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Episodio 34. ¿Por qué nunca estoy a gusto con mi imagen?

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2/4/2025 · 16:17
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Descripción de Episodio 34. ¿Por qué nunca estoy a gusto con mi imagen? 4m585w

La presión por encajar en un ideal de belleza puede hacer que nunca nos sintamos suficientes. En este episodio exploramos cómo los cánones de belleza afectan nuestra autoestima y salud mental, los peligros de la obsesión con la imagen y, sobre todo, estrategias para dejar de pelear con nuestro reflejo y empezar a construir una relación más sana con nuestro cuerpo. Para sugerencias, dudas, aclaraciones, concertar un cita de terapia online, o lo que necesites puedes arme a: Mi ⁠⁠web⁠: https://nmpsicologia.com/ ⁠ Mi email: [email protected] Mi instagram: ⁠https://www.instagram.com/nataliamontoyanasserpsicologia/ 4d4j5e

Lee el podcast de Episodio 34. ¿Por qué nunca estoy a gusto con mi imagen?

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Hola, me llamo Natalia Montoya Nasser y esto es Psicolabys, tu espacio sobre salud mental.

En el episodio de hoy vamos a sumergirnos en un tema que nos afecta a todos de algún modo, la insatisfacción con la imagen. Comenzamos.

La insatisfacción con nuestra imagen y en general con lo que tenemos, como vimos en el episodio anterior, es algo que está a la orden del día. Siempre hay algo que queremos cambiar de nuestro físico, esos kilos de más, la forma de las cejas, la celulitis… Siempre aparece alguna cosa de nuestro aspecto que podríamos cambiar.

La belleza se ha convertido en una obsesión, y lo peor, en una industria multimillonaria que nos dice que no somos suficientes tal y como somos. Que si no tenemos la mandíbula afilada como un cuchillo japonés, labios XL o los pómulos apuntando a la luna, es que estamos fallando en la vida. No os voy a mentir, me preocupa muchísimo la presión estética que la sociedad exige. Hay una obsesión con alcanzar un ideal de belleza que muchas veces es irreal y fomenta cánones que promueven tratamientos estéticos excesivos, dietas extremas y cuerpos esculpidos como dioses del Olimpo que nos alejan de la naturalidad y celebran lo artificial y lo superficial.

En nuestro país, la medicina estética ha experimentado un incremento espectacular en los últimos años. Según datos recientes, aproximadamente el 46,6% de la población española ha recurrido a algún tratamiento de medicina estética. Las mujeres constituyen el 71,8% de quienes se someten a estos procedimientos y los hombres representan el 28,2%. Y ojo a este dato, el 35% de los jóvenes entre 18 y 30 años ya han probado algún tipo de retoque estético.

Quiero empezar aclarando que no estoy en contra de los procedimientos estéticos ni mucho menos, cada cual es libre de hacer lo que quiera con su cara o con su cuerpo. Pero lo que sí me inquieta y me preocupa es la normalización extrema, el abuso y la falta de reflexión sobre estos tratamientos, sobre todo entre los más jóvenes, especialmente las jóvenes, como reflejan los datos. Las jóvenes están formando su identidad y son fácilmente influenciables por lo que ven en televisión, en las redes sociales.

Y parece que parecerse una muñeca de porcelana con labios salchicha se ha convertido en el objetivo y para ello pueden someterse a muchos tratamientos que pueden tener efectos secundarios serios y que pueden poner en riesgo su salud. Si seguimos así, no me sorprendería que la próxima tendencia sea inyectarse ácido y alurónico en los párpados y tatuarse mollis en la frente, aunque mejor no dar ideas.

Durante la adolescencia y la adultez temprana, el cerebro aún se está desarrollando. La corteza prefrontal, que es la encargada de la toma de decisiones, del control de impulsos, de la regulación emocional, pues no está aún desarrollada porque termina de desarrollarse entre los 25 y 30 años más o menos. Es decir, justo la parte del cerebro que te haría pensar dos veces antes de tatuarte el nombre de tu ex en el antebrazo. Además, la necesidad de aceptación social es clave en esta etapa donde se construye la identidad.

Y si todos o la gran mayoría de tu entorno buscan encajar en un molde de belleza concreto, por muy ridículo que sea, es fácil caer en la trampa de creer que esto es lo único importante. Porque cuando tienes 18 años y crees que necesitas botox, el problema no está en tu piel, sino en el reflejo distorsionado que te han vendido. Pero si los tratamientos estéticos se ven como una necesidad para encajar en los cánones actuales, se pierde la idea de que cada rostro, cada cuerpo tiene su propia belleza y se impone un modelo estético de muñecas de porcelana clonadas, en el caso de las mujeres.

Además, a pesar de la facilidad con la que se accede a estos procedimientos, muchos jóvenes desconocen los riesgos, los efectos secundarios, los resultados irreversibles cuando se hacen tratamientos permanentes, la insatisfacción constante cuando la imagen no cumple con la expectativa y la dependencia a tratamientos estéticos, donde se genera una necesidad de arreglar constantemente el físico para sentirnos bien.

Además, las intervenciones estéticas pueden volverse una adicción cuando la persona nunca se siente satisfecha con los resultados, y esto puede llevar a ciclos interminables de retoques y cirugías, desfiguración y problemas de salud por intervenciones excesivas, o la dependencia psicológica y creer que la felicidad solo llegará con el próximo retoque o la próxima operación. La combinación de juventud, redes sociales y a retoques estéticos es tan peligrosa como darle un coche de carreras a alguien que todavía está aprendiendo a montar en bicicleta. Pero...

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