
Infernum Z - Libro 2 - La batalla de San Cabritos - 002 465g3f
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Tras la repentina retirada de la horda zombi que mantenía sitiada la ciudadela de Puebla de Sanabria, justo cuando la caída de la ciudadela parecía ya inevitable, nuestros amigos mantuvieron una inesperada reunión con el ahora coronel del CNI Pérez. El mismo hombre que hasta que la infección se descontroló había sido el oficial a cargo de la investigación sobre las masacres ocurridas en San Facundo y Santa Marina, y de las de las que, tras haber secuestrado un autocar lleno de pasajeros se entregaron a la policía con la esperanza de que sus explicaciones sobre lo que realmente había ocurrido en los dos pueblos fueran suficientes para exonerarlos de toda culpa. Pero no fue así. Durante tres interminables semanas el por entonces capitán Pérez les sometió a continuos interrogatorios en los que todo el grupo se reafirmaba una y otra vez en su versión de lo ocurrido y en que en vez de estar perdiendo el tiempo con ellos, la policía haría bien en ocuparse de buscar a Ferranzo antes de que pudiese expandir la infección. Sin embargo, cuando Pablo, al que la policía consideraba el líder de una especie de secta satánica, se dio cuenta de que la infección se había extendido camuflando sus primeros síntomas con lo que todo el mundo consideraba que era una anómala, pero de ninguna forma preocupante “gripe de verano”, ante la sorpresa de Pérez se ofreció a firmar una declaración de culpabilidad a cambio de que él y sus compañeros fueran inmediatamente llevados a “la zona cero” para realizar una reconstrucción de los hechos. Lo que aconteció después es de todos conocidos. Cuando la policía les escuchó decir que habían encerrado a algunos supervivientes de la masacre en un viejo bunker subterráneo situado bajo un campo de trigo, intentaron acceder a la base subterránea en la que Ferranzo había pasado ochenta años confinado y se encontraron con los zombis que Ferranzo había dejado en su interior para asegurarse de que nadie que llegara hasta ella sobreviviera. Tras haber masacrado a todos los que se encontraban dentro de la zona acordonada, los zombis llevaron la muerte más allá de ella al mismo tiempo que el virus entraba en su última fase de mutación y por toda la meseta comenzaban a darse los primeros casos de infectados que atacaban violentamente a todo aquel que se ponía a su alcance. A ello le siguió el caos absoluto, la anarquía, el cierre perimetral de la meseta y el abandono de todos los que no había podido ser evacuados antes de la instalación de las torretas de fuego automático que la OTAN, bajo el auspicio de la ONU y de la OMS, había decido situar alrededor de toda la zona de cuarentena con el fin de evitar que virus pudiera salir de ella. Pero no lo consiguieron. Así que, tras “arreglar cuentas” con él, y dejarlo tirado en el suelo con la nariz rota, decidieron abandonar Puebla de Sanabria antes de que Pérez ordenase su captura. Y gracias a la inestimable ayuda del teniente Roberto, ellos y los supervivientes que habían recogido durante el trayecto a Sanabria, se unieron a una patrulla y, con la esperanza de encontrar a Sofía, la única integrante que permanecía desaparecida, pusieron rumbo a Ciudad Rodrigo. Pero en esta historia, nunca nada es tan sencillo como debería de ser. Ferranzo les lleva meses de ventaja. Y tampoco se ha olvidado de ellos. Lleva meses aguardando ese momento. Para ser exactos, desde el mismo instante en que Maruja le clavó el cuchillo en el cuello y consiguieron escapar de su emboscada en el cementerio, lo que quiere decir que ha dispuesto de mucho tiempo para planificar su venganza. Él sabe que antes o después caerán en su trampa, y ellos saben que antes o después llegará en momento de la suya. Son dos locomotoras circulando a toda velocidad sobre un laberinto de vías y que, a pesar de ser conscientes de que antes o después colisionarán, siguen adelante porque anhelan que llegue ese instante. asistir a la muerte del rival aunque sepan que hacerlo conllevará la suya propia. 69630
