Clasicos Digitales Domingo 30 de mayo 2021 2d331a

Ofreceremos ahora otra audición dentro del género del poema sinfónico. A comienzos del romanticismo los músicos exploraban nuevas sonoridades y uno de los que dio un aporte significativo fue el francés Héctor Berlioz. En 1828 Héctor Berlioz tuvo una primera aproximación a la obra literaria cumbre de Johann Wolfgang von Goethe, cuando compuso sus "Ocho escenas de Fausto". Dieciocho años más tarde estrenó su cantata “La Condenación de Fausto", que tuvo una mala acogida del público, como siempre ocurría con Héctor Berlioz en su Francia natal. Muchos años después esta obra fue aclamada y reconocida, por lo cual quedó incorporada al repertorio sinfónico. La "Condenación de Fausto" consta de cuatro partes. Se basa en un libreto adaptado de una traducción de la obra de Goethe por el escritor francés Gerald de Nerval. Escucharemos la Orquesta Hallé dirigida por Sir John Barbirolli en las tres partes: El minuét de los duendes, la danza de la sílfide y la marcha húngara, todas concebidas para un arsenal sonoro propio del gusto poderoso del maestro francés. A partir de las proposiciones de Héctor Berlioz va a emerger en el mundo germánico de Europa, una corriente romántica y el más sobresaliente compositor fue el austrohúngaro Franz Liszt. Héctor Berlioz sugirió a Franz Liszt la lectura del Fausto de Goethe en la traducción de Gerald de Nerval. Esta obra cautivó al gran pianista que era entonces, pero fue muchos años después cuando el maestro compuso la llamada Sinfonía para Fausto. La concibió en conjunto como un cuadro de caracteres y así definió los tres movimientos: Fausto. Gretchen o Margarita y Mephistófeles. La extensa obra cierra con el Coro final o el triunfo del amor. Por razones del tiempo disponible sólo escucharemos en esta oportunidad la segunda parte titulada Margarita, que como su perfil imaginario del personaje, tiene un carácter lírico, sereno, en tiempo de andante soave, que acentúa su delicada expresión. Apreciaremos también en esta parte de la Sinfonía las diferentes alternativas de sugestión en su extenso desarrollo. Escuchemos ahora Margarita de la Sinfonía para Fausto, un poema sinfónico, por la Orquesta Filarmónica de Nueva York bajo la conducción del maestro estadounidense Leonard Bernstein.

Muchos años de maduración vivió Liszt con la idea de la Sinfonía de Fausto. Finalmente fue en aquellos años de trabajo febril en Weimar cuando el maestro húngaro compuso la que se llamó, finalmente, Una Sinfonía de Fausto. Fue estrenada el 5 de Septiembre de 1857. No es una transcripción sinfónica de la obra de Goethe, ni narra las incidencias del drama por suerte de la trama. Liszt concibió en conjunto la sinfonía como un cuadro de caracteres de los tres personajes, Fausto, Grechten y Mefistófeles y así, en ese orden, definió los tres movimientos. Esa vida interior de los personajes se traduce en un lenguaje rico en plasticidad sonora. Esto ha debido resultar un intenso esfuerzo y trabajo de composición. El resultado es la obra más completa y artística del maestro húngaro. La extensa obra cierra con el Coro final o el triunfo del amor. Por razones del tiempo disponible sólo escucharemos en esta oportunidad la tercera y cuarta partes. El perfil imaginario del personaje Mefistófeles contrasta musicalmente con el Andante Soave, lírico y sereno de Grechten que lo antecede. Liszt recurre a la metáfora para glosar las palabras con que se presenta el maligno personaje ante Fausto: ¡Soy el Espíritu que siempre niega! Y sus expresiones sonoras se completan casi todas con deformaciones de los temas del primer movimiento, o sea negaciones de los temas que musicalmente definen el carácter de Fausto. Por medio de figuras huidizas y sinuosas se ofrece este movimiento Allegro vivace, irónico. El tono parece un alivio de la perversidad del diablo y su juego de negaciones y deformaciones. Es decir, de engaños para completar la maldición del dominio sobre Fausto. Colocaremos seguidamente la Cuarta Parte de la Sinfonía que es el Coro Final y el triunfo del amor. Son voces masculinas que como ángeles llevan el alma de Fausto en un triunfo final del Amor. Escuchemos ahora Mefistófeles y el Coro Final de Una Sinfonía de Fausto, un poema sinfónico de Franz Liszt, por la Orquesta Filarmónica de Nueva York bajo la conducción del maestro estadounidense Leonard Bernstein.

