Sobre la MUERTE y el DESAPEGO 4c3o47

Bueno, Marta, a mí me gustaría empezar con una frase que dice que prepararse para la muerte ayuda a vivir mejor el instante presente.

Entonces, esta frase para mí resume cómo enfocar el tema de la muerte que reúne en sí el tema evidentemente del final de la personalidad, el tránsito del alma, el duelo con respecto a los que quedan, el desapego, que para eso tenemos que ir muriendo o aprender a morir, que en realidad es la clave y es lo que hacemos.

Cada día mueren partes nuestras, psíquicas y físicas, biológicas, todo muere.

Esta casa se venderá, tu llegador de aquí unos años será otro, no habrá ni uno, solo habrá igual.

Todo está muriendo continuamente, cada otoño, cada invierno y luego renace.

Es tan natural como nacer.

Sí, lo que pasa que hay zonas o experiencias de muerte que son tan naturales que ni siquiera las percibimos y en cambio otras que nos cuestan un horror.

Que las evitamos.

Entonces, claro, hay como diferentes niveles de morirse, diría yo.

Pero aquel que consideramos como la gran muerte, aquel en el que es radical el cambio… ¿Sabes por qué creo que pasa esto? Por el apego a la materia, o sea, incluso a la propiedad.

Mi marido, mi casa, mi profesión, mi… Mi cuerpo.

Exacto, es todo como propiedad, es un chip muy materialista, es el chip que tenemos.

Entonces, no es mi cuerpo, es como mi alma habita este cuerpo, pero no es exactamente mío.

Mi marido no es mío, no es propiedad privada.

Cosas de este tipo que tenemos que empezar a trascender ese mundo tan materialista en el sentido de posesivo, es el tema posesivo.

Entonces nos cuesta mucho dejar a la madre que muere, al hijo que pierdes por un accidente o por un suicidio, cosas que son serias, que son fuertes, pero como es mi hijo propiedad privada, te cuesta más soltarlo.

Es como si no respetáramos la decisión, vamos a poner un caso extremo, un suicidio de un hijo.

Él ha decidido, su alma ha decidido irse, por la razón que sea, da igual si estaba más o menos triste, enfermo, no sé.

Pero su alma tomó una decisión que está vinculada a los padres, a la novia, a la profesión, a lo que sea.

Porque los demás, cuando él se va, hacen un proceso.

Este de irse, que puedes parecer que está desesperado y se ha tirado, no, no.

Ya había una decisión previa, como te vas con un cáncer, por un accidente frontal o voluntariamente porque te matas tú mismo y tal.

En el fondo es una decisión del alma, me voy de este plano.

Y al irme, todos los demás procesan cosas y crecen a través de mi muerte.

Y yo también hago mi proceso.

O sea que en realidad hay una especie de falta de respeto a las decisiones de las almas que deciden morirse.

¿Por qué decides irte a no sé qué país y justo, y vas de vacaciones, justo allá hay un tsunami y vas a ir a Palmas? Pero es que tú decidiste ir allá en aquel día que estaba como previsto aquel tsunami, ¿no? Por lo tanto, es como si hubiera una decisión que no respetamos.

No, yo creo que aquí tiene evidentemente que haber un trabajo de conciencia, de ampliar la conciencia.

¿De? Ampliar la conciencia.

Se está ampliando el campo semántico, porque hasta ahora solo existía el suicidio, o hasta hace poco, y ahora ya la palabra eutanasia ya está adquiriendo… Suicidio asistido.

O suicidio asistido, o todo el tema de los cuidados pandémicos… Seguido está cambiando, ¿eh? Es decir, que si podemos ya decidir cuándo nacemos, yo creo que vamos en la dirección de poder decidir cuándo nos vamos, porque es un derecho.

Casi diría un deber, ¿no?, de poder uno mismo decidir cuándo ya ha cumplido su misión o cuándo ya… Pero tienes que poder hacer el desapego, el desapego de la gente querida, el desapego a tu cuerpo, a tus propiedades, a tus costumbres.

O sea, ahí el gran trabajo de soltar, de sentir que ya… es como una voluntad de morir.

Digamos, esto sería una muerte lúcida.

Y aprender a hacer duelos lúcidos es otro de los temas que yo creo que tienen que salir hoy, ¿no? Como hacer un duelo que no sea patológico.