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Capítulo dos el forastero como todos los días en cuanto a los primeros rayos de sol comenzaron a despuntar en el horizonte pacorro un hermoso gallo castellano negro y excesivamente rechoncho abrió un ojo y tras desperezarse con un enérgico aleteo a bombo el pecho hacia afuera estiró el cuello y con la cabeza erguida cacareo para cumplir con orgullo su noble misión de advertir el pueblo de san cabritos de arriba de que ya era hora de levantarse y comenzar con las rutinarias tareas del día a día probablemente por esas cosas de que el sonido se transmite a trescientos cuarenta y tres metros por segundo y de que apenas eran veinte los metros que separaban el tejado en el que se encontraba subido tan abnegado animal de la habitación en la que dormía su orgulloso propietario fue precisamente este el primer cabritillo en disfrutar del privilegio de escuchar tan armonioso canto vespertino la madre que te parió joputa gallo cabrón masculló gervasio cubriéndose la cabeza con la gruesa y roñosa manta de lana que su abuela había legado a su madre y ésta a él pero pacorro quién era sabedor de la importancia de su cometido y al mismo tiempo buen conocedor de lo remolón que acostumbraba a ser su encantada amo a tan tempranas horas continuó insistiendo en la puta cazuela te juro que el día menos pensado vas a terminar metido en la cazuela prometió metiendo la cabeza bajo la almohada mientras que pacorro continuaba plenamente entregado a la labor que la naturaleza le habia encomendado nada coño que no hay manera con el puto gallo de los cojones si es que hace mucho que tenía que haberlo cambiado por un despertador de esos de los chinos pero claro ahora ya no hay en dónde comprarlo y cómo ese cabrón lo sabe pues se aprovecha de ello masculló apartando la manta levantándose para ir hasta la ventana y gritándole pepitoria a partir de ahora te apellidas pepitoria así que te lo advierto el día que me veas con el cuchillo en la mano no te hagas el sorprendido hijo de la gran puta acto seguido se sentó en la cama deslizó la mano por dentro del amarillento calzoncillo para rascarse sus par tres nobles y tras echarle un vistazo de aprobación a la misma camiseta blanca con la que se había acostado se puso los mismos pantalones de pana marrón del día anterior en realidad los llevaba desde la semana anterior a la vez que casi inconscientemente murmuraba la misma oración con la que cada nuevo día desde muy pequeñito se encomendaba a dios la virgen maría y el patrón del pueblo una vez se hubo vestido caminó hasta el baño y mientras orinaba dirigió la mirada hacia el espejo joder cada día estoy más cegato coñe murmuró al tiempo que se acercaba un poco más para verse mejor ah no calla que es por las legañas y por la mierda del espejo se aclaró asimismo quitándose una legaña con la uña al mismo tiempo que con el rabillo del ojo derecho veía como el caprichoso carrito amarillo se iba fuera de la taza y duque en libertad exclamó llamando a su pene por el nombre con el que en su adolescencia la había bautizado y reprochándole su habitual torpe despertar ya estás otra vez yendo por libre pero no te he dicho cienes y cienes de veces que no hagas eso porque luego me toca limpiarlo a mí insistió sacudiéndose la con tres enérgicos movimientos que esparcieron aún más gotitas a su alrededor bueno anda que le vamos a hacer si eso ya lo limpiaré más tarde que ahora estoy muy liado murmuró y observando con su acostumbrada apatía la costra de mugre que cubría todo el baño añadió casi que voy a tener que pedirle al aniceto la maquina esa de agua a presión que usa el para lavar el tractor dijo subiéndose la bragueta calzándose las zapatillas a cuadros y caminando hacia la cocina un rato desde pues mientras que sentado a la mesa disfrutaba de un saludable desayuno a base de huevos fritos chorizo frito tocino frito un café de pota más negro que el culo de un zulu y un vasito de anís examinó con desgana una de las insípidas tortitas de arroz que cuatro meses atrás había comprado cuando su médico durante la habitual visita semestral al pueblo le había incluido en la dieta que le había prescrito con el fin de bajar de peso y comenzar a controlar su colesterol así que tras darle unas remolones vueltas entre sus dedos lanzó un suspiro de resignación bueno todo sea por la salud se dijo a sí mismo a la vez que untaba la tortita en la grasa del chorizo para poder tragarla y como si para darse fuerzas lo hiciera miraba la fotografía de cuando juró bandera durante la mili joer gervasio pero qué grande eres coño pensó esbozando una amplia sonrisa de satisfacción
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