
Descripción de JUEGOS PERVERSOS - PARTE 6 2f3510
Alargó la mano y tocó la piel desnuda de Barbara, a escasa distancia de sus hermosos pechos, y sintió por primera vez en su vida el semen de un hombre que no era Antonio. Lo primero que sintió fue rechazo. No debería estar haciendo eso, se lo decía una y otra vez en su mente. Después se permitió sentir el viscoso fluido y lo cálido de la piel de Bárbara. El contraste entre ambas temperaturas la hizo estremecerse de arriba abajo... ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1539967 1h4a48
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Tus fantasías más prohibidas están aquí. Relatos calientes. Hoy presentamos.
Juegos perversos, parte 6 Lo primero que pensó Lucía al escuchar las palabras de Lorena fue que estaba bromeando.
Es decir, no podía hablar en serio, ¿verdad? Era imposible que en realidad le pidiera limpiar el semen de su esposo del cuerpo desnudo de Bárbara. Permaneció sentada en el sofá, tranquila, segura de que todo era una broma. No había necesidad de alterarse. Sin embargo, solo bastó una mirada a su alrededor para darse cuenta de que tal vez se había apresurado en asumir que Lorena no hablaba en serio.
Todos la veían con curiosidad, como si estuvieran analizando su reacción ante la prueba que se le había exigido. Ante la atenta mirada de todos los presentes, Lucía comenzó a sentirse nerviosa. Miró entonces a Lorena y su rostro le dejó bastante claro que estaba esperando que ella cumpliera su cometido.
Su sonrisa adoptaba un toque villanesco que asustó a Lucía. —¿Lo dices en serio? —le preguntó con la esperanza de que la respuesta fuera un no. —Sí —dijo Lorena y al instante, Lucía se puso de pie, indignada. —¿Cómo se te ocurre que voy a hacer algo así? —preguntó, alzando la voz por primera vez en la noche. —Son las reglas del juego.
La carta que saqué me permite elegir a cualquiera y designarle el reto que yo quiera. Lorena hablaba con tranquilidad y con un tono de superioridad que hizo enojar todavía más a Lucía. —¿Pero por qué yo? —quiso saber Lucía. —De las cinco personas que podías elegir. ¿Por qué a mí? —Me pareció divertido —dijo Lorena, encogiéndose de hombros, como si esa fuera una explicación tan satisfactoria como simple.
Lucía sintió una gran ira hacia Lorena. Aunque más que sus palabras, era el tono de éstas lo que la hacía enfadar. No entendía qué había hecho para que Lorena estuviera en su contra, pero era evidente que así era. Y esa rencilla no había comenzado esa noche, sino hacía más de cinco años. No, desde que comenzó a salir con Antonio, siempre había tenido esa sensación de que Lorena no la veía con buenos ojos. Y esa noche solo se estaba confirmando. Quería gritarle, decirle algo hiriente, pero las palabras no llegaban a formularse en sus labios.
Simplemente no era buena para insultar ni para llevar la contraria. Sus padres la habían educado con la filosofía de poner la otra mejilla, no a devolver el golpe. Lorena seguía mirándola con la misma sonrisa, lo que la hizo estremecer de impotencia. Lucía se giró para ver a Bárbara, que se encontraba sentada en el sofá, casi acostada sobre él mismo, desnuda excepto por su entrepierna, y cubierta del líquido blanco que con el pasar de los segundos se había tornado cada vez más opaco.
Ella nunca había probado el semen, ni siquiera el de su marido. Tony se lo había pedido alguna vez, pero ella se negaba. Le daba algo de asco el fluido que salía del pene de un hombre. Cuando hacían el amor, lo más cerca de su rostro que le había permitido correrse era en sus tetas. E incluso así, la sensación de asco perduraba, y tenía que limpiarlas casi al instante. Por eso mismo, no comprendía cómo Bárbara era capaz de aguantar tanto tiempo en esa situación.
Si fuera ella, ya habría corrido al baño a limpiarse. O al menos, ese fue su primer pensamiento, porque entre más miraba a Bárbara, más venía a su mente el morboso espectáculo que tanto la rubia como Roger habían protagonizado hace unos minutos. Recordó la excitación que había sentido al verlos rozar sus cuerpos como si estuvieran en una danza de apareamiento. Recordó también las rondas que pasó sentada sobre la enorme verga de Rogelio y los pensamientos obscenos que había tenido.
Y aunque la idea de lamer el semen del cuerpo de Bárbara le seguía pareciendo atroz, la verdad es que muy en el fondo, por primera vez en la vida, estaba teniendo una curiosidad real por el sabor de aquel líquido. Sabía bien que había mujeres que amaban recibir el semen en su cara, en sus bocas. Ella misma había visto videos porno en su juventud por mera curiosidad, y recordaba perfectamente la sonrisa con la que aquellas actrices ofrecían su boca para recibir la eyaculación de sus parejas. ¿De verdad era algo que se podía disfrutar? Sin embargo, el semen no era su único problema. También estaba el pequeño detalle de que nunca había tocado a una mujer desnuda, menos en semen.
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