Habíamos referido el hecho de que Paganini hubiese rechazado esta sinfonía encargada a Berlioz. Pero resulta que cuatro años después del encargo, el espectacular virtuoso tuvo la ocasión de escucharla y quedó tan abrumado y entusiasmado con la obra, dirigida por el propio compositor francés. Tan es así que el fogoso genovés subió al escenario, se arrodilló y besó la mano de Héctor Berlioz. Pocos días después del concierto, Niccolo Paganini envió un nota de felicitación a Berlioz y el prometido regalo de los 20 mil francos. Eso entusiasmó al maestro francés a componer su otra sinfonía dramática “Romeo y Julieta”. El cuarto y último movimiento de “Haroldo en Italia” fue titulado “Orgía de los bandoleros”. Entra la plenitud orquestal con una participación quejosa de la viola. Los “tutti” de la orquesta dan una clara idea de peripecia, en contraste con las intervenciones fugaces del solista, en un rol protagonista, que siempre queda arrollado por la insurgencia orquestal. Haroldo en Italia fue la segunda sinfonía de Héctor Berlioz. La estrenaron en Gran Premiére el 23 de Noviembre en la Sociedad de los Conciertos del Conservatorio, bajo la dirección de Narcisse Girard, con resultados satisfactorios. En posteriores oportunidades hubo presentaciones bajo la batuta del propio Héctor Berlioz y el éxito fue memorable. El opus 9 de Héctor Berlioz data de 1844 y es una Obertura de Concierto muy famosa por su riqueza orquestal y los episodios sonoros que sugiere. Es el Carnaval Romano, cuyos tema y episodios fueron extraídos por su autor de la ópera “Benvenuto Cellini”, que el maestro francés desmanteló, después del notable fracaso de su estreno. Tanto esa ópera, como la pieza en obertura sinfónica, han gozado contemporáneamente de una gran preferencia del público, los intérpretes y directores. Escucharemos la obertura en versión de la Orquesta Hallé bajo la dirección de Sir John Bárbirolli.

Después del impacto de la Sinfonía Fantástica, persiste la necesidad de volver a la música de Héctor Berlioz. El llamado ímpetu romántico, tuvo un postulado alemán primigenio como antecedente histórico titulado tormenta y pasión, sturm und drag, como el más alto y sensible deseo del hombre. Y esa corriente que primero se manifestó en interpretaciones de libertad imaginativa y pasión en la escritura, entre pensadores y poetas alemanes, llegó también a la música cuando despuntaba el siglo XIX. Ludwig van Beethoven había aportado lo suyo transfigurando los clásicos cánones que habían sido su primera escuela. Siempre estuvo consciente de su grandeza y sabía que con él comenzaba algo nuevo. Pronto entre los músicos, la obra de Beethoven se convirtió en el nuevo templo del credo romántico. El francés Héctor Berlioz vivió en persona su propia historia romántica de amor juvenil y plenitud musical no correspondidos por parte de los ses. Su obra tiene una gran afinidad, además, con su concepción personal sobre la estructura y el poder de la orquesta sinfónica. Esa pasión fue codificada por Berlioz en su famoso y aún vigente Tratado de Instrumentación y Orquestación Modernas que data de 1844. Como buen intelectual francés, Héctor Berlioz cultivó personalmente la sensibilidad y el gusto literario. Era además, permanente crítico musical. Por eso cuando recibió el pedido de una sinfonía por parte del compositor y gran concertista Niccoló Paganini, consideró varios temas y obras. Se decidió finalmente por Haroldo, el héroe representado por la viola que representa a Childe Harold, un personaje sacado de las obras de Lord Byron. Y así nació su sinfonía “Haroldo en Italia”, donde destaca una viola solista. Niccoló Paganini jamás interpretó esta obra Haroldo en Italia que había encargado a Berlioz a objeto de estrenar una viola Stradivarius que había adquirido. Simplemente la rechazó porque le parecieron muy fáciles las partes del solista en esa partitura. Los intérpretes son la Orquesta Sinfónica de Boston, bajo la dirección de Charles Munch. El violista escocés William Primrose es el solista.

