
Viernes 9 de mayo – Juan 6, 52-59. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida 156f4o
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Meditación del día 9 de mayo de 2025 Palabra de Vida 325z2m
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Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
Qué bonito cómo este mes de mayo, habitualmente en España, vivimos la primera comunión.
Creo que todos los cristianos, los católicos, tenemos un recuerdo tan bonito de la primera vez que Jesucristo llegó a nosotros sacramentado.
Por eso Jesús, en este discurso de la Eucaristía en la Sinagoga de Cafarnaum, insiste, es que mi carne es verdadera comida, mi sangre es verdadera bebida.
Qué importante saber que cada vez que recibimos la Eucaristía, cada vez que recibimos la Sagrada Comunión, estamos recibiendo un nutriente.
Hoy en día que están tan de moda los dietistas y que tienes que tomar una dieta rica en no sé cuántos, pobre en no sé qué, calorías para arriba de la gente, cuida muchísimo lo que come, sus nutrientes, para tener una buena salud, nosotros sabemos también que nuestra salud espiritual efectivamente puede intoxicarse si nos nutrimos de mentiras, de espíritu mundano o si nos nutrimos de verdades y de espíritu sobrenatural.
Mi carne es verdadera comida.
Hay muchas personas que deseáis comulgar a diario, no solamente los domingos, hay muchas personas que incluso aunque no podáis salir de casa, escucháis la Santa Misa y deseáis comulgar, hacéis una comunión espiritual que realmente es una llegada distinta de la sacramental pero una verdadera llegada de Jesús para ser alimento que nutre.
Qué bonito es cuando decimos en el Salmo, el Señor es mi pastor, nada me falta, porque me hace recostar en verdes praderas, que me nutre, que se ocupa de mí, ¿y cómo se ocupa de mí Jesús? Por medio del sacramento eucarístico.
Incluso qué bonito es que en este mes de mayo, primero, que recemos por todos los niños que en su ingenuidad, en su inocencia reciben a Jesús.
Lo importante es también que nosotros, de algún modo, no nos hayamos acostumbrado a comulgar.
Repito, lo he dicho antes, que hay muchas personas que podemos comulgar a diario y a lo mejor comulgamos sin enterarnos, sin darle el valor que tiene, sin pararnos un ratito a considerar, a bendecir, a alabar, nos parece como que recibimos la comunicación de un Padre Nuestro a memoria y en gloria y como despachado, como si ya con eso, y no entendemos que no es que nosotros invitemos a Jesús a entrar a nuestra casa, que el cielo venga a nosotros y nosotros entramos en el cielo.
Donde está Jesús está el cielo, donde está Jesús están los santos que viven con Él en el cielo.
Cuando recibimos la Sagrada Eucaristía recibimos a Jesús y con Jesús a todos aquellos que nos han precedido con la señal de la fe.
Es tan grande comulgar, es tan bonito comulgar, es tan impresionante recibir la Sagrada Comunión que no podemos acostumbrarnos, que no podemos permitir que sea una rutina más dentro de nuestras muchas que haceres cristianos, sería un terrible error.
Dicen que la rutina es el sepulcro del amor, comulgar rutinariamente, olvidar que comemos el cuerpo y la sangre de Cristo sería de las peores cosas que le puede pasar a un cristiano que quiere ser discípulo de Jesús.
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