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Relatos ERÓTICOS
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JUEGOS PERVERSOS - PARTE 12

JUEGOS PERVERSOS - PARTE 12 q6a1k

24/4/2025 · 01:07:46
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Relatos ERÓTICOS

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Tus fantasías más prohibidas. Están aquí. Relatos calientes. Hoy presentamos.

Juegos perversos. Parte doce.

Todos estaban avergonzados. El regreso de la electricidad fue para ellos como si despertaran de un largo sueño. Uno donde se la habían pasado especialmente bien, pero que ahora vibraba en su conciencia como cruda realidad. Bárbara estaba a medio vestirse. Su sujetador seguía tirado en el suelo, escondido parcialmente bajo un sofá. Era evidente que no lo había encontrado y que por eso solo se había puesto rápidamente su blusa para cubrir su expuesta desnudez. Antonio no se movía del asiento. Su rostro denotaba vergüenza y cierta amargura.

Lucy pudo percibir tales sentimientos, los nervios e incluso el miedo en su marido. Al parecer, Antonio no podía creer que se hubiera dejado llevar. De seguro estaba asustado por las consecuencias de sus acciones. Por un instante, Lucy sintió algo de lástima por él. Sin embargo, lo cierto es que no tenía tiempo de preocuparse por los demás.

Si había alguien en esa sala que la estuviera pasando fatal ahora que el juego había llegado a su fin y que experimentaba todos esos sentimientos negativos a cabalidad, era ella misma. Estaba semidesnuda. Ese último reto casi la había dejado en pelotas frente a todo el mundo. Por suerte, su falda solo estaba a medio muslo, y su blusa, aunque desabrochada, no había dejado su torso, por lo cual no le tomó mucho tiempo volvérsela a poner.

En esos momentos estaba experimentando tantos sentimientos que no sabía ni cuál debía sopesar primero. Estaba avergonzada por lo que había hecho y dicho, por lo que había escuchado, por lo que había visto. Sentía la cara que le ardía, roja como un tomate. Tenía celos por lo que Tony había hecho. Y miedo, pues sabía que lo ocurrido esa noche iba a traer consecuencias. Era imposible que su vida no cambiara después de lo que había ocurrido. De pronto se sintió nerviosa. No quería mirar a la cara a ninguno de los presentes, en especial a Roger y Joaquín, con quienes había hecho cosas que la ponían todavía más colorada.

Sin embargo, por extraño que parezca, sentía que esos sentimientos negativos no eran los únicos que tenía. La vergüenza iba acompañada también de una especie de excitación que seguía sin desaparecer del todo. Y aunque le provocaba celos, recordar lo que Antonio había hecho con Lorena y Bárbara también de alguna forma la emocionaba. Al pensar en todo eso, sentía que su cuerpo temblaba de consternación. Por otro lado, el miedo al cambio iba acompañado de expectativa, de un latente deseo de descubrir adónde los llevaría lo que acababa de ocurrir con los amigos de su esposo.

Por supuesto, los sentimientos de culpa y tribulación eran más fuertes que la latente excitación que aún experimentaba. Una mujer recatada y mojigata como ella no podía cambiar en apenas unas horas. Así pues, sus valores se hicieron presentes en ella, y la vergüenza que esto le provocó casi la hace llorar.

Sólo había dos personas que no daban muestras de nervios o de estar avergonzados. Pues, aunque hasta el propio Joaquín miraba al piso y no levantaba la mirada, tanto Lorena como Roger estaban como si nada. El dueño de casa seguía con su actitud seria, sin pronunciar palabra alguna, sereno. Y Lorena seguía desnuda.

Su escultural cuerpo estaba a la vista de todos una vez más, y a ella no parecía importarle.

Los observaba a todos, pero sería erróneo decir que su rostro no mostraba un gesto de desagrado.

Estaba enfadada. Lucía se imaginaba que la razón era la misma por la cual todos los demás estaban avergonzados. Era tan evidente que Lorena quería continuar con el juego como que los demás no, o al menos eso quería creer Lucy. «Va, qué mala suerte que regresara la luz en este momento», dijo Lorena, rompiendo el incómodo silencio que se había instaurado en la habitación.

Justo cuando todos íbamos a ver a Lucy desnudarse, habría sido maravilloso ver ese cuerpazo moverse al ritmo de la música. Los demás no dijeron nada. Era sorprendente cómo el ánimo había cambiado en cuestión de segundos. Lucía sintió que el enfado con Lorena volvía otra vez, pues en cierta forma sentía que se estaba burlando.

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