La “Sinfonía Dante” fue estrenada el 7 de noviembre de 1857 en Dresde dirigida por el propio Franz Liszt y dedicada a Richard Wagner. Los visitantes, el poeta florentino Dante Alighieri y su irado Virgilio, el poeta romano que lo guía, van entrando en el mundo del Purgatorio. El lugar oscuro, según la Divina Comedia, donde mediante la redención, los condenados pueden ascender a la luz en las nueve esferas del Paraíso. La creación musical de Franz Liszt se aviene con los versos de Dante. Se aprecia un notable contraste si se compara con el rítmico y agitado torrente de El Infierno. Hay ahora una estructura musical y una presencia instrumental más delicada, apreciable desde la lenta introducción. La orquesta ahora revela lentamente las iluminaciones de esperanza de aquel nuevo mundo en el dantesco relato. Acordes promisorios del arpa ponen su firma. Las cuerdas anuncian una nueva atmósfera de paz posible. Son las almas que van camino del desprendimiento de los pecados, como ocurre con el propio poeta narrador a quien han estampado en su frente siete letras P, para significar los pecados que han de superarse en pos de la gloria. Así el andar de los poetas peregrinos se acompaña con dulces instrumentos que despejan el camino en ascenso. Y de los pecados desprendidos no quedan ni las huellas del despojo en el largo y apacible Purgatorio. La tercera parte de la Sinfonía Dante es una coral que va como continuación del Purgatorio, en vez del Paraíso descrito por el poeta en La Divina Comedia. Es el Magnificat de voces femeninas e infantiles. Sus fuentes provienen del canto llano o gregoriano, como algunas partes instrumentales ya escuchadas. Es el maestro Daniel Barenboim al frente del Coro y la Orquesta Filarmónica de Berlín.

La gran curiosidad intelectual, como buen romántico por lavía de la música programática, Franz Liszt se interesó por los temas de origen literario o filosófico. Era una tendencia muy extendida entre aquellos músicos que proclamaban la renovación del romanticismo. Su condición de virtuoso le facilitaba e impulsaba a la creación de ideas musicales muy libres y profundamente emotivas. Su culto vuelo le permitía aprehender imágenes que se impresionan en la música con indiscutible plasticidad. Eso lo entendemos mejor cuando escuchamos la primera parte de la Sinfonía Dante. Es el Infierno, cuando la orquesta trascribe la visión que tuvo el maestro de los versos descriptivos y líricos del poeta Dante Alighieri, acompañado del poeta romano Virgilio, en la Divina Comedia. El primer movimiento que representa el Infierno, está escrito en forma ternaria representando el espíritu y tormentos de los condenados en los tercetos de Dante. La sinfonía expresa por medio de la orquesta las palabras de Dante. Como al comienzo cuando presenta la puerta del Infierno, sobre la que está escrito Per me si va nella citta dolente, Por mí se va a la ciudad doliente. Per me si va tra la perduta gente. Por mi se va tras la perdida gente. Hay una correspondencia feroz de la orquesta con las penurias, como lo imaginó Liszt, triple fanfarria de castigo en los metales graves y contrabajos. Los vientos altos anuncian la advertencia del verso: Lasciati ogni speranza, voi che entrante: (Abandona toda esperanza, tú que estás entrando). A medida que se desciende en los nueve círculos del infierno, el tumulto se agolpa en la música. Y en la caída, la estación del segundo círculo. Destaca el corno inglés y el verso de Dante la paradoja del recuerdo: Nessun maggior dolore, que incordarsi del tempo felice, nella miseria. No hay mayor dolor que en la miseria acordarse del momento feliz. Orquesta Filarmónica de Berlín, Daniel Barenboim, director.

