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Las LLamas del Pecado
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Un Plan Perverso. Capítulo 1

Un Plan Perverso. Capítulo 1 4bu6w

19/4/2025 · 02:03:31
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Las LLamas del Pecado

Descripción de Un Plan Perverso. Capítulo 1 5o546e

La incertidumbre por volver a mi progenitora, me lleva a idear un plan que poco a poco se irá escapando de mis manos. _____________________________________________ Hola! Ayúdame uniéndote a Ivoox desde los siguientes enlaces: * Anual https://www.ivoox.vip/?-code=c7cb5289b6e940372f0f816d1de4fe6e * Mensual https://www.ivoox.vip/?-code=9af38537eef891dabb408d0e292f3c38 *Plus https://www.ivoox.vip/plus?-code=208ff5ca551218eda9d25aad9113bc8c 3wq55

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Hoy presentamos, Un plan perverso.

Capítulo 1 No sé cómo es que hemos llegado hasta este punto tan impúdico, deshonesto e inmoral, pero juro por Dios que ni ella ni yo lo planeamos así. Las cosas se dieron y nosotros simplemente nos dejamos llevar. Es que uno nunca espera ser el cliente frecuente de su propia progenitora y mucho menos estar encantado con sus indecentes servicios. Pero es así, y no hay nada que hacer al respecto. Con la verga en mano, reflexiono sobre todas las barbaridades que han ocurrido desde el principio y cómo una cosa fue llevando a la otra hasta terminar así.

Lo peor del caso es que no sé cómo parar estas inmorales experiencias, pues hemos llegado a un punto en que todo se nos ha salido de las manos. De lo único que estoy seguro es que, si ella o yo no paramos esto ya, ambos vamos a terminar explotando. ¿Qué cómo llegamos a esta sordida situación? Pues ya lo contaré. Mi nombre es Erick Santa María y ahora narraré cómo terminé siendo el cliente predilecto de mamá.

Desde niño jugaba a los soldaditos en el patio de mi casa y solía crear escenarios en mi imaginación en los cuales yo era el coronel de un regimiento que iba al frente de la guerra. Creaba grandes batallas donde mi regimiento invadía países ficticios y a medida que era más consciente de lo que era pertenecer a un batallón de infantería me imaginaba combatiendo contra cárteles del crimen organizado. Mi inquietud no se limitaba a una ocurrencia de niño que luego se olvida de ello para siempre, cambiando de profesión cada tercer día. No.

Mi inquietud era real y tan era así que ésta se fue consolidando con los años a tal grado que insistí con afán a mis padres para que me internaran en un colegio militar cuando terminara mi formación en la secundaria. No sé si por hartazgo, por cumplir mi capricho o por deshacerse de mí, hablo por mi padre. Tres meses antes de terminar la secundaria él me informó que me había inscrito a un colegio de bachilleres militarizado aquí en Monterrey, de donde soy originario. Mi felicidad habría sido plena de no ser porque mi madre no estaba de acuerdo con mi decisión, aunque la aceptaba.

Se la veía triste y desesperanzada, sabiendo que tendríamos que separarnos por largas temporadas en las cuales vernos resultaría casi imposible. Recuerdo haberla abrazado muy fuerte mientras ella lloriqueaba y yo intentando consolarla. Madre, esto no solo lo hago por cumplir una meta que siempre he deseado, sino porque quiero lograr ser un día el sostén de esta familia, con mi trabajo como miembro de las Fuerzas Armadas. Ella, tan hermosa como siempre, se frotaba contra mí y se enjuagaba sus lágrimas en mi camisa, diciéndome. Es que es tan peligroso, Eric, tan arriesgado.

Te veo ahora salir de casa como mi hijo siendo apenas un adolescente y me aterroriza saber que un día crecerás y estarás enfrentando los peligros que supone ser parte de una institución militar.

Mejor alégrate por mí, madre, porque iré persiguiendo un sueño que, si se consolida, también nos ayudará a salir adelante. Y mi madre al final accedió a dejarme ir al colegio, creyendo que las duras rutinas y las exigencias extremas a las que sería sometido me harían desistir de continuar una carrera en la milicia, nada más lejos de la realidad.

Es que a la mayoría de chicos de mi edad los internan por mala conducta, por rebeldes, por insubordinados, con el propósito de enmendarlos y darles duros correctivos, en cambio yo ingresaba al colegio de bachilleres militarizado por voluntad propia, persiguiendo un sueño, y además, con la ilusión de que un día pudiera ser mandado llamar a filas en el ejército. Así que el verano en que cumplí quince años, mi madre me hizo las maletas y, con todo el dolor de su corazón, me llevó, junto a papá, al bachiller militar.

Desde luego mi estadía en el colegio fue brutal. Los primeros días casi le daba el gusto a mi madre desistir, pero tuve que luchar, sacar fuerzas para imponerme física y mentalmente y continuar con mi sueño. Fueron tres años difíciles donde mi duro entrenamiento como caete me transformó no sólo físicamente en un mejor hombre, haciéndome ágil y con una musculatura digna de mis ejercicios, sino que también me formó como un joven disciplinado que sabía cuáles eran sus responsabilidades y objetivos respecto a la vida. El problema fue que durante estos años en el internado, mis visitas a casa fueron casi nulas, así que ignoré los problemas maritales que comenzaban a tener mis padres en mi ausencia, mismos problemas

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