
Descripción de El plan maestro, Javier Sierra c3bj
En 1990, Javier Sierra fue abordado por un sujeto singular en el Museo del Prado. Este le confesó que existía una comunidad secreta que, desde hacía siglos, se había dedicado a proteger una selección de obras que servía de puerta entre distintos mundos. Aquel tropiezo dio lugar a El maestro del Prado (Planeta, 2013). Desde entonces, el autor se ha obsesionado con encontrar de nuevo a ese personaje y, en su camino, ha descubierto que existe un «plan maestro» que otorga al arte un sentido esencial. Este lleva siglos siendo urdido por unos misteriosos maestros que han transformado a nuestra especie hasta límites insospechados. Algunos mitos se refieren a ellos como dioses instructores, otros como daimones; también como ángeles y espíritus. Sus ideas han moldeado nuestra especie con aportes como la agricultura, la astronomía, las matemáticas o la expresión artística. Pero ¿quiénes son ellos? 6e202w
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La librería de Bego Beristáin.
Hola, ¿qué tal? Bienvenidos, bienvenidas.
Hoy en la librería vamos a presentar un universo literario, porque eso es precisamente lo que está creando el escritor con el que vamos a charlar en los próximos minutos.
Es un superventas, dices, Javier Sierra y todo el mundo recuerda algunos de sus libros y recuerda ese interés tan profundo por el arte que ya nos despertó hace 12 años cuando recorría el Museo del Prado y se encontraba con el maestro que dio lugar a una novela vendida a nivel internacional y que llegó a colocarse en el top de países como Estados Unidos y que ahora llega después de ese maestro del Prado para ofrecernos un plan maestro.
Creo que en este, que en el plan maestro, sí que vamos a quedarnos con esa sensación de cerrar un círculo y de descubrir algunas de las cosas que en el primero nos dejó.
Hicimos muchas cábalas respecto a lo que los versos finales querían decir y yo creo que, bueno, no nos lo va a decir hoy, pero sí lo vamos a descubrir en las páginas del plan maestro. Javier Sierra, ¿qué tal? Bienvenido.
¿Qué tal? Es un placer.
Oye, Javier, ¿qué ha pasado en estos 12 años? Bueno, en estos 12 años han ocurrido muchas cosas.
En 2013 se publicó El maestro del Prado, que fue aquella historia en la que contaba cómo con 19 años fui abordado por un señor mayor en las salas del Museo del Prado y me enseñó a leer dentro de las obras, no sólo a mirarlas, y aquel hombre después de dejar su lección magistral desapareció.
Bueno, yo escribí aquella historia y dejé al final de aquella historia, como muy bien decías, unas pistas que él mismo me había dejado escondidas en las páginas de un libro. Esas pistas eran unos versos que han sido analizados, escrutados, dados la vuelta, traducidos incluso al latín para encontrarles un sentido por parte de los muchos lectores que se acercaron al maestro del Prado y tras 12 años, gracias a esas pistas y a que continué con mis averiguaciones, pues he armado El plan maestro, que es una historia donde sigo en busca de esa persona que me iluminó sobre los secretos del arte, pero además presento toda una serie de personajes muy curiosos que se van cruzando mi camino y que van aportando su granito de arena hacia algo que me parece básico, que es encontrarnos con el mundo del arte no como si viéramos una simple imagen en Instagram, sino como si nos acercáramos a libros y cuando nos acercamos a libros hay historias que nos suelen esperar.
Después de encontrarte con el doctor Fovell, después de estar 45 minutos hablando con él, claro que yo pensaría un joven de 19 años, con los ojos muy abiertos, escuchándole con mucha atención y yendo después muchos días al Museo del Prado a buscarle sin encontrarle jamás.
Sí, ese es el arranque de esta historia, lo que yo conté en aquel primer libro.
Este segundo, en cambio, ya está abordado desde una perspectiva distinta.
No necesitas leer El maestro del Prado, está escrito de manera que funcione como un ente autónomo, pero arranca además de un momento vital muy diferente.
Ya ese Javier Sierra adolescente que se propieza con aquel maestro ya es adulto, ya tiene niños y se lleva a sus niños de vacaciones a unas cuevas en Cantabria donde pretende someterlos, y esto es verdad, esto yo lo hice con mis hijos, a un pequeño expedimento.
Y es que yo había leído y oído a antropólogos importantes como Jean Claude en Francia que decían que los niños tienen una capacidad especial para detectar rasgos en las cuevas rupestres, rasgos pintados por nuestros remotos antepasados.
Ellos aplican una lógica que es la que utilizan cuando miran al cielo y encuentran en las nubes patrones, o en caras, o ven escenas, o ven personajes de sus dibujos favoritos.
Y aplicada esa lógica a las cuevas rupestres son capaces de encontrar dibujos y diseños de hace miles de años sin estar condicionados por nuestra mirada más racional y más, entre comillas, educada o formada.
Yo me llevé a los niños a esas cuevas rupestres.
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