
Descripción de La Subasta, parte 2 4y526c
Segunda sesión de esta campaña, en la que los personajes protagonistas tendrán que hacer frente a los sucesos de la subasta y comenzar una investigación. Jesús es el DM Elena es Helen Flynn Ferlord es Richard Aranbarri Diana es Magdalena Devereux Manu es Jack Delaney Juanjo es Harold "Susurros" Thompson 2t522h
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Bueno, pues la anterior sesión era el miércoles 15 de abril de 1925, el día en el que cinco viajeros llegaron a Viena, cada uno por distintos medios y con distintas intenciones, pero todos con un destino en común, que era la subasta privada organizada por la Casa Ausperl. Los protagonistas, o sea, Richard Arambarri, Helen Flynn, Maddalena Devereux, Jack Delaney y Harold Susurros-Thompson, se instalaron en sus respectivos alojamientos y, siguiendo las instrucciones de las invitaciones, acudieron a la mansión Ausperl para registrarse como asistentes oficiales.
Allí recibieron no sólo las normas del evento, sino también una invitación para una cena de gala privada, celebrada esa misma noche. En la cena, los personajes conocieron al anfitrión Frederick Ausperl, un noble austrohúngaro de porte elegante y actitud reservada. También hicieron su aparición el resto de los invitados.
Lady Margaret Jameson, una joven aristócrata inglesa de 24 años, Sir Martin Murray, caballero inglés de 43 años, un hombre reservado y diplomático, el conde Nikolai Chichesky, noble ruso de 36 años, intenso y observador, Michel de Borsavin, coleccionista francés de 39 años, un hombre culto y algo arrogante quizá, Lesek Czernin, un húngaro de 30 años, elegante y enigmático, George Walker, un estadounidense de 41 años, un hombre de negocios con ambiciones ocultas, Klaus Hundertprest, austríaco de 57 años, un hombre pálido y silencioso, Darnell Colson, un joven sueco de 25 años, algo excéntrico y nervioso.
Durante la velada, los protagonistas pudieron intercambiar algunas palabras con estos peculiares personajes y, más importante aún, recibieron el catálogo oficial de la subasta. En él encontraron objetos que llamaron poderosamente su atención, algunos por su valor, otros por sus siniestras conexiones con el pasado de cada uno.
Esa misma noche, Frederic Asperg anunció que la subasta se adelantaría al día siguiente, ya que todos los invitados se encontraban ya presentes. Esta decisión, según explicó, buscaba preservar la privacidad y seguridad del evento, que no era público y sólo se anunciaba a unos pocos elegidos.
Ya en la subasta, al caer la noche siguiente, el ambiente era tenso, elegante y cargado de miradas calculadoras y gestos contenidos. Los protagonistas fueron pujando por algunos de los objetos, evaluando su valor oculto o simplemente observando a los demás jugadores en busca de alguna debilidad. Para cuando llegó el turno del lote número 7, la velada se tiñó de sangre.
Un criado enviado a por el siguiente objeto nunca regresó. En su lugar, otro miembro del servicio descendió con el rostro lívido y no tardó en saberse por qué. El criado fue hallado en el pasillo brutalmente descuartizado, en una escena de violencia difícil de describir. El cuero parecía haber sido atacado por una bestia, no por una mano humana.
Frederic Asperg, visiblemente consternado, pidió ayuda a los presentes para investigar lo ocurrido. Los protagonistas siguieron el rastro de la sangre hasta el sótano, donde encontraron un antiguo pasadizo colapsado, claramente utilizado como vía de escape. Al revisar los objetos, se descubrió que solamente uno había desaparecido, el lote número 7, conocido como la cabeza de latón, un objeto misterioso de origen desconocido. Aparentemente inerte, pero que quizá tenía un aura inquietante.
Poco después llegó la policía de Viena, tomaron declaración a los invitados, revisaron las habitaciones, registraron la escena, aparentemente con la eficiencia habitual, pero su escepticismo ante lo ocurrido dejó claro a Asperg que no resolvería nada en el tiempo necesario. Por ello volvió a dirigirse a los protagonistas, les pidió que lo ayudaran a descubrir la verdad detrás del crimen y sobre todo a recuperar la cabeza de latón. Sabe que solamente los invitados estaban al tanto del adelanto de la subasta, así que si nadie fuera de ahí pudo saberlo...
¿Cómo ocurrió esto?
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