
Descripción de Un día de toros en 1912 2t4v2l
Cristina Sol y Juan Salazar comentan sobre lo podía ser un día de toros en Madrid a comienzos del siglo XX. 171l5h
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Pues no me puede hacer más ilusión poder hacer la labor que, bueno, pues siempre de forma tan brillante realiza nuestro director, Javier García Isaac, de la mano de Juan Salazar.
Estamos en Los Toros, Nuestra Historia, espacio de los miércoles a partir de las diez y media.
Y además, inmersos en esa feria de San Isidro, que estoy segura que tiene algún breve comentario que hacer Juan Salazar, porque nos debemos a su espacio.
Y además, que hay que mencionar esa fecha tan bonita, ese número tan elegante que se celebra hoy con Los Toros, Nuestra Historia, Juan, y que significa, solo te voy a decir tres cosas, fe, valor y propósito divino.
Y yo creo que tú encarnas las tres.
Muchas gracias, te refieres al número 300.
Correcto.
Me siento un poco en diplas y letras.
Trescientos programas, no me lo hubiera imaginado yo hace casi siete años justo.
Un placer, un placer y muy divertido. No me lo hubiera imaginado, no me lo hubiera imaginado.
Pero bueno, en fin, esto da para mucho.
Y bueno, por la feria, pues ahí estamos yendo todos los días. Bueno, pues en fin.
A mí no me gusta hablar de actualidad, tengo mi opinión y respeto las opiniones de todo el mundo.
Pues a mi modo de ver, es una feria muy generosa, en donde lo que se busca parece que si se dan orejas, pues atrae a gente y tal.
Y la Plaza de Madrid pues está cayendo en un nivel, el nivel de la Plaza de Madrid es otro.
Pero bueno, en fin, eso son cosas muy particulares.
De momento pues yo casi me quedo con la faena de Víctor Hernández que hice el otro día.
Bueno, por estar ahí, no por arte ni por toque mágico, sino por donde se colocó, cómo se colocó y cómo le pudo a un toro que no era nada fácil.
Pero bueno, en fin, ahí estamos, ahí seguiremos yendo todos los días.
Y ahora nos vamos a remitir nada más y nada menos que a principios del siglo XX, a un día, pero un día además concreto de toros de 1912.
Efectivamente, el 17 de mayo de 1912.
Muchos oyentes y buenos aficionados dirán, ¿qué pasó el 17 de mayo de 1912? Bueno, tampoco es que pasara nada así, nada especial.
Pero el otro día rebuscando información de repente encontré alguna noticia, algún hecho y me encontré cosas curiosas.
Bueno, si es que en el fondo es lo que pasaba casi cualquier día de toros en Madrid o en otros sitios, reflejado y concentrado en un día, pero que bueno, que podía ser otro día cualquier.
Yo creo que merece la pena hablar, ya digo, son cosas en concreto que pasaron en ese día.
Era una época, bueno, y me remitía antes a lo que decía San Isidro, era una época en donde la épica en el toreo no había desaparecido en favor de la estética como pasa hoy en día.
Como dice el filósofo francés Robert Redeker en el libro Los centinelas de la humanidad, donde él hablaba, no es un libro taburino, dice que los héroes y los santos eran a los que se quería parecer la gente, y los niños, que hoy en día están denostados, son tontainas.
Hoy los niños se quieren parecer a futbolistas y a estrellas o a youtubers o estas cosas.
Los héroes, los toreos eran héroes.
Ese concepto de la épica que hoy en día casi ha desaparecido más en la idea de buscar el toreo que destapa el tarro de las esencias y para los relojes y estas cosas un poco cursis, que cuando se dan están bien y a todos nos gustan, pero bueno, en fin, que esa parte épica y de valor y de jugarte la vida y de ser el último de la tierra que quiere estar ahí abajo, pues casi está un poco desapareciendo.
Por eso digo, pero bueno, eran ambientes muy diferentes en aquellos años, en 1912.
¿Y cómo estaba la afición en esos años, Juan? Pues mira, al hilo de lo que te decía, el otro día cogía la hemeroteca digital, es comodísima porque te lees los periódicos de la época, cogía la correspondencia de España del 17 de mayo de 1912.
Y ese día escribí un artículo, Fayán Vidal, en donde él cuenta que sale de su casa, pisa la calle y hay un obrerillo que está leyendo el periódico.
Entonces el obrerillo dice, el mojiganga chico dio tres pases y luego me día torcida.
El compañero dice, no, estaba torcida, grita uno, sí lo estaba.
Entonces empieza a haber una pelea y él sigue andando, pasa delante de un café y él falla.
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