Eucaristía y milagros 1l675h

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, libéranos Señor Dios nuestro, en nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.

Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para ser con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí. San José María hablaba del quid divinum, el algo divino, y nos invitaba a saber descubrir el quid divinum, que está como oculto en toda realidad. Descubrirlo en nosotros y a nuestro alrededor, y en todo lo que hacemos. Entonces se abre una nueva dimensión en la que compartimos todo con Dios. Y pues podemos darnos cuenta de esto, pues, muchas veces con una actitud que tiene Jesús ante las realidades de la tierra y sus milagros.

Hay veces que nos hace ver precisamente con la facilidad con que hace las cosas, y a veces también con la poca importancia que le da a los bienes materiales, que no es eso lo importante. Que la naturaleza está totalmente sujeta a su poder, a su acción. Que él está presente por presencia, potencia y esencia en toda la realidad, y por lo tanto toda la realidad es suya, y la maneja, no diríamos, a su arbitrio, porque respeta las leyes.

Pero cuando hace falta pasar por encima de las leyes, lo hace con toda tranquilidad. Y es el quid divinum. Vamos a pensar, por ejemplo, en ese milagro tan curioso de cuando los judíos le preguntan si es lícito pagar el tributo, y como que se ríe un poco y dice, mira Pedro, pues vea, ahí al mar saca un pescado y ahí encontrarás una moneda y paga el impuesto por mí y por ti.

Y así sucede, sin mayor dificultad. O en el milagro, por ejemplo, de los amigos que traen cargado al paralítico y lo descuelgan por el techo, como que no le da importancia la parálisis, lo único que dice es, tus pecados te son perdonados. O sea, lo que importa son tus pecados.

Y ese gran asombro que les producía a los apóstoles cuando el Señor, puesto de pie en la barca en medio de la tormenta, con una sola orden, hacía que toda esa fuerza del viento y todo ese poder de las olas se calmaran un instante, absolutamente dueño de todo el orden natural. Y entonces decimos, aprende a ver tú también la realidad natural, la realidad creada, no de manera rígida, sino que el poder de Dios es el que la lleva y que está detrás de todo.

Y aquello que muchos han querido hacer, por ejemplo, muchos magos, muchos charlatanes, muchos chamanes, muchos curanderos, pues son las cosas propias de Dios que no se las puede uno quitar a él, sino decir, bueno, tú eres el dueño de la realidad material, la realidad física, la realidad creada, y yo voy a verla siempre como que es una pantalla que me está impidiendo ver lo que está detrás, pero yo quiero descubrirte siempre atrás, yo quiero verte siempre desde la fe. No quiero ser un racionalista que piensa que no hay más allá que la ciencia, y que la ciencia es el dogma último, y que estamos todos metidos en una naturaleza totalmente inflexible, sino que viene de Dios, y mi capacidad...