Apolo, el bello oscuro 1d2573

¡Madre! ¡Madre! ¡Madre! No contó con qué Artemisa estaría con ella.

Apolo trató de cambiar el rumbo y darse la vuelta, pero ambas mujeres ya la habían escuchado y lo miraban, exactamente con similar intensidad.

Cosas de pertenecer a la misma familia.

Leto y Artemisa tenían el mismo cabello negro, lo único que mientras la madre lo llevaba suelto, flotando alrededor de su cabeza, la hija lo mantenía en forma de trenza adornada con flores del bosque y sujeto por una de esas cuerdas que deberían usarse para tensar su arco de caza.

También tenían los ojos azules propios de las divinidades, un recuerdo de que descendían de Urano, el cielo.

¿Querías algo, hijo? Quiso saber Leto, rápida a la hora de impedir que la cabeza de Apolo se perdiese, una vez más, entre sus propias meditaciones.

Apolo negó con la cabeza.

Sólo asegurarme de que está bien.

Mentira, aquella diosa no era lo suyo, pero tampoco le apetecía que Artemisa se entrometiera entre ellos.

Aunque amaba profundamente a su hermana, también la veía como uno de esos obstáculos que siempre se metían en medio de ellos dos.

Artemisa podía ser letal, de hecho lo era como señora de la caza, pero a menudo utilizaba ese don que muchos envidiaban para buscar el bien de los suyos.

Por ejemplo, Apolo comprobó que acababa de traer una capa hecha con piel de oso para su madre, para que Leto pudiera abrigarse mejor y sentirse segura.

Artemisa era letal y dulce, pero siempre sobria en sus actuaciones.

Por eso Apolo la amaba, pero también sentía rechazo hacia ella.

¿Qué tenía su forma de proteger que no podía tener la de él? Se supone que las divinidades eran ellos, los dioses eran ellos.

Pues, de ser así, que alguien le explicase a Apolo por qué su hermana, una mujer tan estable, y él, en cambio, tan volátil, no podían intercambiar los papeles.

Los ojos de ambas mujeres permanecían clavados en él.

Exigían explicaciones que no estaba seguro de querer darles.

¿Por qué había ido allí para empezar? ¿Qué le llevaba a visitar a su familia? ¿Qué has hecho? Enquirió Leto.

Apolo se encogió de hombros.

Todo por vos, madre. Os lo juro.

Buenas noches y bienvenidos una semana más aquí a Relatos de la Historia, programa de Tu Radio Valencia, sobre biografías.

Biografías de quién, pues de personajes históricos o de personajes legendarios, personajes de leyenda, que siempre van a tener algún tipo de atractivo o algún tipo de reflexión que podamos sacar de todos ellos.

Como de costumbre, yo soy Marta, vuestra presentadora de confianza, y en esta ocasión vamos a contaros la historia del dios Apolo.

Un dios que podríamos catalogar como el más griego de todos o el que, desde nuestra perspectiva actual, más nos recordaría a esas virtudes que suelen achacarse a la Grecia clásica.

Y es que ya solo con su imagen, Apolo es un dios bastante característico.

Es un hombre joven, atlético, pero también con todos los rasgos físicos perfectamente desarrollados, lo cual le convertiría, ya simplemente con una imagen, en el hombre, en el prototipo masculino más atractivo posible.

El canon, vamos a llamarlo.

Apolo es una imagen del canon griego, pero más allá de su apariencia física, Apolo es caracterizado como un dios de luz, un dios armonioso, un dios de razón e incluso de la moderación.

Es un dios que está muy relacionado con la verdad y con la claridad.

Creo que podríamos achacarle a Apolo cualquier concepto que suene a elegancia, a delicadeza y también a buenas formas, a buenos modales.

Un dios muy correcto, un dios muy educado.

¿Qué podría salir mal? Bueno, ya sabemos que cuando se trata de mitología griega no siempre sale bien todo lo que se tiene planeado.

Y en el caso de Apolo,