Valle salvaje 163 #audesc 4b3t3u

No ha sido sencillo volver a poner la finca en el lugar que le corresponde, pero a merced, sobre todo al trabajo de Rafael, lo estamos consiguiendo.

Veo que no ha perdido su amor por estas tierras.

Lo hace todo más fácil.

Desde luego, ¿no has podido elegir otro cuellar? ¿Qué tiene de malo este? Me ha parecido el más apropiado para el vestido que llevo puesto.

Es el que le regalaron los condes a Pilara para nuestros esponsajes.

Lo llevo puesto en la iglesia.

Victoria lo mira preocupada.

Silma me vino, por favor.

Con gusto, señora.

¿Te encuentras bien, querida? Sí, Héctor, no te preocupes.

¿Acaso no le agrada la codorniz, condesa? Le voy a ser sincera, no la había probado nunca.

Al menos, no preparada de este modo.

¿Quiere que le cambien el plato? No, no, muy amable.

Esperaré al siguiente.

¿Y qué me cuentan de Jacob? ¿A qué se dedica últimamente? ¿A qué se va a dedicar? A las tierras, como su padre.

Anda por el sur del reino.

Y no parece albergar intención de regresar pronto.

Está bien allí.

Le echamos de menos, no vayaste a creer.

Siempre fue la alegría de la casa.

Por mí, qué tarde.

Está cerrando unos asuntos sumamente beneficiosos.

Es eso cierto.

Ha desarrollado una habilidad excepcional para los negocios.

Como su padre.

Pues, dele recuerdos de nuestra parte en la próxima carta.

Así lo es, naturalmente.

Pero podrían escribirle a usted mismo o a su hermano Rafael.

Quizá podrían entenderse en algún asunto.

Victoria permanece seria.

Atanasio se encuentra sentado en el escritorio del despacho de la casa pequeña, escribiendo durante la noche.

Alza la mirada hacia la puerta cuando entra Matilde portando una bandeja.

Sopla a la tinta de papel mientras la mujer posa la bandeja en la mesa.

¿Qué andabas haciendo? Redactando algunas cartas para el duque.

¿Y no pueden esperar a la mañana? Hay que firmarlas a primera hora.

Descansa, Atanasio ya está bien por hoy.

El hombre mira a la comida.

Qué buena pinta.

Gracias.

Luisa estaba iluminada.

Coge un vaso de agua.

¿Te apetece que salgamos a dar un paseo? La noche está preciosa.

Qué más quisiera.

Pero he de seguir trabajando, a ver si mañana...

Atanasio, esto es la vida que nos espera.

Bebe y la mira extrañado.

¿De qué viene esa pregunta? Que trabajes tan tarde no es habitual.

No me refiero a tu trabajo.

¿Tú es a qué? A que está claro que ya no eres el mismo.

¿Qué quieres decir? No sé, cuando llegaste a este valle haciéndote pasar por Galeno eras un hombre que iluminaba la vida a su paso.

No exageres.

Iluminaste la mía cuando más lo necesitaba.

Y ahora eres tú quien necesita esa alegría y estoy dispuesta a dártela, pero es que no me dejas hacerlo.

Son las circunstancias, Matilde.

¿Sabes de sobra lo que tengo encima con lo de mi madre y el duque? He de concentrarme en ello.

No me gusta en qué te estás convirtiendo.

Conozco tus problemas y sé lo que te está pasando, pero no dejes que mude en tu carácter.

Atanasio, estás por encima de todo esto.

Lo sé.

Por eso me enamoré de ti.

¿Me enamoré? ¿Es que acaso ya no lo estás?