Una Familia Para Rima 🐶💖 1l6k4p

Una familia para Rima, por Julia Pérez Villegas y Elvea Giarreta
Editorial My Dog and Friend Books
Mi madre siempre me contaba que el día que nací las nubes estaban de vacaciones con el viento
y un sol radiante ocupaba su lugar.
Pronto mis hermanos abrieron los dos ojos. Yo abrí sólo uno.
Repletos de lametones y de pulgas fuimos creciendo en ese lugar al que llamaban patio.
Jugábamos durante todo el día.
También peleábamos por la escasa comida que aquel señor malhumorado nos dejaba en el suelo.
Una mañana unas personas llegaron acompañadas por el señor malhumorado
y se llevaron a uno de mis hermanos.
Metí la cola entre las patas y me escondí.
Mamá me tranquilizó.
Tu hermano se ha ido a un nuevo hogar.
Espero que sea feliz y que pronto vosotros también tengáis la misma suerte, me dijo.
Al poco tiempo unos desconocidos vinieron a por mi otro hermano.
Me quedé sola con mamá.
Desde ese momento hubo menos juegos pero más comida.
Pasaban los días y por allí no aparecía nadie.
Mi madre comenzaba a impacientarse.
Te quiero mucho, hija, pero deseo un futuro mejor para ti.
Espero que pronto venga una familia y te saque de aquí antes de que el señor malhumorado se canse.
Entonces no sabía lo que quería decir mamá pero pronto lo descubrí.
Una tarde el señor malhumorado entró con algo entre las manos
y me metió dentro sin darme tiempo a despedirme de mamá.
De repente se hizo de noche y sentí que no nos movíamos.
Primero del susto me paralicé.
Luego traté de salir.
¡Imposible!
Así que comencé a llorar, como nunca lo había hecho antes.
Ni siquiera cuando mis hermanos se zampaban casi todas las sobras
o cuando me picaba tanto el cuerpo que me hacía heridas al rascarme.
Seguí llorando muy fuerte a pesar de que el señor malhumorado me gritaba cosas que no escuchaba bien.
De pronto nos paramos y sentí que me levantaba y me posaba en otro lugar donde ya no me movía.
Por unos pequeños agujeros vi cómo se alejaba a toda prisa.
Agotada de tanto llorar me quedé dormida.
No sé cuánto tiempo había pasado cuando me desperté.
Me hacía mucho pis, me rugía la barriga y tenía tanta sed como miedo.
Escuché unas voces que se acercaban.
Sentí el chirrido de una puerta y me pareció distinguir dos piernas que corrían hacia mí.
Por fin volvió la luz, aunque no era la del sol, y vi una cara sonriente que jamás olvidaré.
Empecé a escuchar un montón de ladridos a mi alrededor.
¿Sería este el hogar al que se refería mamá?
¿La chica sonriente sería mi nueva familia?
Ojalá, pensé, porque me estaba dando comida rica, agua y un montón de mimos.
Con esa combinación se me pasó el disgusto muy rápido.
Me eché en una manta que parecía una nube y soñé que hacía carreras por el cielo con mi madre y mis hermanos.
La chica sonriente llegó y me despertó con una golosina.
Me llevó a un lugar donde había otra chica, también sonriente, que empezó a hacerme unas cosas que no me gustaron nada.
Primero le gruñí y luego le enseñé todos mis dientes, pero no pareció asustarse demasiado.
Ignoró mis señales y me limpió las orejas.
Me puso una luz en el ojo.
Me palpó todo el cuerpo.
Me metió una cosa por mi trasero y con un aparato muy frío y redondo escuchó mi pecho.