Adagio, está marcado la tercera parte, bajo el título de Escena campestre en la Sinfonía Fantástica. Un tiempo lento que desarrolla varios episodios en el sueño del artista. Allí se entremezclan sucesivamente momentos de esperanza y duda, de tormento y serenidad. El tema pastoril es un dúo que protagonizan el corno inglés y el oboe. De allí evoluciona por derivaciones de las cuerdas y dos flautas. Hay efectos que imitan el trino de los pájaros. Sigue un recitativo dramático con eco del leiv-motif simbólico. Luego de los acordes en tutti y el retorno de la idea fija, los timbales retumban como truenos lejanos, hasta el retorno del motivo pastoral como al principio. El cuarto movimiento, Allegreto non troppo de la Sinfonía Fantástica se titula Marcha hacia el suplicio. El artista sueña que ha matado a su amante y por ello se le condena a morir en la guillotina. El cortejo arranca de manera impresionante. Los amigos oyentes podrán seguir con facilidad ese ritmo palpitante, marcial, sostenido por la percusión y unos cobres en armonía de suspenso. La escena sonora y la presencia del leiv motif acentúan la situación que anuncia el desenlace irremediable. Hasta que escuchamos el golpe de muerte por la caída de la guillotina sobre el protagonista en el cadalso. Redobles posteriores confirman la ejecución. Sueño de una noche de aquelarre es la quinta y última parte de la Sinfonía Fantástica de Héctor Berlioz. Es el clímax del diabólico sueño, cuando el artista se encuentra en una reunión de brujos y demonios que preparan su funeral. En el tiempo Larghetto allegro se superponen estridencias, gritos, risas y extraños ruidos acentuados por ecos malignos. La idea fija sonora de la obra reaparece ahora en forma de danza grotesca, como si la amada ejecutara una danza innoble en medio de los monstruos del infierno. El movimiento está saturado de figuraciones y niveles cromáticos fulgurantes. La liturgia funeral del Dies Irae, adquiere aquí un carácter diabólico en el que se mezcla lo sacro y lo profano. Interpreta la Orquesta Hallé, bajo la dirección del maestro británico Sir John Barbirolli.

Antes de que los cuatro músicos románticos, Mendelssohn, Chopin, Schumann y Liszt, se dieran conocer por su obras a partir de 1830, el francés Héctor Berlioz ya había estrenado sus primeras obras con desigual fortuna en su propio país. Berlioz dejó sus estudios de medicina en Paris para estudiar música en el Conservatorio. Además, fue crítico y director de orquesta. Cuando los compositores románticos exploraban nuevas sonoridades como novedad musical, Berlioz aportó sus ideas de la orquestación sin límite en sus proyectos de expansión sonora y el gusto por lo espectacular. Había escrito un tratado de la orquestación que fue muy apreciado por los directores de orquesta a lo largo de los años. Presentamos en Clásicos digitales la obra más conocida del compositor romántico francés, Héctor Berlioz, la Sinfonía Fanástica. El relato que rige la estructura de la Sinfonía Fantástica fue concebido por el propio compositor. Esta fantasía musical tiene una motivación personal, de carácter romántico. Berlioz se había enamorado de una actriz irlandesa que visitaba París en ese tiempo. Las pretensiones amorosas del artista fueron rechazadas por la hermosa mujer. Y esto dio motivo a la elaboración de la fantástica historia que vive el personaje de la obra. Ese relato fue resumido en un programa elaborado exclusivamente para el estreno de la sinfonía en el Conservatorio de París, el 5 de Diciembre de 1830. Es así como esta obra inaugura lo que se conoce con el nombre de música programática. Ese programa de la sinfonía explica inicialmente la situación de un joven artista que cae en un profundo sueño por efecto de un narcótico que le produce visiones y delirios extraños. Ese sueño de sentimientos y recuerdos se transforma en imágenes musicales. La presencia de la mujer amada aparece como una melodía que tendrá incidencia a lo largo de la peripecia onírica, convertida en una idea fija. De modo que se revela como un leiv motif de la obra. El segundo tiempo cambia a un carácter menos oscuro y se titula Un baile, por un vals que cambia de ánimo sucesivamente.

