
Descripción de La Piel del Deseo. Capítulo 4 45y33
Las cosas entre los padres de Aarón no son lo que parecen, mientras tanto Casandra se debate cuanto puede contra el deseo que siente hacia su hijo. _____________________________________________ Hola! Ayúdame uniéndote a Ivoox desde los siguientes enlaces: * Anual https://www.ivoox.vip/?-code=c7cb5289b6e940372f0f816d1de4fe6e * Mensual https://www.ivoox.vip/?-code=9af38537eef891dabb408d0e292f3c38 *Plus https://www.ivoox.vip/plus?-code=208ff5ca551218eda9d25aad9113bc8c 165231
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Hoy presentamos, La piel del deseo. Capítulo 4
Parte 1. Su marido no había dejado de juguetear con
su coño mientras conducía, incluso antes de dejar a Aaron en el centro comercial, junto
con aquella putilla. En cuanto se bajó, los dedos de Dante exploraron
con mayor profundidad, escarbando, removiéndose en la cada vez más encharcada vagina.
«No ha habido ni uno solo día en estos cuatro años que no pensara en ti», le dijo él.
«En todo lo que te haría en cuanto saliese». «Pues ya puedes desfogarte bien», le contestó
ella, ruborizada por la excitación, «porque yo también he estado estos cuatro años deseando
que me metas la polla por todos mis agujeros». «Tus deseos son órdenes para mí, princesa».
Se corrió con aquellos dedos gruesos y encallecidos unos minutos antes de llegar a la casa. Por un
momento perdió el control del coche, pero no tardó en controlarlo. Dante se echó a reír,
en absoluto preocupado. «Como ves, sigo siendo un caballero», dijo.
«Las damas primero, hasta para correrse». Dante era de hacer ese tipo de comentarios.
Y Cassandra se descubrió sintiendo una breve oleada de rechazo. Casi puso los ojos en blanco.
«¿Qué me pasa?», pensó. Nunca le habían molestado ese tipo de cosas. Al contrario.
Su marido alejó la mano entre sus muslos y se chupó los dedos.
«Cuanto echaba menos este sabor», dijo. Aquello ya estaba mejor.
Dante se abrió la bragueta del vaquero y liberó su polla erecta. Aquello estaba mucho mejor.
Su marido tenía una polla acorde con el resto de su tamaño, grande,
gorda y plagada de venas como macarrones. Cassandra sintió su coño arder.
Mientras Dante se masturbaba lentamente, recorriendo su polla con movimientos
parsimoniosos, Cassandra, mordiéndose el labio, giró el volante para entrar en el
terreno de la casa. Los portones del garaje estaban cerrados, de modo que detuvo el coche
enfrente, se desabrochó el cinturón de seguridad y se inclinó para engullir la polla de su marido.
«¿Me echabas de menos, princesa?», preguntó él, apartando su mano.
Como respuesta, Cassandra se metió la polla hasta la garganta. Se la sacó de la boca,
con la saliva chorreando de su barbilla, resbalando por todo el falo, y se puso a lamer.
«Joder», dijo él, «veo que no has perdido nada de práctica. Es como montar en bicicleta».
Cassandra pasó la lengua arriba y abajo, desde el glande hasta la base. Soltó un
buen salivazo sobre la polla y volvió a metérsela en la boca, a subir y bajar la
cabeza, recorriéndola al completo con sus labios, encajándola en su garganta hasta
cortarse la respiración. Su marido la cogió del pelo y tiró de ella para obligarla a alzar
la cabeza bruscamente. Un arco de saliva salió volando con el movimiento. «Dios»,
dijo él, mirándola fijamente con el brillo de la lujuria en sus ojos castaños. Los ojos que
Aaron había heredado, aunque los de su marido eran más duros, muy lejos de la ternura que
destilaban los de su hijo. «Me encanta esa cara de zorra salida que pones». Cassandra lanzó un
lengüetazo al glande de su marido, apenas ronzándolo. «Pues ya te estás empleando a
fondo con esta zorra salida», le dijo ella, mirándolo con fiereza, relamiéndose los labios
empapados de saliva. Dante se desabrochó su cinturón de seguridad y abrió la puerta del copiloto.
Salieron los dos por el mismo lado, impacientes por continuar. Al ponerse cara a cara, ella le
escupió en la cara. Él se recogió la saliva con los dedos, jugueteando con ella, y se los metió en
la boca. Dante la hizo girar sobre sí misma, la empujó contra el coche. Cassandra puso las manos
sobre el techo del coche, aplastó sus pequeños pechos contra la puerta trasera, echó el culo
hacia atrás, ese culo que sabía que poseía un magnetismo irresistible. Aarón apretando su
nalga, con fuerza, unos segundos. Dante se acuclilló tras ella, le bajó el tanga hasta los tobillos y
le abrió las nalgas, metiendo la lengua directamente en su ano, que le recibió abriéndose con facilidad.
Aarón eyaculando contra su muslo, su semen traspasando la tela, ardiente contra su piel.
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