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La Tierra de Nod
La Araña (Hanns Heinz Ewers)

La Araña (Hanns Heinz Ewers) 1e3l43

3/3/2025 · 54:34
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La Tierra de Nod

Descripción de La Araña (Hanns Heinz Ewers) 55551

"La araña" (Die Spinne) es un relato de terror del escritor alemán Hanns Heinz Ewers (1871-1943), publicado en la antología de 1908: "Los obsesionados" (Die Besessenen). Es un relato de terror psicológico, la historia sigue a Richard Bracquemont, un estudiante de medicina que se ofrece a investigar una serie de misteriosos suicidios ocurridos en la habitación número 7 de un pequeño hotel parisino. El relato se centra en el miedo y la paranoia que experimenta el protagonista mientras investiga los suicidios. La atmósfera opresiva y la sensación de peligro inminente son elementos clave del terror psicológico en la obra. A medida que Richard se adentra en la investigación, su obsesión por descubrir la verdad lo lleva al borde de la locura. Ewers utiliza una narrativa detallada y descriptiva para crear una atmósfera inquietante y mantener al lector en tensión. El relato de Ewers puede estar influenciado por el mito de Aracne, una figura de la mitología griega que fue transformada en araña por la diosa Atenea como castigo por su arrogancia. La araña en el relato de Ewers puede simbolizar la trampa de la obsesión y la locura en la que cae el protagonista. Esperemos les guste este relato, y recomendamos escucharlo con auriculares para una experiencia más inmersiva. Darle a "me gusta" o "suscribirse" siempre nos hace felices. mail: [email protected] 6q6660

Lee el podcast de La Araña (Hanns Heinz Ewers)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Cuando el estudiante de medicina Richard Brackemont decidió ocupar la habitación número 7 del pequeño hotel Stevens, situado en el número 6 de la calle Alfred Stevens, tres personas se habían ahorcado en esa misma habitación colgándose del lintel de la ventana en tres viernes sucesivos.

El primero era un viajante de comercio suizo.

El cuerpo no se encontró hasta la tarde del domingo, pero el médico dedujo que su muerte debió de haberse producido entre las 5 y las 6 de la tarde del viernes.

El cuerpo colgaba de un robusto gancho hincado en el lintel de la ventana, que normalmente se utilizaba para colgar ropa.

La ventana estaba cerrada.

El muerto había utilizado el cordón de la cortina.

Como la ventana era bastante baja, sus piernas arrastraban por el suelo casi hasta las rodillas.

El suicida debió desarrollar, por tanto, una considerable fuerza de voluntad para llevar a cabo su propósito.

Se comprobó además que estaba casado y que era padre de cuatro niños.

Así como que se encontraba en una situación completamente desahogada y segura y que era de talante jovial, estaba casi permanentemente satisfecho.

No se encontró ningún escrito que pudiera tener relación con el suicidio, ni testamento alguno.

Tampoco había hecho jamás manifestación alguna en ese sentido a ninguno de sus conocidos.

El segundo caso no era muy diferente.

El artista Karl Krauss, empleado como equilibrista sobre bicicleta en el cercano Circo Medrano, adquirió la habitación número 7 dos días más tarde.

Al no comparecer el siguiente viernes para su actuación, el director envió al hotel a un acomodador, que se lo encontró colgado del lintel de la ventana, exactamente en las mismas circunstancias.

La habitación no había sido cerrada por dentro.

Este suicidio no parecía menos misterioso.

A sus 25 años, el prestigioso artista recibía un buen sueldo y parecía disfrutar plenamente de la vida.

Una vez más, no apareció nada escrito, ningún tipo de manifestación alusiva al caso.

Dejaba a una anciana madre, a la que acostumbraba enviar puntualmente los primeros días de cada mes 300 marcos para su manutención.

Para la señora Dubonnet, propietaria del pequeño barato hotel, cuya clientela estaba formada casi exclusivamente por de los cercanos espectáculos de variedades de Mortal 3, esta extraña segunda muerte en la misma habitación tuvo consecuencias ciertamente desagradables.

Algunos de sus clientes abandonaron el hotel y otros huéspedes habituales regresaron.

En vista de ello, acudió al comisario del Distrito 9, al que conocía bien, el cual le prometió hacer cuanto estuviera en su mano para ayudarla.

Así pues, no solo prosiguió las investigaciones, tratando de averiguar con especial celo las razones de los suicidios de ambos huéspedes, sino que puso a su disposición a un oficial que se alojó en la misteriosa habitación.

Se trataba del policial Charles Marie Chumier, que se había ofrecido voluntariamente para el caso.

Este sargento era un viejo lobo de mar que había servido durante 11 años en la infantería de Amarilla, y durante muchas noches había guardado en solitario numerosos puestos en Tonkin y Anan, dándole la bienvenida con un vivificante disparo de su fusil a cualquier pirata de río que se acercara furtivamente.

Por lo tanto, se sentía perfectamente capacitado para hacer frente a los fantasmas de los que hablaba en la calle Stevens.

Se instaló, pues, en la habitación el domingo por la tarde, y se retiró satisfecho a dormir, después de hacer los honores al abundante comida y bebida que la señora Dubormet le habría ofrecido.

Durante los primeros días, los informes se limitaron a constatar que no había advertido nada en absoluto fuera de lo normal.

El miércoles por la tarde, sin embargo, anunció que creía haber encontrado una pista.

Al pedirsele más detalles, suplicó permiso para guardar silencio por el momento.

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