En la segunda parte de este capítulo, comentaremos un poco más sobre la influencia de Niccoló Paganini entre los compositores románticos y en particular en Franz Liszt. Durante los años del peregrinaje del joven Franz Liszt, sus demostraciones de pianista virtuoso también incluyeron transcripciones, especie de interpretación glosada en obras de otros músicos coetaneos o anteriores. Estas numerosas piezas elaboradas y recreadas por Liszt, si bien funcionaban como atractivo popular durante sus recitales, tenían una particular motivación más personal. El joven pianista se esforzaba como divulgador del arte de su tiempo, como testigo bien enterado de la música que sonaba en aquellos años. No se puede negar que algunos intérpretes de otros instrumentos, como es el caso de Franz Liszt, pianista de extraordinario virtuosismo, fueron otra cosa después de presenciar y escuchar las funciones que daba Paganini. Liszt compuso en 1838 los Estudios sobre un tema de Paganini, pero su iración por el violinista genovés fue mucho más que eso. Así como Paganini llegó a ser el más extraordinario y espectacular violinista de Europa, Franz Liszt fue el más grande pianista del siglo Diecinueve. Sus interpretaciones, e incluso sus composiciones, revelan y reviven la pasión y el espíritu del genovés. Las obras de Liszt son exigentes y difíciles. Su música y postulados teóricos tuvieron mucha influencia en la segunda mitad del siglo diecinueve. Escucharemos una transcripción al piano de un aria de Rigoletto y también el Concierto para piano y Orquesta Nº 2 de Franz Liszt quien fue el más grande virtuoso del piano en el siglo XIX.

Hoy dedicaremos el programa a comprobar la gran influencia que tuvo un músico y violinista italiano sobre los compositores de su época. Y comprobaremos su mágico gesto como compositor del violín, al recordar que fue el más endemoniado y superior violinista del siglo XIX. No se trata de un revolucionario de la música, pero Niccoló Paganini fue un virtuoso excepcional que causó sensación en todas las ciudades europeas que visitaba. La mayoría de los compositores de la primera mitad del siglo XIX quedaron deslumbrados por su espectacular habilidad instrumental. Algunas obras de sus coetáneos fueron eclipsadas o silenciadas por la presentación espectacular de sus conciertos. En cambio, otros autores hicieron versiones de sus obras o adornaron sus composiciones con su técnica chispeante y sus alardes de virtuosismo. Esta relación del genovés Paganini y los músicos de su época está enriquecida por numerosas anécdotas. Niccoló Paganini personifica el rapto romántico, esa actitud especial que convierte al artista en un vehículo del alma, un fanático del sentimiento. Y esto hizo carrera prontamente en los años del romanticismo. A partir de Paganini, el virtuosismo se convirtió en una meta. De los seis conciertos para violín y orquesta que compuso el espectacular virtuoso, el Nº 1 en Re Mayor, es el que ha deslumbrado los auditorios con máximo frenesí, desde su propio estreno.

Otras importantes obras de Franz Liszt son la Sonata en Si Menor, el Vals Mefisto, las Rapsodias Húngaras, Mazzepa, Sueños de Amor, Hamlet, la Sinfonía Fausto, la Sinfonía Dante, y dos conciertos para piano. El Concierto para piano Nº 1 en Mi bemol Mayor, el más conocido, presenta un rompimiento con la tradición de los tres movimientos acostumbrados, al introducir, antes del final, un scherzo en Allegretto Vivace. Así la obra se ganó el nombre de concierto sinfónico y ha servido de modelo para intentos posteriores, como en el caso de Johannes Brahms, en su Concierto Nº 2. El majestuoso tema principal del Allegro inicial del concierto de Liszt, se presenta vigoroso en las cuerdas al unísono y se comparte con el solista. Este tema ofrece dos frases diferentes que se articulan como sub temas o ideas temáticas. Liszt propone la modalidad de pasajes que recuerdan los efectos instrumentales de la música de cámara, cuando aisladamente una de las ideas temáticas es desarrollada sucesivamente por el clarinete, el violín y el violonchelo, en pinceladas progresivas junto con el solista. Esta singularidad le da un aporte tímbrico que también inaugura Liszt en diferentes reposiciones de este primer movimiento. Prueba de fuego para los pianistas son las transcripciones de Franz Liszt sobre los caprichos, conciertos y demás piezas para violín del fenómeno del virtuosismo romántico Niccoló Paganini. Los grandes estudios de Paganini, es una serie revisada por Franz Liszt, el genial pianista austrohúngaro, en 1838. Cerraremos este primer encuentro SOBRE Liszt con una pieza de exigencia máxima, Tema y variaciones Paganini-Liszt , una verdadera aventura del sonido.

