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Seguro que os ha pasado en algún concierto, una obra de teatro, o incluso en el cine, que cerca vuestra hay una persona que, a pesar del espectáculo que le rodea, tiene la atención fija en la pantalla de su móvil. Y seguramente, al igual que yo, os habréis preguntado para qué puñetas se fue allí, si ni quiere escuchar música, ni quiere ver la peli, ni hacer nada más que no sea estar atenta a su móvil.

Nosotros, los puretas en general, somos la última generación que vivió sin teléfonos, sin ordenadores, con una sola tele en el salón, y un único teléfono fijo para todas las familias.

¿Y qué cosas? Sin tener redes sociales, estábamos mil veces más socializados que las generaciones que nos siguieron. Pero esto no nos libra de la quema, porque la adicción no entiende detalles. No son pocos los estudios que aseveran que la conexión constante a redes, a whatsapp, y, en definitiva, a la pantalla de nuestro móvil, nos genera un estrés tan elevado que incluso nos lleva a la ansiedad. Y, como es lógico, a la infelicidad.

Y es que la felicidad, aunque no os lo creáis, no tiene nada que ver con el placer. Son cosas totalmente diferentes. La felicidad, no os podéis hacer una idea hasta qué punto, es sinónimo de paz. Y no soy nadie para deciros qué hacer con vuestras vidas. Pero no hay que ser muy listo para comprender que las redes, los likes, y todo eso que es lo que conlleva estar conectado 24-7, quizá pueda producirnos cierto placer, pero de ningún modo nos da la paz. Y sin paz, es imposible ser feliz.

¡Comienza Voces de Metrópolis! Décimo noveno programa de esta segunda temporada, superando ya en uno los 18 programas que tuvo nuestra primera temporada. Aunque, eso sí, aquí seguimos con la ilusión intacta y deseosos de ir superándonos hasta llegar, como mínimo, a los mil programas.

Y, como siempre, pasamos a presentar a los dos componentes de esta locura llamada Voces de Metrópolis. El primero de ellos, la voz que Google aún no ha logrado imitar y que TikTok no se atreve a censurar. Más imperturbable ante la crítica que el clon de un cobardia real británico, más frío que un abrazo de Siri, y temible como la versión actualizada del HAL 9000, pero con a tu historial de incógnito. Nuestro experto cinematográfico, Jacobo Cortés.

Y, en segundo lugar, el apagón nuestro de cada día. Distópico como una mañana sin café, mitad humano, mitad VPN. Y ciberimplantado con un chip cerebral listo para liarla justo cuando todo estaba saliendo bien. Desde Gandía y Loreto para el mundo, Leonardo Giménez.

Mi experiencia como escritor. Esto está meado, tío.

No, no, vea, te ha pasado un poquito, ¿eh? Pero bueno, que lo de la VPN, entonces me encanta. A mí todo esto de… VPN. Yo me conformaría con PN nada más.

¡Ay, ay, ay, ay, que me quedo muerta! No se le puede esperar más, chiquillo.

No, hombre, yo es que me acuerdo de Marte 13, ¿eh? Es que de la monja de bicicleta sin sillín PN, que era maravilloso. Y, en último lugar, hoy con un capirote de papel al mal puesto en la cabeza, el robot Roomba que adquirió sentimientos humanos. El teletexto que evolucionó y revolucionó las máquinas para poner fin a la humanidad. Escritor, músico, speaker, a medio camino entre Ger y el diablo.