El Lado Oscuro de la Ilusión 3f5i2o

La ilusión, aunque puede ser una enorme fuerza motivadora,
también tiene un lado oscuro que puede hacernos mucho daño.
Desde una visión psicológica, la ilusión es una representación mental
que nos sirve para anticipar o proyectar un futuro idealizado.
Tú decides cómo quieres ser.
Ya sabes que este es tu podcast de desarrollo personal.
Y estás escuchando a Mercedes Cobo, psicóloga creadora de Emocioteca.com
El premio Nobel Daniel Kahneman dice que tendemos a sobreestimar los
resultados positivos de nuestras decisiones y a subestimar las posibles consecuencias.
Por ejemplo, al planificar un proyecto, muchas personas piensan que lo lograrán
en un tiempo récord y con esto pretenden motivarse, pero lo cierto es que ignoran
los posibles retrasos, lo que les lleva luego a frustrarse cuando la realidad
se impone y no cumplen con sus expectativas.
¿Lo ves?
Justo este sesgo optimista contribuye a que nuestras ilusiones no siempre
estén alineadas con la realidad.
En definitiva, toma buena nota, demasiada ilusión en algo te hace perder claridad
y sin la claridad suficiente deformas la realidad, la visión de la realidad.
La ilusión es estupenda, es el mejor motor, pero no tenemos que perder de vista que si va
acompañada de unas expectativas poco realistas, esta ilusión, en lugar de ser un motor,
nos perjudicará.
Es momento de recordarte que cuentas con tu consulta telefónica gratuita.
Solo tienes que entrar en mi web emocioteca.com y en o ir a la agenda.
Ahí elige el día y la hora para que te llame.
Te llamaré, hablaremos, te ayudaré en tu situación actual y te contaré cómo
trabajar conmigo en sesiones individuales.
A ver, pregunta, ¿de dónde nos viene esta tendencia a las expectativas irreales?
Nos lo explica súper bien Karl Roger, psicólogo humanista,
que nos habla de un concepto muy interesante, las condiciones de valor.
¿Cómo es esto?
Pues construimos requisitos que creemos que debemos cumplir para que nos acepten,
para que nos amen, para que nos valoren.
Estas condiciones pueden venir de experiencias pasadas,
de la influencia cultural o incluso de nuestros miedos.
La cuestión es que, en un mundo ideal, todos sentiríamos una aceptación incondicional de los
demás, y en particular de nuestros padres. Sin embargo, en la práctica, muchos niños
aprenden que sólo son dignos de amor y de aceptación si se comportan de cierta manera
y cumplen con las expectativas de los adultos. Bueno, pues justo estas expectativas son las
condiciones de valor. Nuestro sentimiento de valía depende de ellas, o dicho de otro modo,
estamos atados a las expectativas de los demás. Y en lugar de aceptarnos a nosotros
incondicionalmente, lo que hacemos es convertir esas expectativas ajenas en nuestras.
Nos inventamos cómo deberíamos de ser para ser queridos,
construimos un yo irreal al que aspiramos.