17. ¿Crees en los fantasmas? s6qq

Bienvenidos a Un beso en la taza. Soy Olga Paraíso y hoy quiero invitarte a un rincón muy especial, donde el vapor del café se mezcla con la niebla de las leyendas, y el calor de la taza contrasta con el escalofrío que recorre la piel cuando pensamos en lo desconocido. ¿Crees en los fantasmas? El crujido en la escalera, un objeto que de repente cae al suelo, ese sonido que juras haber escuchado aunque la casa esté vacía, un objeto que no encontrabas hace mucho tiempo y que de repente aparece. El frío inesperado que parece abrazarte en mitad de la noche, como si algo invisible compartiera la habitación contigo.

Un olor extraño, quizás a flores marchitas o a humedad, que aparece sin razón aparente. A lo largo de la historia, los fantasmas han sido una constante en nuestras vidas, ya sea como cuentos susurrados al calor de una fogata, o como figuras de mármol en las historias de los grandes escritores. Y curiosamente, nuestra fascinación por ellos no se ha desvanecido con el tiempo. En épocas pasadas, la vida y la muerte eran vecinas íntimas. Las familias vivían bajo el mismo techo que sus muertos, enterrados en los jardines o en criptas cercanas.

Los cuentos de apariciones y entidades sobrenaturales eran tan comunes como los rezos en la iglesia.

El mundo visible convivía con lo invisible. Y lo que no podíamos ver, lo imaginábamos.

Hoy vivimos en una era muy diferente. Hemos conquistado el cielo, explorado el cosmos y desentrañado el código genético. La tecnología nos conecta y nos controla. Y sin embargo, las historias de fantasmas siguen vivas, quizá más que nunca. ¿Por qué seguimos aferrados a lo espectral? Tal vez sea porque en el fondo, los fantasmas son más que seres que se aparecen en la noche. Son preguntas sin respuesta. Tal vez sea porque en el fondo, los fantasmas son más que seres que se aparecen en la penumbra. Son preguntas sin respuesta. Son recuerdos.

Son posibilidades. Una forma de explorar la muerte. Esa experiencia inevitable y universal que aún no entendemos del todo. Pero, ¿y si los fantasmas no fueran solo espíritus de los muertos? ¿Y si fueran algo más? Vivimos en una época en la que las máquinas aprenden de nosotros, imitan nuestras emociones y responden a nuestras necesidades. ¿Podría la inteligencia artificial convertirse en un nuevo tipo de espectro? Una presencia sin cuerpo que nos observa, que nos conoce, que sabe más de nosotros que nosotros mismos.