Hoy nos corresponde presentar a Franz Liszt, el cuarto gran maestro de aquel afortunado grupo que nació en la primera década del siglo del romanticismo. Conocimos a Felix Mendelssohn, Federico Chopin y Robert Schumann. Franz Liszt es el otro insigne romántico, que nació el año 1811 en tierra húngara, de una familia que hablaba el alemán porque procedía de Austria. Hijo de Adam Liszt, un músico diletante que trabajó para aquella familia de mecenas húngaros de la dinastía Esterházi y por lo tanto participó con el maestro clásico Joseph Haydn y Johann Nepomuk Hummel. Conoció también a Beethoven. Adam, el padre de Franz, tocaba la guitarra, el violín, el violonchelo y el piano. Provocativamente, el piano fue una presencia magnética para el niño Franz en su casa, que por influencia de su padre se convirtió en otro niño prodigio de aquellos tiempos. Como ya era tradición, el padre preparó y istró el arte de su hijo, mediante viajes y presentaciones por Europa para bien de las economías familiares. A los 7 años comenzó sus estudios y a la edad de nueve tuvo el primer encuentro con el público. Un acto particularmente importante para el niño Liszt fue justamente su concierto en el famoso palacio Esterházi. Y de allí, la fama y las giras se multiplicaron por Europa. Comentaremos y escucharemos en esta parte del capítulo las siguientes obras y transcripciones de Franz Liszt. Sueño de amor Nº 3: Liebesträume. El Estudio nº 3 en La bemol menor (Allegro moderato) es conocido como "La Camla" – pues está basado en el movimiento final del Concierto para violín nº 2 en si menor de Paganini. . Liszt fue el creador del poema sinfónico y precursor de la música programática. Un poema sinfónico ha tenido una gran difusión debido a su gran variedad notable de temas y formas que adopta. Se trata de "Los Preludios"

Ya en 1832 Robert Schumann supo que no podía llegar a ser un gran concertista del piano. Tres años más tarde conoció a Clara Wieck que era, como él, alumna de su padre, Friedrich Wieck. Clara, siendo todavía una niña, sí se había convertido en una irada concertista del piano. Y al cumplir los 11 años de edad, Clara Wieck comenzó a escribir sus propias obras, que por cierto estrenaba e intercambiaba en sus programas con los grandes compositores del clasicismo y romanticismo, que eran sus favoritos. Incluyendo a Robert Schumann, que se había dedicado a la composición y la crítica. El año 1833 Clara, la pianista de 13 años comenzó a diseñar su propio concierto en La menor para piano. Ella compuso un movimiento y también la orquestación correspondiente. Robert Schumann revisó esa orquestación y la muchacha con sólo eso, lo interpretó en varios salones. Pero no quedó conforme y escribió dos movimientos que lo completaban como concierto. El primer movimiento que ya había estrenado lo dejó como último para cerrar su concierto. Es un concierto virtuoso original y fue estrenado en Leipzig dirigido por Felix Mendelssohn. Después de la muerte de Robert Schumann, Clara realizó una extraordinaria labor de concertista por todo Europa hasta el final del siglo. Clara Schumann necesitaba mantener a su numerosa familia y dar a conocer el legado musical de su marido muerto. Esto fue una hazaña larga de calidad y dedicación absoluta que le ganó prestigio y ovaciones por toda Europa.

