1843. tres premisas de la vida 6z4g61

Muy buenos días. A la vida yo creo que no le importa el qué, creo que le importa el cómo.

El contenido en nuestra vida le es indiferente. Le importa el cómo, desde dónde, la intención.

Ni siquiera le importa el resultado, le importa la intención. Traduciéndolo ya un poco a un lenguaje menos centrado en la vida como si fuese un ser humano, hablando simplemente de la vida, en la vida si no vives cierta intención te sientes mal y si vives cierta intención te sientes bien. Y esto cada ser humano ha de comprobarlo. Es asombroso que no nos hayamos dado cuenta de que viviendo con desde cierta intención sentimos fuerza y nos sentimos bien, percibimos sentido, tiene sentido para nosotros, nos sentimos bien, sentimos hasta alegría por momentos.

Y que cuando vivimos de otra manera, con otra intención, nos sentimos mal o nos sentimos neutros, aburridos, sin sentido, vacíos, pues todavía no hemos llegado a la conclusión de que esto es nuestra propia inteligencia, la vida como es, nuestra biología, no es, no estamos hablando espiritualidad. La vida nos está diciendo, esto al comerlo te da asco, no, tienes sueño, duerme. Esto te hace sentir mal, no lo vivas.

Durante años te aburre, no lo vivas. La vida nos está diciendo eso, nos está guiando lo que sentimos. Esto, cada vez te sientes mejor, hazlo, vívelo en la medida en la que puedas. Esta es la segunda premisa, quizá. La primera es el cómo, no el qué. La segunda es hazlo en la medida en la que puedas. Es que menos no se nos puede pedir. La cultura nos pide que hagamos lo imposible.

Vas a un trabajo, tienes que ser resistente al estrés. ¿Qué quiere decir? Que te voy a exprimir.

Y vas a ir más allá de lo que puedas dar, aunque te enfermes. La vida, ni mucho menos. La vida dice, haz lo que puedas. Ahora, lo que puedas, hazlo. Y eso irá creciendo, sin darte cuenta. Solo haz lo que puedas ahora. Es un paso, un paso, pero da ese paso. Es así de sencilla y de inteligente.

Tercera premisa, lo que te he dicho al principio. La vida es gigante, la vida no tiene límites.

Entonces, por eso, no importa lo que vivas, todo lo acoge. En la vida no hay qué dirán, porque no hay límites. En nuestra cultura existe el qué dirán. El qué dirán es propio de nuestra cultura. Ah, mira, él está demasiado gordo, está demasiado flaco, tiene demasiado dinero que se ha creído, tiene demasiado poco dinero, fracasado, tiene no sé qué, es tal, es tal, es cual, es simpático, me cae mal, es feo, es bajo, es alto, es guapo. Todo tiene un límite preestablecido y entonces se puede criticar al otro según esos límites. La vida no tiene esos límites. La vida acoge que cualquier persona esté haciendo cualquier cosa.

La vida acoge que una persona, plena de sentido, esté haciendo figuritas de conmiga de pan en su casa, que nadie ve esas figuritas. Y otro es el que está haciendo en el mundo y tiene 60 millones de seguidores. Son lo mismo. Si están viviendo el cómo con sentido, son lo mismo. A la vida le importa cero si tú eres el de los 60 millones o el que nadie conoce.

No le importa en absoluto. Es irrelevante, fíjate. Porque si fuese relevante, la vida nos haría sentir mal. Aparte de que tuviese sentido lo que viviésemos, tendríamos que tener atención de tanta gente y tendríamos que ser triunfadores y ganar a los demás, y ahí habría una plenitud. Y no es. No. Además de que la vida no es idiota.