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Meditaciones D. José María Marín
Pentecostés (10/10), por D. José Luis Retegui

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12/4/2025 · 29:54
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Meditaciones D. José María Marín

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Publicamos un ciclo de meditaciones impartidas por D. José Luis Retegui en el Retiro espiritual San Manuel González 2025. Marzo 2024 5n4k2q

Lee el podcast de Pentecostés (10/10), por D. José Luis Retegui

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Vamos a hacer esta última meditación del retiro contemplando el misterio de Pentecostés, que es el nacimiento de la Iglesia.

La clave, vamos a partir en el Antiguo Testamento de esa teofanía, de esa manifestación de Dios, de ese primer momento en el que Dios baja del cielo a la tierra, como baja en Pentecostés.

Y se va a servir de esa imagen Dios para luego, en el momento en que desciende el Espíritu Santo, descender como Dios ya había descendido en el Antiguo Testamento, de manera que fuera fácil para los israelitas saber que era Dios el que estaba viniendo, porque ya tenían en su mente cómo Dios había bajado una vez.

Y es como Moisés en el Sinaí, en la Alianza de Sinaí, dice Todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció.

Moisés hizo salir al pueblo del campamento del encuentro de Dios.

Ellos se detuvieron al pie de la montaña y ¿qué vieron? Todo el monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en fuego.

El humo subía como humo de horno y toda la montaña se estremeció violentamente, una especie de terremoto, ahora veremos.

Es decir, que Dios había bajado en la forma de fuego sobre la montaña.

El Señor había bajado en la forma de fuego.

Vamos al Nuevo Testamento y ya sabemos, ¿no? De hecho, en el capítulo 2, la venida del Espíritu Santo.

Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar y de repente vino del cielo un ruido como de un viento que interrumpe impietuosamente.

Lo mismo, ¿no? Y se llenó toda la casa en la que se hallaban.

Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos.

Quedaron todos llenos del Espíritu Santo.

Bueno, pues en primer lugar ver que es Dios el que está bajando.

O sea, que este acontecimiento de Pentecostés es un acontecimiento importante.

Que Dios baja, baja el Espíritu Santo con forma de lengua de fuego.

¿Y qué celebraban? También hay un significativo que se estaba celebrando ese día.

La fiesta de Pentecostés era una de las tres fiestas principales, una de aquellas en las que había que ir a peregrinar a Jerusalén, la de los tabernáculos, la de Pentecostés y, lo más importante, la de la Pascua.

Era, se celebraba 50 días, por eso se llamaba Pentecostés, 50 días después de la Pascua.

50 días después.

¿Y cuál era el número 50? El 50 es 7 veces 7.

El 7 que era el número de la alianza.

Cuando se cumplía 7 veces el número de la alianza, era ya como 7 por 7, la plenitud.

Y ahí celebraban la alianza.

¿Qué celebraban? Que en el Sinaí, como hemos visto antes y como sabemos ya, Dios les dio la ley.

Les dio la ley.

Les dio los mandamientos.

Estaban muy agradecidos.

Era un motivo de celebración.

Uno puede decir, venga, vamos a hacer una fiesta para ver que tenemos los mandamientos.

Y eso es para celebrarlo.

Pero yo no quiero los mandamientos.

Si me dicen que no tengo, que no hagas esto, no hagas esto, no hagas esto, ¿eso es motivo de fiesta? Pues sí.

Y lo es, verdaderamente.

Porque gracias a esa ley, cumpliendo esa ley, esa ley en la que Dios les consideraba su pueblo favorito, y por eso, como todo padre que quiera a su hijo, quería que su hijo fuera bueno, y por eso le dio esa ley, pues también nosotros.

La ley, la toa ley, la del sermón de la montaña, la del mandamiento del amor.

Y es un motivo de celebración.

También por los frutos que han venido de ahí.

Pueden ser cantidad de cosas buenas que han pasado en nuestra vida gracias a este libro que está aquí o lo que ha contado.

Es impresionante.

Bueno, todo.

Incluso hay gente que le debe la vida.

Literalmente, ¿no? Decía alguno, ¿no? Que hay algunos niños, ¿no?, de familia numerosa, del quinto o sexto, que no hubieran nacido, si no fuera porque...

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