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Esperanza frente a los malos tiempos

Esperanza frente a los malos tiempos 5l1c6v

20/5/2025 · 08:42
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Descripción de Esperanza frente a los malos tiempos 5da6v

Las aplicaciones progresistas de la socialdemocracia de género, nos pervierten, en el sentido de que hemos extraviado la orientación de nuestro ser. Pero esto no es nuevo. Es difícil encontrar algo que no se haya repetido a lo largo de la historia de la humanidad. LIBROS RECOMENDADOS "Ideologías", de Antonella Marty "Esperanza", de Fernando de Haro "La sociedad digital", de Manuel Castells OTROS PÓDCAST RELACIONADOS 😛 El posmodernismo y sus consecuencias 👉 https://ivoox.descargarmp3.app/posmodernismo-sus-consecuencias-audios-mp3_rf_116938736_1.html 😛 La radicalidad de la verdad 👉 https://ivoox.descargarmp3.app/radicalidad-verdad-audios-mp3_rf_116068720_1.html REDES SOCIALES Síguenos en X (antes Tuiter) @SomosLibro y @hptr2013 Canal en Telegram https://t.me/lol33s ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1029497 54t6n

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Los tiempos de decadencia y modernidad nos hacen creer, o más bien nos engañan, con la ilusión de que vivimos una gran época, aunque los hechos nos muestran un mundo retorcido, enfrentado y en deriva hacia la pobreza de muchos y la riqueza de una minoría ínfima.

Las aplicaciones progresistas en la política y en lo social, es decir, la socialdemocracia de género, nos pervierten en el sentido de que hemos extraviado la orientación de nuestro ser. Pero esto no es nuevo, es difícil encontrar que no se haya repetido a lo largo de la historia de la humanidad algo que estemos viviendo hoy. Y sucede así, porque el denominador común, el ser humano, sigue siendo el mismo con las mismas debilidades y virtudes desde hace decenas de miles de años.

Por eso, las ideas vuelven y regresan, aunque adaptadas, mimetizadas con los tiempos. Antes, el teocentrismo cultural nos obligaba a pasar por Dios para comprender todo aquello que nos envolvía, tanto en lo cotidiano como en lo extraordinario. Sin embargo, desde el siglo XVIII, con la revolución sa, es decir, la Ilustración, los signos de los tiempos cambiaron, y el hombre sustituyó a Dios. Se creyó que habían llegado los tiempos modernos, que la humanidad alcanzaba la mayoría de edad y que podríamos organizarnos solos.

Y tanto que nos organizaron haciendo fila india hacia la guillotina al grito de libertad. Desde entonces, los sacerdotes fueron sustituidos por los filósofos. Hoy, más maduros todavía así cabe, el hombre ha sido sustituido por las tecnologías. Cada día que pasa, el hombre y la mujer valemos menos como entes insustituibles en el orden natural de las cosas, porque las máquinas hacen por nosotros lo que antes exigía reflexión, esfuerzo y conciencia.

Nuestro poder cognitivo está en caída libre y nuestros conocimientos, frente a lo que una máquina puede resolver en segundos, ya son meros pensamientos low cost. Las ideologías dominan el pensamiento y las tecnologías nos controlan. Dios y nuestra capacidad trascendente ya no cuenta. Las ideas progresistas desnudan el alma, anulan nuestro poder creador y, por tanto, anulan nuestra libertad personal de conciencia. En la Inglaterra anglicana, puritana, baptista y calvinista del siglo XVII, apareció un movimiento llamado renter, más conocidos por los declamadores.

Eran revolucionarios que hoy serían catalogados como anarquistas, aunque entonces tal concepto aún no existía. Su filosofía se basaba en el antinomianismo, es decir, la idea de que la salvación era un don universal de Dios, lo cual los colocaba, según ellos, más allá del bien y del mal. Para ellos, las reglas, las leyes y, por supuesto, la moral carecían de valor. El pecado no existía. De hecho, pecar era su forma de demostrar que estaban realmente libres de pecado.

Su causa era la igualdad y la llevaron al extremo más provocador. Así rechazaban la propiedad privada, el matrimonio, la monogamia, el pudor y las estructuras familiares tradicionales. Practicaban una libertad sexual radical, con relaciones tanto heterosexuales como homosexuales, convencidos de que el amor debía ser tan libre como la posesión de los bienes. Joseph Salmon, otro revolucionario del movimiento, defendía que el mundo debía sumergirse en la locura para hallar su verdadero equilibrio.

Y en esto estamos. Occidente es un bastión de locos que exige que todos seamos igual de locos para que todo parezca que es normal. En fin, quien no vea el paralelismo entre aquellos iluminados del siglo XVII, herederos del disparate luterano, y los tiempos que vivimos hoy, que apague la luz al salir. La diferencia es que hoy es global, financiado por instituciones intergubernamentales, legislado por los gobiernos y propagado por los medios de comunicación.

Y las víctimas, las de siempre, los ciudadanos que si no pasan por el aro legal e inmoral, son cancelados o enjuiciados. La libertad individual del disidente es tratada como un peligro a eliminar. Es cierto que las señales de los tiempos son claras. Esta decadencia global y los crecientes enfrentamientos geopolíticos marcan un fin de era. Nos han tocado tiempos preciosos.

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