
El cazador de citas: Asesinatos, apps y la soledad del Japón digital 4g2118
Descripción de El cazador de citas: Asesinatos, apps y la soledad del Japón digital 4wn14
Entre 2021 y 2024, un asesino en serie en Japón utilizó apps de citas como Tinder y Omiai para ar, manipular y asesinar a nueve mujeres. En este episodio, te contamos la historia del llamado “cazador de citas”, un caso que sacudió a Japón y que pone en evidencia las grietas de una sociedad hipertecnológica donde la soledad, la precariedad y el machismo conviven con una apariencia de modernidad y seguridad. Pero este no es solo un relato de true crime. Es una crítica a la cultura de la desconexión emocional, a la falta de regulación en las plataformas digitales y a la romantización de las apps de citas. Desde Tokio hasta Madrid, analizamos cómo el algoritmo no solo empareja, también puede exponer, manipular… y matar. ¿Qué hay detrás de un “match”? ¿Qué responsabilidad tienen las plataformas? ¿Y qué revela este caso sobre nuestra forma actual de relacionarnos? Un episodio narrativo, crudo y reflexivo, con voz real, que conecta el crimen, la tecnología y una verdad incómoda: en el mundo digital, el peligro no siempre viene de fuera. 🎧 Escúchalo ya en Ecos de Asia y reflexiona con nosotros sobre las consecuencias invisibles de deslizar a la derecha. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/2491431 13305z
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Tokio brilla bajo un cielo de neones, pero en su sombra la soledad se corta como con un cuchillo.
Entre 2021 y 2024, un hombre de 34 años convirtió las aplicaciones de cita en su coto de caza. Nueve mujeres, jóvenes, atrapadas en la precariedad de una ciudad que no perdona, todas cayeron en su red. El cazador de citas, como lo bautizaron los medios en 2025, no necesitaba armas sofisticadas. Le bastaba un teléfono inteligente, un perfil falso y un país donde el amor se busca en pantalla porque la vida real es demasiado cara.
Esto no es solo un relato de true crime para alimentar la morbosidad, es una bofetada a la fantasía tecnológica que nos venden, una radiografía de un Japón que presume de seguridad mientras sus mujeres mueren en silencio, y también un espejo incómodo para España, porque aquí también deslizamos el dedo en Tinder sin preguntarnos qué hay al otro lado. El caso es tan grotesco como revelador. El asesino, un don nadie con ínfulas de encantador, usaba aplicaciones como Tinder y Omiai para pescar víctimas.
Su anzuelo era simple pero letal, promesa de estabilidad financiera, un futuro lejos de los alquileres imposibles y de los trabajos precarios que asfixian a la feinteñera japonesa. Las convencía, las citaba, las mataba. Algunas fueron asfixiadas, otras envenenadas, y todas terminaban descartadas como basura, en apartamentos, en callejones, como si fueran objetos rotos. La policía, más ocupada en patrullar la imagen de Tokio como paraíso seguro, tardó tres años en olerse algo.
Cuando lo atraparon, en noviembre de 2024, el recuento era devastador. Nueve vidas, nueve historias, nueve fracasos de un sistema que prefiere mirar para otro lado. Japón, con su ridícula tasa de homicidios, unos 0,2 casos por cada 100.000 habitantes, se jacta de ser una fortaleza. Pero una fortaleza no sirve si el enemigo ya está adentro, escondido tras un macho. La ironía es casi poética. Japón, el país que inventó el futuro con sus robots y sus trenes bala, es también un cementerio de conexiones humanas.
Uno de cada diez japoneses no tiene relaciones sociales y los jóvenes trabajan hasta que no pueden más. Dejan las citas para las aplicaciones porque no tienen tiempo, ni energía, ni espacio.
Tinder tiene 8 millones de s en Japón. Omiai, unos 5 millones. Son máquinas de hacer dinero, no de garantizar seguridad. Sus algoritmos te encuentran un mach, pero en un filtro contra psicópatas. Las víctimas del tal cazador no eran solo mujeres. Eran el producto de una sociedad que empuja a las solteras a casarse antes de los 35, que las castiga con salarios estancados desde 1997, y que las abandona en una economía donde el alquiler se convierte
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