Por qué necesitamos a los lobistas | Pausa, episodio 108 6p4w1g

Entonces vosotros, clientes por nombre no, sectores sí, diputados por nombre no, por más que nos gustara.

Por grupo parlamentario, sí.

Hola, soy Marta García Ayer y vamos a hacer una pausa.

Vamos a hablar del lobby y de los lobistas.

Vamos a hablar con dos de ellos, y muy buenos, de hecho.

A lo mejor ellos prefieren que les llamemos consultores o responsables de asuntos públicos.

Casi cualquier cosa suena mejor que lobista.

No tienen buena fama los lobistas, no.

Habrá que preguntarles si cuanto peor es su fama, mejor es el lobista.

¿Pero qué es un lobista? ¿Para qué sirve? ¿Y qué pasaría si no existieran? ¿Cómo influyen en los diputados y en la opinión pública? ¿Es ético el trabajo del lobista? Pues ahora se lo preguntamos a estos dos expertos, a Carlos Ruiz y a Carmen Muñoz.

Pero como son expertos en influir hay que tener cuidado con ellos porque de algo seguro que han venido a convencernos.

Un lobista lo mismo puede tratar de convencernos de que nos compremos coches eléctricos que fomentemos la energía renovable que de frenar la descarbonización.

Presionan para quitar impuestos y para ponerlos.

Un lobby puede fomentar la investigación contra el cáncer o la industria tabaquera.

Hay lobbies para proteger a los pájaros y a las centrales nucleares.

Los hay de la industria farmacéutica del fast food y las apuestas.

Hay lobbies pagados por la iglesia, por el feminismo y por las eléctricas.

También los hay de cazadores cerveceras y de la construcción.

Nuestros invitados de hoy han trabajado para muchos de ellos.

Ahora les preguntamos ¿por qué lobbies hay muchos? Los sindicatos son un lobby y la ONCE y las asociaciones por la defensa de los enfermos de ELA también son un lobby.

Ahora hablamos de cuál es el lobby más poderoso de todos.

Pero antes, antes te voy a contar una historia.

La del día que me anduve paseando por un hotel de Washington, muy cerquita de la Casa Blanca.

Un hotel majestuoso con lámparas y alfombras imponentes.

El Hotel Willard, en la avenida de Pensilvania.

Y allí le gustaba irse a tomar su brandy y a fumarse un puro al presidente Grant allá por 1869.

En el Washington de la época se corrió la voz de que era allí donde uno se podía hacer el encontradizo con el presidente.

Porque todos querían convencerle de algo, influir en alguna ley.

Se dejaban caer por ahí a la hora del té.

El presidente Grant, según me contaron allí en el Willard, se refería a estos pesados que andaban siempre pululando a su alrededor en el lobby del hotel como lobistas.

De ahí el nombre de lobista, por lo de lobby.

Aunque los ingleses también reclaman la palabra lobby, porque en las salas de espera del Parlamento de Westminster también se llaman lobbies.

Pero vaya, sea la versión inglesa o la americana, al final el resultado es el mismo.

Los lobistas sois unos pesados que andan persiguiendo diputados, senadores o lo que se tercie para que legislen en favor de vuestros clientes.

Lo que viene siendo influir, vamos.

Yo creo que lo ha resumido muy bien.

Yo creo que una clave muy importante del trabajo que hacemos es insistir.

Es mucho más bonito dicho así, Carmen.

Absolutamente.

Hay que insistir mucho porque estamos convencidos del punto de vista que defendemos.

Y es cierto que en un contexto tan complicado en el que muchos están tratando de hacer lo mismo, insistir es una de las opciones que tenemos a la hora de tratar de convencer de nuestro punto de vista.

Es que nos pagan por ser pesadunos.

Parte de nuestro trabajo es insistir, insistir, insistir y crear esos espacios.

Y que nos atiende a los políticos y que se sienten y nos dejen un rato para convencerles de las cosas.

Así que sí, somos pesados, pero también somos necesarios.

Sabéis que en pausa a veces se me olvida presentar a los invitados, decir los cargos oficiales y demás.

Porque pienso que a la gente lo que le interesa es escuchar lo que tenéis que decir.

Pero en vuestro caso creo que voy a hacer una excepción.

Me interesa mucho saber cómo os presento.

¿Cómo os presentáis? ¿Lobistas? ¿Consultores? ¿Directores de Asuntos Públicos? ¿Qué suena mejor? Desde luego como lobistas creo que nunca.

Hola, soy Carlos Ruiz, lobista.

Lobista, ¿qué tal? En muchas ocasiones incluso en clase me gusta mucho presentarme como tal.

Porque uno se hace activa una forma de pensar qué es o qué eres.

Y cuando luego cuentas qué es lo que haces casi siempre cambia un poco el punto de vista.

¿Y a los alumnos a los que les dais clase en la universidad estudian para ser lobistas? Porque entiendo que lobista no es una cosa que uno diga de niño.

Mamá, de mayor quiero ser lobista.

No, aún no. Llegará ese momento supongo.

Ellos no lo saben todavía, ¿no? Pero por ahora no.

Pero es cierto que las posgrados sobre todo empiezan a ser algo que se conoce un poco mejor.

Poco a poco todavía. Yo creo que es algo muy tímido.

Pero sí que yo creo que la universidad tiene un poquito más de interés en estos temas.

Y eso es muy bueno.

Pero de hecho tenemos que ir a las universidades a contarle a la gente que existe esta profesión.

Porque la mayoría de la gente universitaria no lo sabe.

Y no sabe que desde las ciencias políticas o desde el periodismo también.

Y desde muchas otras profesiones. Desde el derecho.