Saulo Pablo de Tarso x556n

Bueno, me toca presentar a Benito, pues buenas tardes, un cordial saludo para todas y todos, gracias por vuestra presencia. Me siento feliz y contento al poder presentar a mi amigo, compañero y hermano Benito Acosta, presbítero extremeño, donde ejerció su ministerio en el mundo rural y desde hace muchos años, encarnado a la diócesis de Málaga.

Nació en Zalamea de la Serena, Badajoz, en 1937, de padres galitanos. Es, por tanto, paisano de nuestro arzobispo, don José María, del mismo pueblo. Nos conocimos en la comarca de Antequera, donde trabajamos en equipo, un entusiasta grupo de compañeros, en las últimas décadas del siglo pasado, animados por la renovación eclesial del Vaticano II.

Fueron años de trabajo pastoral muy interesante en los que se unía fe y vida, predicación y compromiso concreto con las necesidades del pueblo. Fueron años en los que la gente sencilla y sin prejuicios iba descubriendo un Jesús de Nazaret cercano, hermano, que nos invitaba y nos invita a que hagamos comunidad. Y gozamos en esos años de aquellos inicios de las comunidades cristianas populares de nuestra Andalucía.

Fue uno de los lugares donde se crearon esas comunidades. En ese ambiente renovador conocimos a Benito. Digo conocimos porque yo formaba parte del equipo de cuatro curas que nos marchamos a Málaga, en concreto a Absidón y Villanueva del Trabuco. Éramos Manuel Hernández, Pedro Ramírez, Joaquín Cifuente y un servidor.

Benito, que llegaba de Badajoz y fue destinado a Mollina y más tarde a Villanueva de Algaida, desde el primer momento se incorporó al plan pastoral en una tarea común, trabajando muy unidos en la becaría de Antequera, viviendo juntos en la misma casa después y compartiendo de forma muy intensa los compromisos de renovación eclesial, política y social con proyectos de desarrollo comunitario mediante el cooperativismo. Estábamos apoyados y acompañados por el magnífico vicario don Manuel González Ruiz, al que llamábamos Magón, y sobre todo por el obispo don Ramón Busserray.

Comprobamos que Benito era y es una persona muy bien preparada, llena de sabiduría en muchas ramas del saber, sobre todo en teología y en Biblia, y a la vez es una persona humana, cercana, entrañable y sobre todo creyente y comprometido con la causa de los pobres. También objeto de conciencia ante todo lo que huele a clérica limbo y normas establecidas alejadas del Evangelio de Jesús. Conociendo Benito sé que no le gustan los halagos, pero vamos a decir algunas cosas. Es un hombre de fe, creyente, comprometido, viviendo en la austeridad y simplicidad de vida.

Es irable su radicalidad evangélica. Su último cargo pastoral fue párroco de una barriada marginal de Málaga, Granja Suárez, donde trabajó de revisor de contadores para ganarse la vida. Allí tuvo la oportunidad de acompañar a jóvenes inmigrantes nigerianos estableciendo una gran amistad con todos ellos. Fue promotor y compañero inseparable de las comunidades cristianas populares en las que aún participa en Málaga semanalmente. Hoy se encuentra retirado en la casa semanal de Málaga. Es una persona sencilla, entrañable y cercana con una gran sensibilidad.

La escuela de los pobres le ha ayudado mucho a ser como es. Es un hombre polifacético por sus extensos conocimientos en distintas áreas y variadas facetas de la ciencia y del arte, como es la pintura, la música, la literatura. Es un gran y exquisito poeta con una extraordinaria sensibilidad y capacidad reflexiva. Ha editado medio centenar de libros sobre poesía, fruto de su experiencia como creyente y como persona, tratando que no sea una poesía séptica sino comprometida. Algunos de sus poemarios van acompañados de sus correspondientes partituras.

Es sobre todo un extraordinario, excepcional teólogo y biblista, un conocedor y