La Subasta, parte 4 3w4f62

Bueno, vamos a hacer un resumen rápido de la anterior sesión, en la que decidisteis continuar con esas pesquisas. Harold Susurros Thompson y Richard Arambarri se acercaron a una de las alcantarillas más cercanas a la mansión Ausper, con la intención de investigar los túneles subterráneos en busca de rastros del asesino y de la cabeza de latón, y con esfuerzo y precaución lograron levantar la tapa de hierro oxidado y descender a un pasaje inmundo de aguas turbias, filtraciones repugnantes y ecos húmedos.

A medida que el túnel se bifurcaba, los sonidos de ratas enormes comenzaron a acercarse, y temiendo quedar atrapados o ser atacados, decidieron regresar a la superficie antes de verse superados. Mientras todo esto sucedía, en el elegante salón de té del Hotel Sacher, Helen Flynn, Jacques Delaney y Magdalena de Begaud se reunieron con Lady Margaret Jameson, la joven aristócrata británica que había mostrado interés previo por la cabeza de latón, y entre tazas de café humeante y porciones de la célebre tarta Sacher, conversaron con ella en un ambiente cordial.

Margaret les confesó su intención de conseguir el objeto para su mentor, un tal Alistair Crowley, pero en ningún momento dio señales de estar implicada en el crimen. No obstante, sus palabras dejaron un pozo de inquietud. También aprovecharon para repasar la prensa del día, donde ciertas noticias hablaban de asaltos en cementerios y desapariciones de cadáveres, algo que resonaba con las pistas descubiertas en días anteriores.

Reunido de nuevo el grupo, decidieron acudir juntos a la dirección proporcionada por Frédéric Ausberg, el supuesto domicilio de Klaus Hundertpreis. Sin embargo, al llegar, descubrieron que no existía tal número. Con algo de dinero y un poco de persuasión, lograron sacar información al casero del edificio.

Klaus vivía en un apartamento oculto en el sótano. Allí, tras forzar la cerradura, descubrieron un hogar aparentemente normal, algo austero, pero cuidado. En el interior, una de las sorpresas fue un anillo aún ceñido a un dedo esquelético. No obstante, el mayor hallazgo aguardaba en un pasadizo oculto tras un armario, que descendía por un pozo de piedra.

A la luz temblorosa de las linternas, descendieron hasta una sala subterránea de aspecto macabro, de ropajes antiguos, lápidas robadas, ataúdes abiertos, tierra removida, y en el centro, sobre una mesa, un libro antiguo y la cabeza de latón, cubierta de una sustancia oscura que parecía latir con un poder propio. Dos túneles excavados a los lados de la sala se internaban en una oscuridad más profunda.

Y ahora, vosotros me diréis, ¿qué más queréis hacer? He acercado los túneles, a ver si se oye movimiento.

Cogemos la cabeza y nos largamos.

Eh, atentos, que está recubierto de algo que no sabemos qué es.

Sí, yo no tocaría leerlo.

Yo le he puesto guantecitos, pero los guantecitos son de algodón, no son guantes de...

Seguro que no huelen peor que yo.

Habíais hecho una tirada de zoología que no habíais sacado, Helen, para intentar distinguirlo.

Y pues es algo...

Un segundito, que siempre os lo pregunto y nunca me acuerdo, para quitar los personajes grandes que me salen aquí abajo, ¿los vuestros? ¿Cómo? Pues ahora en vuestros personajes todos me saléis aquí grandes abajo.

Ah, eh, sí, en las herramientas, en audio y vídeo, visualización de vídeo, que está a la derecha, tienes chat de audio y visualización de vídeo ahí, solo nombre.