En la mañana brumosa de aquel invierno en la ciudad alemana de Düsseldorf, el 27 de febrero de 1854, la figura de un hombre apenas se distingue cuando camina a un lado del río Rihn. Se ha detenido de repente y extiende la mirada sobre la niebla que se levanta en la superficie de las aguas heladas. Su rostro está crispado de asombro, su cabello vibra por el viento y cae sobre el ceño severo en el rostro sombrío. De pronto abre mucho los ojos y da firmes pasos hacia la orilla del malecón. El hombre se lanza a las heladas aguas del Rihn y es probable que, al hundirse, el frío congele sus músculos. Este hombre que ha decidido poner fin a su vida, abrumado por la locura y las alucinaciones, es el insigne compositor romántico Robert Schumann. Disponemos la presente audición como la despedida del tema referido al maestro romántico Robert Schumann al presentar la Sinfonía Nº 4 en Re menor por la Filarmónica de Viena dirigida por Leonard Bernstein. El cuarto movimiento lo hemos diferido para el comienzo de la segunda parte de la audición en el presente capítulo. Completa el tiempo del siguiente segmento, un homenaje a la que fue esposa del insigne músico romántico, Clara Schumann. Ella, además de extraordinaria concertista renovadora y aplaudida que dejó una marca insuperable de presentaciones, recitales y conciertos por toda Europa, fue también compositora. Escucharemos su Concierto para piano en La menor, opus 7 durante la próxima parte.

Lo que teóricamente se acepta en la actualidad, a la luz de estudios más aproximados, el mal que aquejaba a Robert Schumann era el síndrome bipolar o enfermedad maníaco-depresiva. Por eso durante los lapsos de lucidez, Schumann concentraba su mayor esfuerzo creativo y su incansable apego en el trabajo de composición. En 1840, Clara que ya era pianista de fama y también compositora, aconsejó a su marido variar su producción musical y sugirió que debía componer para grandes formatos orquestales. Así fue como aquel año el maestro Schumann diseñó la que sería su Sinfonía No. 1 en Si bemol Mayor Opus 38, llamada Primavera. La interpreta la Orquesta de Cleveland conducida por el maestro George Szell. Como era propio de su ímpetu personal, el trabajo creativo de la sinfonía por primera vez, colmó de euforia a Robert Schumann. El estreno fue el 31 de marzo de 1841 por la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig dirigida por Félix Mendelssohn, su amigo. Bronces y timbales conmovieron la audiencia.

Robert Schumann, había comenzado con notable dedicación sus clases de piano con el maestro Friedrich Wieck. El alumno Se ejercitaba incansablemente en el teclado, al extremo de utilizar recursos no ortodoxos para mejorar la digitación. Probablemente por eso, inesperadamente sufrió un percance fisiológico en su mano derecha y tuvo que renunciar forzosamente a su sueño de convertirse en un virtuoso del instrumento. Esa pérdida personal lo deprimió profundamente. Al poco tiempo en 1833, a causa de una epidemia de cólera, su hermano Julius Schumann y su esposa Rosalie, fallecieron a causa de la enfermedad. El sensible Robert sufrió el primer episodio depresivo grave que lo alteró y cayó en una profunda crisis. Esos episodios lo afectarían y en adelante se repetirían cada cierto tiempo. Schumann lograba evadir la depresión dedicándose intensamente a la composición. Como ejemplo, vamos a escuchar ahora su Opus 2, titulado Papillons, o Mariposas en francés. Una suite de doce danzas que interpreta el excelente tecladista surcoreano Kun-Woo Paik. También escucharemos el inicio de la Sinfonía 1 en Si bemol Mayor Opus 38, llamada Primavera. La interpreta la Orquesta de Cleveland conducida por el maestro George Szell.

Cuando Robert Schumann decide variar su producción musical al comenzar la década de 1840, se dedicó a escribir breves canciones o lieder. Un género más apropiado para un músico apasionado que había vivido una gran vocación literaria. Por motivaciones muy personales se ocupará intensamente en la forma musical tan bien trabajada años antes por su irado Franz Schubert. Un estilo muy particular que combina el piano y la voz sobre los versos de los más renombrados poetas alemanes del momento. Escucharemos un excelente ciclo titulado "El amor y la vida de una mujer", basado en versos del poeta Adelbert von Chamisso. Narra la historia de una jovencita que se encuentra con el primer amor. Otras colecciones las dedica a poemas de Hainrich Heine, como Amor de poeta, que interpreta el barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau.

