yo temblaba tuve también la sensación de que mis propios dedos se desesperaban frenéticos buscando una moneda en los bolsillos del arrugado traje de pronto el hombre aquel levantóse con rapidez como lo haría una persona
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