Cuando finalmente Clara Wieck y Robert Schumann unieron su destino en el matrimonio, también formaron equipo para la música. En su labor creativa, Schumann siguió componiendo obras para piano y su esposa las presentaba brillantemente durante sus conciertos ante el público. Por su sueño de convertirse en un gran pianista, las obras tempranas de Robert Schumann, naturalmente estuvieron protagonizadas por el piano porque el instrumento desafiaba al compositor a volcar el contenido de su ánimo en el teclado. Un caso muy identificado son Las Escenas de Infancia, el Opus 15. Son Miniaturas de una transparencia que permite soñar en las teclas a un intérprete sensible y magistral, como es el caso del venerable maestro Vladimir Horowitz que nos regala la serena interpretación, de las reminiscencias y juegos infantiles de Robert Schumann. Blumenstück, piezas de flores, del Opus 19, compuestas en 1839 cuando hacía música en el teclado para registrar el cambio de tono de las flores, no para describirlas, sino para interpretar los gestos de una persona que cambia cuando está enamorada. Escucharemos solamente ahora Pieza de flor en re bemol mayor, Op.19 en las sabias manos del pianista Vladimir Horowitz.

Robert Schumann deja sus estudios de derecho en Heidelberg y se traslada a Leipzig, donde el pedagogo del teclado Friedrich Wieck lo recibió y alojó en su propia casa. Nunca se imaginó aquel joven que conocería a su más encarnizado enemigo. No lo pensó tampoco el maestro de piano, por cierto. Alumno y profesor unieron sus mutuos esfuerzos en las lecciones de piano. No se puede negar la dedicación obsesiva del discípulo por dominar todos los secretos del instrumento. Robert se había compenetrado tanto con su carrera de concertista del piano, que la exageró hasta el sacrificio. De tanto ejercitarse, se dañó el dedo medio y se le paralizó la mano derecha. Quedó inútil como instrumentista. Y hasta allí llegó su carrera de gran pianista. Clara Wieck, la hija del propio maestro de Schumann en cambio, destacó desde niña como excelente pianista. Ella iraba al compositor e interpretaba sus conciertos. Cuando cumplió los 16 años. Clara se convenció de que estaba enamorada de Roberto Schumann. Aquellos amores fueron obstaculizados obsesivamente por el maestro Friedrich Wieck. El 1841 Robert Schumann había compuesto una fantasía para piano y orquesta, de la cual no quedó satisfecho. Cuatro años más tarde volvió sobre la partitura y le agregó dos movimientos, con lo que resultó el excelente Concierto para Piano y Orquesta en La Menor de partes consentidas, lejos del modelo mozartiano y reafirmado en la pauta sinfónica de Beethoven, como una gran sonata según las palabras del propio Schumann. El concierto lo inauguró Clara como solista y después de la muerte del compositor lo tocó por toda Europa en honor de su marido.

De la generación de compositores románticos de 1810, ya conocimos la obra de Felix Mendelssohn y Federico Chopin. El renombre de Federico Chopin y Franz Liszt en el piano, y de manera especial Niccolo Paganini en el violín, se asocia a una nueva influencia contundente y entusiasta. El surgimiento del virtuosismo, mediante su efecto en el público, se conforma como un fenómeno social durante el romanticismo. El extremo dominio de la técnica instrumental repercute en la prensa especializada. El otro miembro de aquel cuarteto de músicos insurgentes de 1810, Robert Schumann, se obsesionó con la necesidad de convertirse en uno de aquellos virtuosos, hasta el hecho que su vida quedó marcada por la frustración como ejecutante del piano, aunque no como compositor. Además, era excelente crítico de la prensa especializada. Las composiciones de Schumann para piano suelen ser expresiones musicales sobre temas literarios y estados de ánimo. Escucharemos en esta primera parte de la audición La Sonata para Piano Nº 1 en Fa Sostenido Menor, opus 11. La vida del autor estuvo marcada por dos personajes de la literatura, Eusebius y Florestan, uno sereno, reflexivo y concentrado en sus pensamientos; el otro vehemente, apasionado y vital. Ese contraste de personalidad se adelanta en la introducción que abre vehemente y acentuado en los bajos tajantes y luego decae en los modos del personaje sereno y caviloso. Ese cuadro de diferencias se repite y profundiza. Ese contraste irreversible está expresado en esta primera sonata para piano. Interpreta el excelente pianista Maurizio Pollini.